Christopher Marlowe
Ediciones La Palma, 2009
ISBN: 978-84-95037-64-0
77 páginas
10 euros
Traducción e introducción de Antonio Rivero Taravillo
Juan Carlos Sierra
La historia es de sobra conocida: en el transcurso de una fiesta, chico conoce a chica –o viceversa; o cualquiera de las variantes de género que el lector se pueda imaginar-; se gustan –ambos están de muy buen ver-, se enamoran -cada época tiene sus ritmos- y ambos quieren llevar a buen puerto este encuentro –entiéndase aquí por ‘puerto’: tálamo, lecho, cama, catre, piltra,…-; y todo esto en contra o a pesar de las dificultades que plantean las creencias religiosas, los prejuicios sociales, las familias, las torpezas de los principiantes o las presumidas seguridades de los más experimentados.
A esta sucesión de episodios amorosos hemos asistido infinidad de veces como espectadores, como lectores y, últimamente, como internautas. Y lo curioso es que, por más que varíe el soporte y nos sepamos el argumento, no dudamos en continuar la historia hasta ver qué pasa con los dos enamorados. A todos nos gusta, supongo, que todo acabe bien, es decir, un final feliz con su consiguiente ingesta de perdices, pero a veces las cosas no salen como uno quisiera e incluso pueden concluir de la peor manera posible; a saber: Calixto y Melibea, Romeo y Julieta o Hero y Leandro.
Lo curioso de estos últimos, los protagonistas del libro de Christopher Marlowe que aquí nos ocupa, es que la prematura muerte del autor nos privó del final trágico que se ve venir en algunos pasajes de la obra y que nos confirman las versiones anteriores de esta historia debidas fundamentalmente a Ovidio y Museo.
A pesar de conocer el final de la obra, ya sea en sus versiones clásicas completas o en la truncada a Marlowe por las Parcas, el lector del siglo XXI degustará en esta traducción de Antonio Rivero Taravillo el bocado más sabroso de la mitología griega y romana, mezclada sin mucha piedad por Marlowe, y el regusto más permanente en la memoria de algunos tópicos literarios renacentistas y/o isabelinos: el juego amoroso de la mirada que “enciende al corazón y lo refrena” –Garcilaso dixit-, los siervos y señoras del amor cortés, los ímpetus de la pasión disimulados en un lenguaje galante a la manera de Calixto y Melibea, las alusiones al paso cruel del tiempo y, por consiguiente, su inevitable carpe diem,…
Y todo ello en un metro especialmente querido por el renacimiento castellano, el endecasílabo. Antonio Rivero Taravillo, el traductor de este Hero y Leandro de Marlowe, se las ha tenido que ver con la dificultad de no traicionar al original y creo que acertadamente se ha inclinado por esta versión endecasílaba para mantener, en lo referido a la métrica, el sabor renacentista del texto. Asimismo, con idéntico buen criterio, ha obviado la cadencia de los pareados del original inglés, puesto que significaría un exceso en el tour de force que supone toda traducción y, en ésta en concreto, un gasto innecesario de energías que sin duda añadiría dificultades extra de interpretación al lector contemporáneo.
Visitar a los clásicos siempre está bien –sea en latín, en griego o en inglés-, pero si no somos políglotas, basta con que alguien nos los acerque en nuestra lengua en un versión digna como la que ha preparado Antonio Rivero Taravillo para el Hero y Leandro de Christopher Marlowe.
1 comentario:
le tengo gana sa Marlowe, tiene que caer algo ya mismo..
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