Santiago Alba Rico
Caballo de Troya, 2010
ISBN: 978-84-96594-52-4
240 páginas
15,90 €
Carolina León
Imaginemos una segunda parte de las Historias de cronopios y de famas: una en la que los famas hacen el mundo, mientras que son los cronopios los que lo cuentan. Aquellos seres medio antipáticos, fríos, realistas, aguafiestas, calculadores y proactivos, esos son los que gobiernan (hasta aquí, poca diferencia con la realidad). Aquellos otros un poco absurdos, un tanto calamitosos, abiertos a lo imposible, a la maravilla y a la mirada poética han okupado las redacciones de los diarios.
Regresemos al aquí y ahora: en esta cotidianidad zafia vivimos una crisis tras otra. Para Santiago Alba Rico, la crisis económica puede que no sea tan importante como la de la realidad -que por algo es filósofo- y esa otra, abrumadora, que está dinamitando la profesión periodística-. Y ¿qué nos propone para combatirla? No fantasía, no un mundo paralelo donde todo sale bien, no una realidad edulcorada y dineylandizada. No fábulas edificantes, sino estas Noticias: con apariencia de auténticas, dentro de un contexto, con fecha y nombre del medio. El primer sentimiento de descoloque en el lector puede venir, justamente, de ese entorno, pero a medida que pase las páginas podrá darse cuenta de la cualidad de la propuesta: hay una realidad que pasa todos los días, una normalidad completamente anormal que nos circunda a todos; sentimientos, pasmos, memorias, acontecimientos cotidianos, fantasmas, injusticias que no forman parte del mundo narrado en los medios de comunicación porque, simplemente, ninguna de esas cosas cotiza en bolsa.
“Acusado de asesinato después de desconectar el aparato del que dependía la vida de toda su familia”, “6.700 millones de personas sobreviven al fin del mundo”, “Se durmieron profunda y apaciblemente”, “Pierde el control y no viola a la prisionera”: son algunos de los titulares de las Noticias que escriben estos esforzados mediadores entre la realidad y nosotros. Hay otros formatos, otros desarrollos, que se sitúan más del lado de lo fantástico, o de lo posible improbable, como ese “Recortes presupuestarios” que nos anuncia: “Los ciempiés tendrán sólo noventa patas”; o como esa plaga de zapatos, primera pandemia que aqueja privilegiadamente a los más pudientes. Por supuesto, lo mejor de estas noticias rara vez está en sus titulares.
Porque el cronopio cortazariano (con el que estamos haciendo el juego de paralelismos, pero a quien no le debe gran cosa este libro) es también capaz de mostrar lo más terrible de este mundo en una forma elegante, marketiniana: “Haga sueño su realidad. No nos engañemos: usted nunca podrá tener una casa decente, un salario digno...”, etc. Los redactores de estas noticias pueden, además de todo lo dicho, arrancar muchos velos.
En el libro de Alba Rico, algunos lectores se pueden sentir un tanto náufragos: no se acomoda a género, no sigue normas. Gasta un poco de cada disciplina: desde la poesía al periodismo, en casi todas sus concreciones, pero también mucho del panfleto. Todos estos ingredientes arrojados al crisol dan estos breves fragmentos, cada noticia, que sólo con mirada miope podremos entender como “inventada”. El vehículo literario le sirve al escritor para elaborar temas, ideas y consignas de su forma de enfrentarse al mundo: cuando lees Noticias en contraste con la lectura de un periódico cualquiera, auténtico, no se siente en verdad ni más absurdo ni más extraño.
Es cierto que hay momentos mejores que otros. Hay hallazgos preciosos, junto a textos que se sienten de relleno. “Denuncia al Ministerio de Comunicación (...) por fallos reiterados en su detector de momentos reales”: varias noticias nos hablan de este dispositivo -demanda aún no satisfecha por los fabricantes de pequeño electrodoméstico-, en donde no deja de sentirse un escalofriante paralelismo con, por ejemplo, los dispositivos móviles que incorporan “realidad aumentada”. Al dueño del aparatejo “le pareció sentir una especie de emoción que tenía que ver con la existencia del mundo”: mientras que Santiago Alba Rico no pretende salvar la literatura (ni el periodismo) con este libro, su lectura puede deparar muchos y grandes momentos de una sensación cercana a la de tener delante la posibilidad de cierta redención.
