Stone Junction. Una epopeya alquímica
Jim Dodge
Alpha Decay, 2011
ISBN: 978-84-92837-18-2
535 páginas
20 €
Traducción de Mónica Sumoy Gete-Alonso
Prólogo de Thomas Pynchon
Fran G. Matute
Si tuviera que explicarle a un amiguete, así en frío y grosso modo, la sinopsis de Stone Junction (1989) me quedaría algo muy parecido a lo siguiente: esto va de un niño, llamado Daniel Pearse, que se queda huérfano y que va a una especie de escuela de magia donde aprende a desarrollar una serie de cualidades especiales para terminar enfrentándose a un alma maligna que protege una piedra mágica.
Ya me diréis si esto os suena o no a alguna exitosa saga literaria infantil ambientada en el Reino Unido. Pero no quiero decir con lo anterior que la amiga J. K. Rowling haya leído a Jim Dodge. Es más, apostaría lo contrario. Y como las comparaciones son odiosas, nos vamos a centrar más en las evidentes diferencias que existen entre ambas obras. Sí, Harry Potter podría ser un trasunto de Daniel Pearse, pero las asignaturas que se imparten en la Alianza de Magos y Forajidos no tienen nada que ver con el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Para empezar, a Daniel Pearse lo instruyen en las artes del amor, de las drogas, del juego, de los explosivos… y, claro está, de la magia. Todas estas habilidades jugarán luego su rol a medida que avanza esta “epopeya alquímica” y amoldarán la personalidad del protagonista.
Aunque no lo parezca (sobre todo a la vista de las directrices expuestas hasta el momento en esta reseña) Stone Junction es una novela de culto escrita por un autor de culto. Jim Dodge es de esos escritores escurridizos y minoritarios, muy del estilo de Thomas Pynchon (el cual, en un gesto extraordinario, prologa este libro), que pululan por los Estados Unidos de América. La obra de Dodge es realmente escueta: sólo 3 novelas publicadas en los años 80, una colección de poemas y un par de ensayos sobre bioregionalismo. Una obra con una fuerte conexión con la naturaleza, la juventud y la cultura popular en su más amplia acepción. De sus tres novelas, sólo una queda inédita en España (Fup). Las otras dos fueron traducidas en 2008 con el empuje de Kiko Amat, que se hartó de recomendar El cadillac de Big Bopper (1987) y la novela que aquí reseñamos (que por aquél entonces se tituló Introitus Lapidis), que ha sido reeditada, renombrada y adecentada por la editorial en busca de un público más amplio y mejor.
Si se me permite la asimilación, Stone Junction me recuerda a las novelas de S. E. Hinton. Historias en las que los jóvenes deben enfrentarse a un mundo de adultos, en las que nadie adoctrina sobre lo que está bien y lo que está mal, sino que los aprendizajes surgen de la experiencia. Me consta que hay lectores de esta novela (colaboradores de “Estado Crítico”, a más inri) que la consideran pueril e insensata. Pero servidor quiere romper una lanza por esta obra que desvela la aventura del coming-of-age de Daniel Pearse. Una historia de jóvenes contada para adultos, una odisea socrática que transcurre por la América de las carreteras secundarias.
Imbuida de un sutil postmodernismo (prefiero seguir pensando que este es un texto dirigido a infantes en los que la imaginación tiene toda la cabida del mundo), Jim Dodge transita en esta novela territorios comunes a los de su confeso admirador Pynchon, autor que se erige, en este sentido, como una figura cuasi paternal. No pretendemos aquí excedernos en elogios, pero si nos gustaría dejar constancia de que Stone Junction debería ser leída por todo hijo de vecino (y que cada cual juzgue su pretendida profundidad) y que dicha lectura debería hacerse con el mismo espíritu libre con el que fue escrita hace ya más de veinte años.
Jim Dodge
Alpha Decay, 2011
ISBN: 978-84-92837-18-2
535 páginas
20 €
Traducción de Mónica Sumoy Gete-Alonso
Prólogo de Thomas Pynchon
Fran G. Matute
Si tuviera que explicarle a un amiguete, así en frío y grosso modo, la sinopsis de Stone Junction (1989) me quedaría algo muy parecido a lo siguiente: esto va de un niño, llamado Daniel Pearse, que se queda huérfano y que va a una especie de escuela de magia donde aprende a desarrollar una serie de cualidades especiales para terminar enfrentándose a un alma maligna que protege una piedra mágica.
