Poesía para niños de 4 a 120 años. Antología de autores contemporáneos
VV.AA. Edición de Jesús Cotta, José María Jurado y Javier Sánchez Menéndez
Ediciones La Isla de Siltolá, 2010. Colección Agua
ISBN: 978-84-15039-38-9
244 páginas
22 euros
Juan Carlos Sierra
Siempre que se me cruza una antología por el camino de mis lecturas me acuerdo de la frase que dejara escrita Francisco Ribes en su libro de 1963 Poesía última: “Toda antología constituye un error”. Y será el tiempo quien determine esos fallos, ya que es él quien pondrá a cada antologado y a cada antólogo en el sitio que le corresponde dentro de la historia de la literatura.
No obstante, parece que la cita se refiere más bien a las antologías generacionales o ‘epocales’, es decir, a aquellas que pretenden establecer en tiempo real –sin la perspectiva que proporcionan los años- el camino por el que discurren la poesía de última hora y sus voces pretendidamente más punteras.
Sin embargo, existe otro tipo de antologías que podríamos calificar como ‘temáticas’ y en las que los errores no los establece el tiempo: poetas suicidas, mujeres poetas de cierto periodo, mejores sonetos de la historia de la literatura, poetas marítimos, poesía solidaria, poesía macabra hispanoamericana, poemas dedicados al 11-M,…
De entre éstas, últimamente proliferan las dedicadas no tanto a los niños, sino más bien a todo aquel lector –o no lector- en cuyo horizonte no cabe o no existe la poesía. Se trata de antologías que tratan de seducir, de convencer, de atraer a quien no pasó de los poetas que obligatoriamente tocaban en las clases de literatura del bachillerato. Los argumentos que esgrimen los autores de este tipo especial de antologías son tan variados y variopintos como ellos mismos.
Los editores de esta Poesía para niños de 4 a 120 años. Antología de autores contemporáneos –Jesús Cotta, José María Jurado y Javier Sánchez Méndez- dejan clara y líricamente las suyas en el prólogo que componen a seis manos. De entre sus razones para componer esta Poesía para niños de 4 a 120 años, destaca su objetivo primero “volver a la infancia”, pero una infancia repleta de las palabras, el ritmo y la música de la poesía porque “si ponemos la semilla del poema en el corazón del niño, le habremos regalado al hombre un salvoconducto para abordar las afrentas de la vida”. Y, sobre todo, no vale caer en lo cursilón, en el “cuchicuchi” o el “tralarí tralará”, peligro en el que tropiezan muchos de los textos dedicados a los niños y sobre el que ya advirtió Luis García Montero en su libro de 1999 Lecciones de poesía para niños inquietos.
En poesía pasa a veces que la teoría no se lleva bien con la práctica o que esta última a veces contradice a la primera. En este sentido, el libro que reseñamos no cae en incoherencias y efectivamente trata al lector niño –de 4 a 120 años- con la dignidad que se merece, sin ‘cuchicuchis’ ni ‘tralarí tralarás’, y acierta a seleccionar algunos poemas excelentes como, por ejemplo, los de Miguel d’Ors o Jesús Cotta, que poseen la virtud esencial de entrar de lleno en el resbaladizo terreno de la ternura sin trucos ni tonterías para niños repipis.
Pero como decíamos al principio, “toda antología constituye un error” y esta no va a ser menos. Se echan en falta algunos autores contemporáneos -¿existe algún lobby oculto entre los seleccionados?- y algunos de los antologados –y no precisamente los menos conocidos- bajan un poco el nivel general que mantiene el libro.
No obstante, se trata de pecados veniales que no desmerecen al conjunto, porque, en palabras de los prologuistas, “esta poesía buena y sencilla, sin afectaciones infantilotas, pero sin desesperaciones adultas, salva al niño de la fealdad y al niño que el adulto se empeña en matar”. Doy fe.
VV.AA. Edición de Jesús Cotta, José María Jurado y Javier Sánchez Menéndez
Ediciones La Isla de Siltolá, 2010. Colección Agua
ISBN: 978-84-15039-38-9
244 páginas
22 euros
Juan Carlos Sierra
Siempre que se me cruza una antología por el camino de mis lecturas me acuerdo de la frase que dejara escrita Francisco Ribes en su libro de 1963 Poesía última: “Toda antología constituye un error”. Y será el tiempo quien determine esos fallos, ya que es él quien pondrá a cada antologado y a cada antólogo en el sitio que le corresponde dentro de la historia de la literatura.
No obstante, parece que la cita se refiere más bien a las antologías generacionales o ‘epocales’, es decir, a aquellas que pretenden establecer en tiempo real –sin la perspectiva que proporcionan los años- el camino por el que discurren la poesía de última hora y sus voces pretendidamente más punteras.
Sin embargo, existe otro tipo de antologías que podríamos calificar como ‘temáticas’ y en las que los errores no los establece el tiempo: poetas suicidas, mujeres poetas de cierto periodo, mejores sonetos de la historia de la literatura, poetas marítimos, poesía solidaria, poesía macabra hispanoamericana, poemas dedicados al 11-M,…
De entre éstas, últimamente proliferan las dedicadas no tanto a los niños, sino más bien a todo aquel lector –o no lector- en cuyo horizonte no cabe o no existe la poesía. Se trata de antologías que tratan de seducir, de convencer, de atraer a quien no pasó de los poetas que obligatoriamente tocaban en las clases de literatura del bachillerato. Los argumentos que esgrimen los autores de este tipo especial de antologías son tan variados y variopintos como ellos mismos.
