Luc Sante
Libros del K.O., 2011
ISBN: 978-84-939336-2-3
400 páginas
19,95 €
Traducción de Zulema Couso
Introducción de Greil Marcus
Carolina León
Puedo empezar por señalar los fallos de este libro, así ustedes pueden, si lo desean, saltarse este primer párrafo y viajar directamente al meollo. Los fallos son, creo, uno solo, y lo comentaré brevemente: la agrupación de los artículos en temáticas, bloques de sentido que tienen que ver con la "ciudad", la "música", las "artes"... Al completar el volumen llegué a la conclusión de que es un lastre, por cuanto su autor escribe de 'blues', del vicio de fumar, de Víctor Hugo o de reyertas vecinales exactamente en el mismo registro: serio, comprometido, con humor, utilizando el análisis transversal, con lucidez crítica y afán totalizador. No distingue, nunca distingue: puede estar elaborando párrafos sobre la figura de Mapplethorpe o las fantasmagorías fotográficas de sesiones espiritistas, de moda a finales del siglo XIX. En la lectura de estos artículos se siente un panóptico contemporáneo hecho con cero esnobismo, verborrea culta y prosa callejera, inteligencia pura. Pero nunca, a mi entender, distingue en su interior si habla de "literatura" o "vida"; de "alta" o "baja cultura".
Dicho esto, Mata a tus ídolos es un libro fascinante, e imprescindible para: cualquiera que le interese la cultura contemporánea (sus referencias se anclan en el XIX y hasta hoy), cualquiera que guste de la imaginería norteamericana, sobre todo de la segunda mitad del siglo pasado; y cualquiera que tenga cierto amor por el llamado periodismo cultural. No sé si lo de Sante debe ser llamado periodismo: sin duda contiene información e investigación, y a la vez está lleno de panoplias personalistas y experiencias propias. Podría considerarse "crítica de la cultura", pero otra vez en sentido amplio; pongo un ejemplo: elabora un minucioso estudio sobre la profundidad y la huella del hábito del fumador, prodigio de datos tanto como de lecturas mitomaníacas (o todo lo contrario), desde la perspectiva de un ex fumador, y todo eso sin soltar en ningún momento el caballo de la nostalgia. En, prácticamente, todos los casos, tanto si escribe de su “ciudad perdida” Nueva York como de los orígenes del 'blues', Sante aplica un bisturí sereno y comprometido a la vez: esa alquimia tan complicada, esa nivelación entre lo conocido y lo oculto, lo común y lo propio, hace de este conjunto de artículos un caso ejemplar. Y, lo que es más importante, una fuente de placer.
Todo ello si te interesan cosas como las experiencias de un jovenzuelo emigrante belga en la Nueva York de los setenta: sus lecturas sobre las transformaciones de la ciudad, la figura del alcalde Rudolph Giuliani, o sus primeras experiencias como operario en una fábrica de plásticos. O si te motivan asuntos como el nacimiento de fenómenos culturales, devenidos en mitos, de los últimos 60 años: léase Bob Dylan, Robert Mapplethorpe o Woodstock. Si te deleita la visión de un gentil enamorado de Rimbaud o las disecciones de los tebeos de Tintín.
“Cuesta deshacerse de los mitos (...) gracias a su demostrada efectividad como analgésicos para los dolores de cabeza que causa la realidad”: algunos de los momentos de este libro son para ser enmarcados en lo alto de tu salón-comedor marca Ikea. Sin embargo, intuyo que Sante busca precisamente lo contrario. Que los mitos bajen de su pedestal, que te retuerzas en polvos pica-pica en tu blanda cama de comodidades y adocenamiento intelectual, que pienses y que critiques, que vivas la cultura como si fuese algo que te sucede a ti. Que duela. Es muy difícil quedarse con uno solo de sus textos; podría comentar el que dedica al grupo The Mekons: desde la visión del fan, no deja de señalar momentos de debilidad o fracaso en la historia de la banda. Podría quedarme con el artículo en el que relata su experiencia lectora de Ginsberg: la autoindulgencia guarda la cabeza para no recibir los golpes, pero el lector adolescente que fue también maneja el látigo.
O el llamado "Creo que escuché a Buddy Bolden decir...", donde no solo recorremos la antropología de ciertos géneros musicales, nos enteramos hasta del origen de la palabra 'funk'.
