Pulso
Julian Barnes
Anagrama, 2011. Colección "Panorama de narrativas"
ISBN: 978-84-339-7579-9
264 páginas
17,90 €
Traducción de Mauricio Bach
Alejandro Luque
Maestro en el retrato de la clase media, a Julian Barnes parecen interesarle, más que sus discretos encantos, esos dramas de baja intensidad que salpimentan la vida cotidiana. Su último libro de relatos gira, una vez más, en torno a parejas mejor o peor avenidas. Pero, a diferencia de los enredos que alentaban títulos como Antes de conocernos, Hablando del asunto o Amor, etcétera, aquí la segura y confortable burbuja burguesa está sometida a otra clase de tensiones, ya sea la incomunicación, los deseos frustrados o el paso del tiempo.
Si, como confesaba en otro de sus libros, El loro de Flaubert, Barnes aprendió del padre de Madame Bovary que el estilo está siempre en función del tema, en Pulso la misma naturaleza de las historias -una camarera extranjera que esconde un turbio secreto, dos escritoras unidas por una relación de amor/odio, un matrimonio enfrentado a causa de la jardinería, un marido en crisis que se mira en el espejo de sus padres...- parece imponer un estilo elegante y sobrio. Se agradece mucho que el autor no pretenda pasarse de gracioso ni demostrar en cada línea lo inteligente que es -y ya subrayó Monterroso que hay que ser muy inteligente para lograr tal cosa-, que no soliviante al lector con florituras ni trate de asombrarle a toda costa.
Por su perfección formal, cualquiera de los relatos de Pulso serviría para ilustrar esos talleres de escritura creativa que tanto proliferan hoy. No obstante, se trata de un conjunto que va de menos a más, empezando por una historia más bien liviana en contra de sus pretensiones, como es "Viento del Este", y que poco a poco toma vuelo hasta culminar en el relato que le da título. En ese crescendo de intensidad e interés, que encuentra un significativo escalón entre la primera y la segunda parte, brilla más la habilidad de Barnes para sortear escollos que su probada capacidad para hacer diana.
Los propios personajes parecen también avenirse a esa suerte de virtud por defecto. Aunque el fracaso parece un denominador común en casi todos, éste queda rebajado en su graduación, difuminado bajo la forma de meros objetivos no cumplidos. Asimismo, Barnes no permite grandes excesos emocionales en su territorio, y deja que pesen más las cosas que no se dicen que las palabras efectivamente pronunciadas, como es propio a los tan traídos y llevados asuntos del amor y el desamor.
Menos convincentes se antojan los episodios que desliza entre un relato y otro bajo el título común de "En casa de Phil y Joanna": desenfadados diálogos de sobremesa sobre temas recurrentes (la crisis, el tabaco, el sexo y el amor, la política) intercalados a la manera de entremeses que alivien la carga dramática del resto del libro. En ellos, el autor despliega un notable ingenio en la construcción de diálogos. Pero para eso tal vez ya están, y lo hacen muy bien, los guionistas de la Paramount Comedy.
Para encontrar la chispa que hace de Julian Barnes un narrador con mayúsculas, uno de los más dotados de la Europa actual, hay que recorrer el camino completo y llegar hasta piezas como "Armonía", "Carcasona" o "Pulso", más complejas que las precedentes, algunas contaminadas de ese sutil tono ensayístico donde tan bien se desenvuelve el autor, y sin duda más llenas de vida e inspiración. Habrá quien siga prefiriendo al gran novelista que es Barnes, pero ya lo dijo él mismo hablando de Renard: “Quieres una destilería o un río? ¿La vida en forma de unas cuantas gotas de licor fuerte, o de un litro de sidra normanda? El lector decide”.
Julian Barnes
Anagrama, 2011. Colección "Panorama de narrativas"
ISBN: 978-84-339-7579-9
264 páginas
17,90 €
Traducción de Mauricio Bach
Alejandro Luque
Maestro en el retrato de la clase media, a Julian Barnes parecen interesarle, más que sus discretos encantos, esos dramas de baja intensidad que salpimentan la vida cotidiana. Su último libro de relatos gira, una vez más, en torno a parejas mejor o peor avenidas. Pero, a diferencia de los enredos que alentaban títulos como Antes de conocernos, Hablando del asunto o Amor, etcétera, aquí la segura y confortable burbuja burguesa está sometida a otra clase de tensiones, ya sea la incomunicación, los deseos frustrados o el paso del tiempo.