Los editores de esta Poesía para niños de 4 a 120 años. Antología de autores contemporáneos –Jesús Cotta, José María Jurado y Javier Sánchez Méndez- dejan clara y líricamente las suyas en el prólogo que componen a seis manos. De entre sus razones para componer esta Poesía para niños de 4 a 120 años, destaca su objetivo primero “volver a la infancia”, pero una infancia repleta de las palabras, el ritmo y la música de la poesía porque “si ponemos la semilla del poema en el corazón del niño, le habremos regalado al hombre un salvoconducto para abordar las afrentas de la vida”. Y, sobre todo, no vale caer en lo cursilón, en el “cuchicuchi” o el “tralarí tralará”, peligro en el que tropiezan muchos de los textos dedicados a los niños y sobre el que ya advirtió Luis García Montero en su libro de 1999 Lecciones de poesía para niños inquietos.
En poesía pasa a veces que la teoría no se lleva bien con la práctica o que esta última a veces contradice a la primera. En este sentido, el libro que reseñamos no cae en incoherencias y efectivamente trata al lector niño –de 4 a 120 años- con la dignidad que se merece, sin ‘cuchicuchis’ ni ‘tralarí tralarás’, y acierta a seleccionar algunos poemas excelentes como, por ejemplo, los de Miguel d’Ors o Jesús Cotta, que poseen la virtud esencial de entrar de lleno en el resbaladizo terreno de la ternura sin trucos ni tonterías para niños repipis.
Pero como decíamos al principio, “toda antología constituye un error” y esta no va a ser menos. Se echan en falta algunos autores contemporáneos -¿existe algún lobby oculto entre los seleccionados?- y algunos de los antologados –y no precisamente los menos conocidos- bajan un poco el nivel general que mantiene el libro.
No obstante, se trata de pecados veniales que no desmerecen al conjunto, porque, en palabras de los prologuistas, “esta poesía buena y sencilla, sin afectaciones infantilotas, pero sin desesperaciones adultas, salva al niño de la fealdad y al niño que el adulto se empeña en matar”. Doy fe.
6 comentarios:
¿Lobby en cuarenta y tantos poetas de sus padres y madres?
La ignorancia del crítico es tan moderna como su propia "lobbycracia".
Querido "Un lobby", me sorprende que solo repare en uno de los párrafos de la reseña, cuando el resto deja en muy buen lugar al libro y a quienes lo han trabajado con tan buen gusto. ¿Será que algo de cierto hay en la apreciación de este ignorante crítico cuando usted se siente aludido?
Todos sabemos que en muchas antologías se echa mano de afinidades, amistades,... lo cual no deja de ser legítimo. Lo que a cualquiera medianamente familiarizado con la poesía española contempránea le llamaría la atención es que existe una línea -ideológica, editorial,...- muy clara que une a nombres como Miguel d'Ors, Luis Alberto de Cuenca o Abel Feu por poner un ejemplo, lo cual -insisto- sigue siendo lícito. Al fin y al cabo, está en mano de los antólogos decidir quién entra o no en su libro por las razones que ellos estimen oportunas.
Pero todo esto no deja de ser una apreciación de un crítico ignorante, porque puede ser que, parafraseando la cita de Francisco Ribes, "toda crítica constituye un error" y esta contenga alguno que otro.
En cualquier caso, me alegra saber que entre quienes pasan por este blog hay gente entusiasta de la poesía y con espíritu crítico, que no comparte necesariamente la opinión que en él se expresa y que lo pone de manifiesto.
Gracias por el comentario.
La reseña me parece excelente y muy generosa. Hay comentarios, sin embargo, que se descalifican solos, suelen ser anónimos y resentidos. Dan pereza.
No sólo la reseña es muy buena y generosa, antónio, sino que el comentario del lobby dice mucho del crítico que, aun estando interesado en el libro, comenta lo que le parece comentable y que otros no dicen. Y no lo dicen no porque no sea obvio, sino porque más que criticar el libro, pretenden ser admitidos y considerados por los autores de ese... llamémosle lobby.
Aunque es cierto que hay autores que se podrían considerar opuestos a ese lobby, como García Martín o José Luis Piquero.
De todas formas, es cierto que el último premio de la editorial lo ha ganado uno de los considerados "cachorros" de ese lobby.
Repito: la reseña no sólo es buena, sino generosa, muy generosa.
Los lobbys son como las meigas: existir no existen, pero haberlos, haylos. Ni me sorprenden ni me molestan en el sumario. Lo que sí reprocharía afectuosamente a los antólogos es que se hayan incluido a sí mismos. Y no porque no me guste lo que escriben (de varios he escrito públicamente mi opinión más que positiva). Saludos para todos.
Es cierta esa aclaración, Alejandro. De todas formas lo que sí sería reprochable, muy reprochable diría yo, es que se incluyeran en esas otras antologías que el reseñista llama "generacionales" o "epocales". En las antologías como esta, que llama "temáticas", no me molesta tanto.
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