Ya me diréis si esto os suena o no a alguna exitosa saga literaria infantil ambientada en el Reino Unido. Pero no quiero decir con lo anterior que la amiga J. K. Rowling haya leído a Jim Dodge. Es más, apostaría lo contrario. Y como las comparaciones son odiosas, nos vamos a centrar más en las evidentes diferencias que existen entre ambas obras. Sí, Harry Potter podría ser un trasunto de Daniel Pearse, pero las asignaturas que se imparten en la Alianza de Magos y Forajidos no tienen nada que ver con el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Para empezar, a Daniel Pearse lo instruyen en las artes del amor, de las drogas, del juego, de los explosivos… y, claro está, de la magia. Todas estas habilidades jugarán luego su rol a medida que avanza esta “epopeya alquímica” y amoldarán la personalidad del protagonista.
Aunque no lo parezca (sobre todo a la vista de las directrices expuestas hasta el momento en esta reseña) Stone Junction es una novela de culto escrita por un autor de culto. Jim Dodge es de esos escritores escurridizos y minoritarios, muy del estilo de Thomas Pynchon (el cual, en un gesto extraordinario, prologa este libro), que pululan por los Estados Unidos de América. La obra de Dodge es realmente escueta: sólo 3 novelas publicadas en los años 80, una colección de poemas y un par de ensayos sobre bioregionalismo. Una obra con una fuerte conexión con la naturaleza, la juventud y la cultura popular en su más amplia acepción. De sus tres novelas, sólo una queda inédita en España (Fup). Las otras dos fueron traducidas en 2008 con el empuje de Kiko Amat, que se hartó de recomendar El cadillac de Big Bopper (1987) y la novela que aquí reseñamos (que por aquél entonces se tituló Introitus Lapidis), que ha sido reeditada, renombrada y adecentada por la editorial en busca de un público más amplio y mejor.
Si se me permite la asimilación, Stone Junction me recuerda a las novelas de S. E. Hinton. Historias en las que los jóvenes deben enfrentarse a un mundo de adultos, en las que nadie adoctrina sobre lo que está bien y lo que está mal, sino que los aprendizajes surgen de la experiencia. Me consta que hay lectores de esta novela (colaboradores de “Estado Crítico”, a más inri) que la consideran pueril e insensata. Pero servidor quiere romper una lanza por esta obra que desvela la aventura del coming-of-age de Daniel Pearse. Una historia de jóvenes contada para adultos, una odisea socrática que transcurre por la América de las carreteras secundarias.
Imbuida de un sutil postmodernismo (prefiero seguir pensando que este es un texto dirigido a infantes en los que la imaginación tiene toda la cabida del mundo), Jim Dodge transita en esta novela territorios comunes a los de su confeso admirador Pynchon, autor que se erige, en este sentido, como una figura cuasi paternal. No pretendemos aquí excedernos en elogios, pero si nos gustaría dejar constancia de que Stone Junction debería ser leída por todo hijo de vecino (y que cada cual juzgue su pretendida profundidad) y que dicha lectura debería hacerse con el mismo espíritu libre con el que fue escrita hace ya más de veinte años.
9 comentarios:
Me encantó 'El cadillac de Big Bopper', y las 50 páginas que llevo de esta vieja-nueva novela no me están defraudando en absoluto... Una gran recomendación, sin duda.
No puedo estar en más frontal desacuerdo no con tu crítica, que está muy bien escrita, pero sí con tu valoración de esta novela.
Sigo pensando que Stone Junction es una novela no ya mala sino pésima, y que resulta tramposa, absurda (en mal sentido de la palabra), trasnochada y tremendamente pretenciosa. Es la peor novela de los 60 posible, con el agravante de que ni siquiera tiene la disculpa de ser un producto de una época, puesto que apareció 20 ó 30 años después.
