Julio Martínez Mesanza y José del Río Mons
Ediciones de la Isla de Siltolá, 2009
ISBN: 978-84-93762-0-4
16 euros
Jesús Cotta
Con fotografía de José del Río Mons y versos de Julio Martínez Mesanza, éste es un libro dedicado exclusivamente a la belleza, pero sin mariposas y sin concesiones al agua fresca. Aquí está desnudo el Jardín de Alá sin oasis ni orientalismos, contemplado desde una atalaya cuyo vigía se consume en la luz o en una noche sin rumor de árboles, en la pasión del amor, en el arrebato de la llamada del infinito y una sed de algo que no logro explicar, pero que atrae como un tambor al combatiente; y nos aleja de las intrigas palaciegas, de las envidias profesionales, de la corte, para encararnos al misterio, a la soledumbre, a la muerte, o a su superación, y al hombre a través de una ascética que a veces desemboca en lo místico. Y uno luego quiere más, pero el libro ahí se detiene porque la segunda parte, la que ellos no han escrito ni fotografiado, se queda vibrando dentro del corazón y la tiene que escribir uno mismo. La combinación de los versos del poeta con las instantáneas del fotógrafo produce un efecto liberador. Leo los versos y luego me pierdo en la imagen y lo más bello de mí quiere irse a una región más alta que no sé dónde está y que yo no sabía que me llamaba hasta que oí estos versos en el desierto. Hay algo lunar e intacto en esas imágenes de inmensos espacios. Quizá sea ese el mayor encanto de la buena fotografía, esa que jamás nos sería revelada si no la captaran unas pupilas geniales, pero que, plasmada en el papel, es ya universal, de nadie, robada al sueño de Dios. Y esos desiertos los recorren y colman los endecasílabos, labrados en pórfido, de Mesanza y dejan en pos un rastro de oro con sus imágenes recias y contundentes que se despliegan dentro de uno mismo, pero no fuera. Una mirada que sólo puede ser de José del Río y una voz que sólo puede ser de Mesanza dan a luz este centauro de palabra e imagen universales y atemporales, un inmenso desierto transverberado por la presencia de la voz humana. Un hombre convertido en un sediento desierto y un desierto sin hombres convertido en categoría humana, y todo en una edición cuidada y primorosa. Por todo ello recomiendo este libro. Teniendo en cuenta que Estado Crítico nació de esa fusión de imagen y palabra, ¿cómo no reseñar este libro?
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