Si, como confesaba en otro de sus libros, El loro de Flaubert, Barnes aprendió del padre de Madame Bovary que el estilo está siempre en función del tema, en Pulso la misma naturaleza de las historias -una camarera extranjera que esconde un turbio secreto, dos escritoras unidas por una relación de amor/odio, un matrimonio enfrentado a causa de la jardinería, un marido en crisis que se mira en el espejo de sus padres...- parece imponer un estilo elegante y sobrio. Se agradece mucho que el autor no pretenda pasarse de gracioso ni demostrar en cada línea lo inteligente que es -y ya subrayó Monterroso que hay que ser muy inteligente para lograr tal cosa-, que no soliviante al lector con florituras ni trate de asombrarle a toda costa.
Por su perfección formal, cualquiera de los relatos de Pulso serviría para ilustrar esos talleres de escritura creativa que tanto proliferan hoy. No obstante, se trata de un conjunto que va de menos a más, empezando por una historia más bien liviana en contra de sus pretensiones, como es "Viento del Este", y que poco a poco toma vuelo hasta culminar en el relato que le da título. En ese crescendo de intensidad e interés, que encuentra un significativo escalón entre la primera y la segunda parte, brilla más la habilidad de Barnes para sortear escollos que su probada capacidad para hacer diana.
Los propios personajes parecen también avenirse a esa suerte de virtud por defecto. Aunque el fracaso parece un denominador común en casi todos, éste queda rebajado en su graduación, difuminado bajo la forma de meros objetivos no cumplidos. Asimismo, Barnes no permite grandes excesos emocionales en su territorio, y deja que pesen más las cosas que no se dicen que las palabras efectivamente pronunciadas, como es propio a los tan traídos y llevados asuntos del amor y el desamor.
Menos convincentes se antojan los episodios que desliza entre un relato y otro bajo el título común de "En casa de Phil y Joanna": desenfadados diálogos de sobremesa sobre temas recurrentes (la crisis, el tabaco, el sexo y el amor, la política) intercalados a la manera de entremeses que alivien la carga dramática del resto del libro. En ellos, el autor despliega un notable ingenio en la construcción de diálogos. Pero para eso tal vez ya están, y lo hacen muy bien, los guionistas de la Paramount Comedy.
Para encontrar la chispa que hace de Julian Barnes un narrador con mayúsculas, uno de los más dotados de la Europa actual, hay que recorrer el camino completo y llegar hasta piezas como "Armonía", "Carcasona" o "Pulso", más complejas que las precedentes, algunas contaminadas de ese sutil tono ensayístico donde tan bien se desenvuelve el autor, y sin duda más llenas de vida e inspiración. Habrá quien siga prefiriendo al gran novelista que es Barnes, pero ya lo dijo él mismo hablando de Renard: “Quieres una destilería o un río? ¿La vida en forma de unas cuantas gotas de licor fuerte, o de un litro de sidra normanda? El lector decide”.
[Publicado en Mercurio]
4 comentarios:
Luque, que bien escribes, cabrón!
Un gran libro que demuestra la elegancia y maestría de Barnes. Es cierto que el grueso, en cuanto a calidad, de estos relatos llega al final. Os dejo una reseña que realicé de él por si puede interesar: http://www.elplacerdelalectura.com/2011/11/pulso-julian-barnes.html
saludos
Para conversaciones de alcoba no hay nada como "Pasos" de Jerzy Kosinski... ;)
Conocí a Barnes con "Nada que temer", y me quedé asombrado por su capacidad de concatenar y explicar sus múltiples ideas en torno a la muerte y otros menesteres. Pensé: este tío, si fuera político, sería un orador espectacular.
Gracias por la reseña y le hincaremos el diente pronto.
Don CalcetínRelleno
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