Lo que sé es que mi lápiz ha pasado por casi todas las 400 páginas de Mata a tus ídolos dejando marcas. Tengo en mente algunos ejemplos de críticos culturales en España que se pueden medir sin problemas con Sante. Sólo que, por ahora, el belga-norteamericano tiene un mayor recorrido. Mientras llega un libro similar en nuestro entorno, éste proporciona un intenso placer de inteligencia lúcida, casi casi perfecto.
Dicho esto, Mata a tus ídolos es un libro fascinante, e imprescindible para: cualquiera que le interese la cultura contemporánea (sus referencias se anclan en el XIX y hasta hoy), cualquiera que guste de la imaginería norteamericana, sobre todo de la segunda mitad del siglo pasado; y cualquiera que tenga cierto amor por el llamado periodismo cultural. No sé si lo de Sante debe ser llamado periodismo: sin duda contiene información e investigación, y a la vez está lleno de panoplias personalistas y experiencias propias. Podría considerarse "crítica de la cultura", pero otra vez en sentido amplio; pongo un ejemplo: elabora un minucioso estudio sobre la profundidad y la huella del hábito del fumador, prodigio de datos tanto como de lecturas mitomaníacas (o todo lo contrario), desde la perspectiva de un ex fumador, y todo eso sin soltar en ningún momento el caballo de la nostalgia. En, prácticamente, todos los casos, tanto si escribe de su “ciudad perdida” Nueva York como de los orígenes del 'blues', Sante aplica un bisturí sereno y comprometido a la vez: esa alquimia tan complicada, esa nivelación entre lo conocido y lo oculto, lo común y lo propio, hace de este conjunto de artículos un caso ejemplar. Y, lo que es más importante, una fuente de placer.
Todo ello si te interesan cosas como las experiencias de un jovenzuelo emigrante belga en la Nueva York de los setenta: sus lecturas sobre las transformaciones de la ciudad, la figura del alcalde Rudolph Giuliani, o sus primeras experiencias como operario en una fábrica de plásticos. O si te motivan asuntos como el nacimiento de fenómenos culturales, devenidos en mitos, de los últimos 60 años: léase Bob Dylan, Robert Mapplethorpe o Woodstock. Si te deleita la visión de un gentil enamorado de Rimbaud o las disecciones de los tebeos de Tintín.
“Cuesta deshacerse de los mitos (...) gracias a su demostrada efectividad como analgésicos para los dolores de cabeza que causa la realidad”: algunos de los momentos de este libro son para ser enmarcados en lo alto de tu salón-comedor marca Ikea. Sin embargo, intuyo que Sante busca precisamente lo contrario. Que los mitos bajen de su pedestal, que te retuerzas en polvos pica-pica en tu blanda cama de comodidades y adocenamiento intelectual, que pienses y que critiques, que vivas la cultura como si fuese algo que te sucede a ti. Que duela. Es muy difícil quedarse con uno solo de sus textos; podría comentar el que dedica al grupo The Mekons: desde la visión del fan, no deja de señalar momentos de debilidad o fracaso en la historia de la banda. Podría quedarme con el artículo en el que relata su experiencia lectora de Ginsberg: la autoindulgencia guarda la cabeza para no recibir los golpes, pero el lector adolescente que fue también maneja el látigo.
O el llamado "Creo que escuché a Buddy Bolden decir...", donde no solo recorremos la antropología de ciertos géneros musicales, nos enteramos hasta del origen de la palabra 'funk'.
Lo que sé es que mi lápiz ha pasado por casi todas las 400 páginas de Mata a tus ídolos dejando marcas. Tengo en mente algunos ejemplos de críticos culturales en España que se pueden medir sin problemas con Sante. Sólo que, por ahora, el belga-norteamericano tiene un mayor recorrido. Mientras llega un libro similar en nuestro entorno, éste proporciona un intenso placer de inteligencia lúcida, casi casi perfecto.
4 comentarios:
Definitivamente, me lo apunto!
¡Mil gracias por tus palabras!
Zulema
leñe! ... he estado apunto de comprarlo hoy para regalar y al final no lo he hecho !!!! mala decisión !!!
Publicar un comentario