Para no ser gratuitamente destructivo voy a argumentar mi crítica, como has hecho tú. Pienso que no se puede desactivar la pretendida carga moral y política de este libro escondiéndolo bajo el paraguas de "fábula" o cuento de hadas (por más que tu analogía con la saga de Potter sea ingeniosa). Stone Junction no es una novela para niños, y no debería ser leída jamás por un niño, ya que trata de vicios, depravación, subversión, drogas, juego, etc.. Otra cosa es que mole a los adolescentes.
Los viajes de Gulliver tampoco era ingantil y ha acabado siendo un clásico para niños merced a las mutilaciones sufridas, pero si aquella obra presentaba un peso específico filosófico y una moral, además de una clara advertencia a la humanidad, Stone Junction solo presenta una invitación al hedonismo, y como mucho, la moraleja podría ser "sé fiel a ti mismo", lo que reconozco que ya es algo.
Pero a mi entender, este libro no es inocente, es muy ambicioso, y pretende trazar una cosmogonía, "el mundo es así", pretende ser una especie de Thoreau o de Pynchon, a excepción de que Jim Dodge no les llega a ambos ni a la suela de los zapatos (al menos en esta obra, única suya que he leído).
La trama de Stone Junction es episódica, y sí podría verse como una novela picaresca americana, onda Huckleberry Finn, a diferencia de que esta fue el reflejo de una época, y como tal ha pasado a la historia, mientras que aquella es un refrito de tópicos heredados: los hippies, las guarrillas libertarias, el buen salvaje, el buen forajido, el estado opresor, la conjura de los necios, la cultura de la droga como forma de conocimiento... todo ello mezclado en una papilla que amí me resultó francamente aburrida y mal escrita.
Perdón por extenderme tanto, solo lo he hecho para dar un poco de vidilla al blog, y siempre desde el respeto al respeto al reseñador a todos los lectores de Estado Crítico.
Estimado José María:
Tu contra-crítica está tan excelentemente argumentada que no hay reproche alguno. Este es uno de esos casos en que los temas de la novela que a tí te repelen son precisamente los que a mí (y a Thomas Pynchon) me enganchan. Creo que algo parecido nos sucedió una vez debatiendo la película de Truffaut "La piel suave"... ¿recuerdas?...
No pretendo considerar "Stone Junction" como una novela pivotal ni básica ni clásica, pero sí me ha parecido muy experiencial. Me encantan las historias sobre el coming-of-age y por eso citaba a S.E. Hinton en mi reseña (autora arquetípica del angst juvenil de los 60) cuya obra curiosamente vivió su fervor popular en los 80, época a la que pertenece "Stone Junction" (esta es la única conexión generacional que he encontrado para contextualizar este libro de Jim Dodge, la verdad).
En conclusión: si alguna vez tuviera un hijo (dIOS no lo quiera), le incitaría a leerla...
Otra vez Pynchon. ¿Pero éste no era el tipo que no salía en ningún sitio? Me vais a moler a palos, pero creo que este señor, definitivamente, está sobrevalorado.
Pues mira, Dani. No sólo no te voy a moler a palos, sino que te voy a dar un poquito la razón. ¿Que Pynchon esta sobrevalorado? Posiblemente. En mi opinión, que un señor sea alabado por hacer lo que le sale de los huevos (literariamente hablando) es bastante peliaguado.
La obra de Pynchon no tiene parangón y puede ser igualmente criticada en exceso como en defecto. Del mismo modo, su gusto crítico puede ser puesto en entredicho.
Hay muy poco libros que el amigo Pynchon se haya atrevido a recomendar en público ("Even cowgirls get the blues", "Warlock"...) y el hecho de que haga el prólogo de "Stone Junction" da que pensar. O es muy bueno o es una mierda pretenciosa. Ocurre lo mismo con el libro de Richard Fariña (que también prologa y que no sabe uno muy bien por dónde cogerlo).
Ahí mismo reside la belleza de esto a lo que llamamos "crítica literaria". Pero de momento, yo soy de los que está en el lado de Pynchon. Apoyo absoluto e incondicional...
