Juan Lamillar
Fundación José Manuel Lara, 2009
Colección Vandalia
ISBN: 9788496824461
96 pág.
11,95 €
Antonio Acedo
Vestido de Entretiempo, Juan Lamillar (Sevilla 1957) nos descubre la mística de lo cotidiano, "misterio de la luz cotidiana/ que crecerá despacio”; una poética de las cosas que sustituye a la palabrería del discurso establecido, la banalidad de lo dicho por el entramado de calles laberínticas que crean el instante, el hecho poético “porque abajo gritaban, susurrantes/ la vida y los esbirros disfrazados”.
Es precisamente el instante como lugar poético entre el pasado y el futuro, un Entretiempo que se construye paralelo al presente convirtiéndose en tema propio de su escritura "del que busca/ la incertidumbre de la permanencia/ entre un montón callado de palabras”. Con un ritmo sosegado y un lenguaje sensual, que le permiten analizar la realidad desde el impulso vital de lo vivido, la perplejidad ante el paso del tiempo y la extrañeza del devenir. Lo huidizo del momento, a través del juego entre lo que fue y lo que es, un Entretiempo en el que buscar posibles respuestas: "Aún seguimos buscando/ en el cegado hueco de sus ojos/ las posibles respuestas”.
El rastro de la existencia en lo palpable, un anclaje vital a través de la metafísica de las cosas, de aquello que enraíza: "y yo, callado vivo entre las cosas”. La gravedad de Newton sustituida por la fuerza de atracción de los objetos que nos rodean, creando una dualidad entre noche y día que marcará la vinculación directa del lugar en un tiempo determinado. La materia vulnerable al paso del tiempo y el propio tiempo convertido en materia, "signos rojos aguardando en la noche, /en el naciente día de nuestras manos”.
Por tanto tiempo y lugar estructuran este libro -"El tiempo tiene raíces invisibles/hundidas en la arena de la nada"- en una combinación entre lo cotidiano y lo ancestral, entre lo trivial y lo profundo, creando un espacio lírico con continuas referencias al arte. Un intento de sublimación de lo común por medio de la pintura o la fotografía, como catalizadores en el proceso creativo o como fuente de inspiración. Buen ejemplo es Poeta ante el estanque, construido a partir de una fotografía de Joaquín Romero Murube; también a través de la música como tema propio con un par de poemas dedicados a Bach o el dedicado Mahler por su kindertotenlieder. Un culturalismo en algunos casos forzado y algo gratuito, por lo obvio del planteamiento lírico. La bifurcación entre la experiencia de lo cotidiano y el conocimiento cultural trunca la solvencia poética de Lamillar, demostrada en poemas de libros anteriores como el dedicado al pintor Giorgio Morandi. Quizás único defecto junto al fallido tríptico dedicado a los atentados del 11 de Marzo, en el que la sensual y generosa semántica del autor se vuelve forzada y cargante para un tema que requeriría más austeridad poética.
Vestido de Entretiempo, Juan Lamillar (Sevilla 1957) nos descubre la mística de lo cotidiano, "misterio de la luz cotidiana/ que crecerá despacio”; una poética de las cosas que sustituye a la palabrería del discurso establecido, la banalidad de lo dicho por el entramado de calles laberínticas que crean el instante, el hecho poético “porque abajo gritaban, susurrantes/ la vida y los esbirros disfrazados”.
Es precisamente el instante como lugar poético entre el pasado y el futuro, un Entretiempo que se construye paralelo al presente convirtiéndose en tema propio de su escritura "del que busca/ la incertidumbre de la permanencia/ entre un montón callado de palabras”. Con un ritmo sosegado y un lenguaje sensual, que le permiten analizar la realidad desde el impulso vital de lo vivido, la perplejidad ante el paso del tiempo y la extrañeza del devenir. Lo huidizo del momento, a través del juego entre lo que fue y lo que es, un Entretiempo en el que buscar posibles respuestas: "Aún seguimos buscando/ en el cegado hueco de sus ojos/ las posibles respuestas”.
El rastro de la existencia en lo palpable, un anclaje vital a través de la metafísica de las cosas, de aquello que enraíza: "y yo, callado vivo entre las cosas”. La gravedad de Newton sustituida por la fuerza de atracción de los objetos que nos rodean, creando una dualidad entre noche y día que marcará la vinculación directa del lugar en un tiempo determinado. La materia vulnerable al paso del tiempo y el propio tiempo convertido en materia, "signos rojos aguardando en la noche, /en el naciente día de nuestras manos”.
Por tanto tiempo y lugar estructuran este libro -"El tiempo tiene raíces invisibles/hundidas en la arena de la nada"- en una combinación entre lo cotidiano y lo ancestral, entre lo trivial y lo profundo, creando un espacio lírico con continuas referencias al arte. Un intento de sublimación de lo común por medio de la pintura o la fotografía, como catalizadores en el proceso creativo o como fuente de inspiración. Buen ejemplo es Poeta ante el estanque, construido a partir de una fotografía de Joaquín Romero Murube; también a través de la música como tema propio con un par de poemas dedicados a Bach o el dedicado Mahler por su kindertotenlieder. Un culturalismo en algunos casos forzado y algo gratuito, por lo obvio del planteamiento lírico. La bifurcación entre la experiencia de lo cotidiano y el conocimiento cultural trunca la solvencia poética de Lamillar, demostrada en poemas de libros anteriores como el dedicado al pintor Giorgio Morandi. Quizás único defecto junto al fallido tríptico dedicado a los atentados del 11 de Marzo, en el que la sensual y generosa semántica del autor se vuelve forzada y cargante para un tema que requeriría más austeridad poética.
Entretiempo es un más que recomendable libro que he decidido colocar en mi estantería entre El libro del frío de Antonio Gamoneda y Calor de Manuel Vilas: más allá de lo anecdótico del título, tres generaciones distintas con tres estilos muy diversos que evidencian la débil salud de hierro de la poesía actual a pesar de instituciones, editoriales y público empecinados en condenarla al exilio cultural de unos pocos. Lean poesía, lo agradecerán.
8 comentarios:
Falta la parte final de la crítica. ¿Aquellos que gobiernan este Estado están ejerciendo la censura?. Sospecho que habrá sido un error.
¿Censura? ¡Eso no existe en este Estado! Ni hay gobernantes, sino abnegados súbditos a veces un poco despistados. Dele ud. a F5, que el error debe estar ya subsanado. ¡Y felicidades por el estreno!
Muchas gracias Alejandro y perdona la impertinencia de un simple plebeyo al que le han permitido ejercer de estadista.
Por fin la crítica esperada, aunque no leída a las 8 de la mañana (mis disculpas al autor). Acedo, te felicito por la crítica y estoy contigo a la hora de defender la poesía, que hay versos para todos los gustos.
Este verano, amor y poesía.
He tenido la gracia de leerlo, y meparece un libro vacío- Hay vacío en él.
Muy bien escrito pero falto de.
Gracias.
Cierto Javier hay vacuidad en el libro de Lamillar, tanto en la forma como en el contenido; pero no sabría decir si es intención del autor o defecto. Creo que esa sensación de cercanía de la nada vertebra su poética.¿No es vacío todo lo que nos rodea?.
Sí, y lo demás es silencio!
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