Regresemos al aquí y ahora: en esta cotidianidad zafia vivimos una crisis tras otra. Para Santiago Alba Rico, la crisis económica puede que no sea tan importante como la de la realidad -que por algo es filósofo- y esa otra, abrumadora, que está dinamitando la profesión periodística-. Y ¿qué nos propone para combatirla? No fantasía, no un mundo paralelo donde todo sale bien, no una realidad edulcorada y dineylandizada. No fábulas edificantes, sino estas Noticias: con apariencia de auténticas, dentro de un contexto, con fecha y nombre del medio. El primer sentimiento de descoloque en el lector puede venir, justamente, de ese entorno, pero a medida que pase las páginas podrá darse cuenta de la cualidad de la propuesta: hay una realidad que pasa todos los días, una normalidad completamente anormal que nos circunda a todos; sentimientos, pasmos, memorias, acontecimientos cotidianos, fantasmas, injusticias que no forman parte del mundo narrado en los medios de comunicación porque, simplemente, ninguna de esas cosas cotiza en bolsa.
“Acusado de asesinato después de desconectar el aparato del que dependía la vida de toda su familia”, “6.700 millones de personas sobreviven al fin del mundo”, “Se durmieron profunda y apaciblemente”, “Pierde el control y no viola a la prisionera”: son algunos de los titulares de las Noticias que escriben estos esforzados mediadores entre la realidad y nosotros. Hay otros formatos, otros desarrollos, que se sitúan más del lado de lo fantástico, o de lo posible improbable, como ese “Recortes presupuestarios” que nos anuncia: “Los ciempiés tendrán sólo noventa patas”; o como esa plaga de zapatos, primera pandemia que aqueja privilegiadamente a los más pudientes. Por supuesto, lo mejor de estas noticias rara vez está en sus titulares.
Porque el cronopio cortazariano (con el que estamos haciendo el juego de paralelismos, pero a quien no le debe gran cosa este libro) es también capaz de mostrar lo más terrible de este mundo en una forma elegante, marketiniana: “Haga sueño su realidad. No nos engañemos: usted nunca podrá tener una casa decente, un salario digno...”, etc. Los redactores de estas noticias pueden, además de todo lo dicho, arrancar muchos velos.
En el libro de Alba Rico, algunos lectores se pueden sentir un tanto náufragos: no se acomoda a género, no sigue normas. Gasta un poco de cada disciplina: desde la poesía al periodismo, en casi todas sus concreciones, pero también mucho del panfleto. Todos estos ingredientes arrojados al crisol dan estos breves fragmentos, cada noticia, que sólo con mirada miope podremos entender como “inventada”. El vehículo literario le sirve al escritor para elaborar temas, ideas y consignas de su forma de enfrentarse al mundo: cuando lees Noticias en contraste con la lectura de un periódico cualquiera, auténtico, no se siente en verdad ni más absurdo ni más extraño.
Es cierto que hay momentos mejores que otros. Hay hallazgos preciosos, junto a textos que se sienten de relleno. “Denuncia al Ministerio de Comunicación (...) por fallos reiterados en su detector de momentos reales”: varias noticias nos hablan de este dispositivo -demanda aún no satisfecha por los fabricantes de pequeño electrodoméstico-, en donde no deja de sentirse un escalofriante paralelismo con, por ejemplo, los dispositivos móviles que incorporan “realidad aumentada”. Al dueño del aparatejo “le pareció sentir una especie de emoción que tenía que ver con la existencia del mundo”: mientras que Santiago Alba Rico no pretende salvar la literatura (ni el periodismo) con este libro, su lectura puede deparar muchos y grandes momentos de una sensación cercana a la de tener delante la posibilidad de cierta redención.
3 comentarios:
He leído este libro. Valoro su originalidad, pero echo en falta un mayor trabajo de cribado. Hay muchas "noticias" que deberían haberse quedado fuera porque simplemente no superan el filtro. Después, como tú bien dices, hay algunos hallazgos hermosos. De todas formas, después de transcurridos algunos meses de su lectura, el regusto es más bien de indiferencia. Buena idea, buenas intenciones, pero una plasmación a mi juicio algo fallida. Lectura simpática para los ratos de W.C.
Y sí, no todo el libro es excelente. Me quedo con el destilado revolucionario que nos permite mirar lo "cotidiano", lo "normal" y lo "noticiable" como auténticas anomalías. Esto se hace muy a menudo en literaturas poéticas, aunque creo que el calado es mayor en esta forma. Sí, también lo he visto en algunos W.C.
grande, ya estoy retomándolo, gracias por mencionarlo
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