Me permito introducir una pregunta a propósito del comentario de Moraga, y dado que os considero a los tres buenos conocedores de la literatura yanqui contemporánea, y yo no lo soy: ¿Es posible una novela americana -"de la América profunda", me veo tentado a decir- que prescinda de los tópicos? Es más, ¿es posible viajar físicamente a los Estados Unidos sin sentirse completamente rodeado de ellos? Las calidades en el modo de narrar pueden ser discutibles -ya dije que el medio centenar de páginas que llevo de S.J. no me parecen ningún despropósito- pero tampoco imagino a Tarantino o los Coen, por ejemplo, contando una historia sin recurrir a los mil arquetipos heredados, y no siempre los menos trillados.
Lo que llamamos tópicos americanos son el equivalente a la cultura griega y romana que hemos mamado los países europeos y sobre todo los mediterráneos. Pensemos que para los americanos, la conquista del Oeste es lo más parecido a la Odisea de Homero (de ahí que se diga en todos lados que la temática "western" es el equivalente a la épica griega). Así que me parece imposible evitar esos "tópicos", ya que forman parte del ADN de la cultura. Lo que sí podríamos debatir es si esos tópicos no son más bien referidos al americano sureño (introducidos por Mark Twain and company, como apuntaba José) que a otra cosa y, por tanto, no son representativos.
En cualquier caso, creo entender de la crítica de José a "Stone Junction" (y que él me corrija si me equivoco) que su pega no reside en que la novela muestre esos tópicos sino que lo haga sin un propósito aparente o de forma injustificada (según entiendo de sus palabras, de forma "moralmente" injustificada).
Os propongo un juego de agudeza visual: si sustituimos a Daniel Pearse por Ulises ¿no nos queda "Stone Junction" algo bastante parecido a "La Odisea"?...
Contestando a Alejandro y a Fran:
Pienso que al hablar de tópicos hay que precisar. Mi crítica no es a que aparezcan tópicos en el sentido de temas clásicos universales (como el tempus fugit, etc) sino tópicos en el sentido de estereotipos. Ej. Los andaluces somos todos unos vagos, los ancianos indios americanos son todos sabios y místicos, en los 60 las jipies eran guarrillas, y así.
Creo que Fran ha sabido entender el motivo de mi crítica: el uso injustificado de dichos tópicos. Si la novela tuviera un mensaje antisocial o inmoral no me molestaría, salvo que no se lo encuentro, no encuentro un verdadero andamio ideológico detrás, a no ser una vaga invitación a la rebeldía para la que, francamente, no era necesario escribir 500 y pico páginas.
Por otra parte, no estoy en contra ni me molesta que haya tópicos = estereotipos americanos si esto se pone al servicio de algo. Cuando leo los libros de Tom Wolfe, Hunter S. Thompson, Vonnegut and company de hace 40-50 años puedo encontrar referencias a la contracultura, la ecología o las drogas que hoy día resultan trasnochadas pero tienen el valor documental de estar reflejando una época. Lo ridículo es la época, no la obra que genera. Si hoy día escribo una novela de jipies o de la República y meto el LSD o a Lorca sin ton ni son, solo para ambientar, ahí es cuando estoy en contra.
Por volver a la obra de Twain, cuando él escribio Huckleberry Finn o Tom Sawyer, él solo buscaba entretener y ganar dinero, no ser un gurú sociocultural, lo que pasa es que lo hizo tan bien que con el tiempo la gente lo ha reconocido como clásico. La balsa del Mississippi, el negro tonto, el niño vagabundo, la libertad del río, etc... entonces no eran tópicos, hoy día sí lo serían porque ya han sido utilizados muchas veces, mientras que Twain los estaba creando (sin darse cuenta, a lo mejor).
Hola a todos. Precisamente ayer empecé a leearla para reseñarla en otro sitio y, en efecto, me recordó a Twain o al Kim de Kipling (salvando muchas distancias, claro), pero todavía me quedan unas cuantas páginas para saber si es una lectura que vale la pena. Respecto a Pynchon, no me importa ser polémico: no sé cómo va estar sobrevalorado "el más grande de los escritores vivos" (no soy el único que piensa eso)
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