Óscar Gual
DVD Ediciones, 2010
ISBN: 978-84-92975-03-7
248 páginas
15 euros
Carolina León
Según nos cuenta Óscar Gual, la Sopa-S es el último grito en drogas sintéticas: hace que cuerpo y mente se focalicen en un único elemento/factor, centrando el deseo -eso quiere decir: cerrándose a las dispersiones. Que vivimos en un mundo de sobrealimentación simbólica, un "panóptico comestible" que diría Beatriz Preciado y, sin embargo, nos sentimos cada día más pobres y vacíos, no es algo que venga yo a descubrir de pronto en esta reseña. Pero ¿qué es Fabulosos monos marinos? No queda muy claro.
Me acuerdo del gesto de horror y repulsión de mi acompañante en aquel lejano día en que vi en el cine Crash, de David Cronenberg. Si Fabulosos monos marinos fuese una película o una serie se ganaría espectadores como aquél. Para empezar, está lleno de experimentos. A lo largo de sus cuentos puedes sentirte como si estuvieses evolucionando a través de las pantallas de un videojuego, o incluso cambiando de uno a otro en la consola, sin parar; puedes saltar entre paradigmas estilísticos sin apenas transición, y en cada nuevo cuento, cuando creías que ya tenías dominadas las coordenadas para la lectura, caer sin red; a mitad de libro, creerás que tu volumen ha sido asaltado por un dj literario (ésta no es una idea mala, aunque probablemente la olvide dentro de quince segundos) que pone ante tus ojos algunas de las más radicales tendencias narrativas.
Junto a esta completa ausencia de certezas y al ninguneo del lector, algunos elementos están ahí para servir de asidero, aunque nunca puedas agarrarte muy firmemente en ellos. Está la ciudad, Sierpe, en la que se sitúa buena parte de los relatos; el psiquiatra moderno “de escuela americana”, con la curiosa manía de masajearse los huevos a todas horas; algunos nombres de personajes, ora aparición fortuita, ora protagonista; está el crimen, el narcotráfico, el correr de sustancias que alteran o anulan identidades, la abyección y el parasitarismo de muchas formas de vida descritas; está, realmente, como hilo unificador de este amasijo, una negritud apocalíptica que proviene de nada y va hacia la nada.
Uno de los cuentos más sorprendentes -por su construcción, por el cierto humorismo que lo recorre- es "La loca historia de cómo el Círculo Nihilista de Dresde es refundado y disuelto de nuevo en la ciudad de Los Ángeles, California". “No puedo estar seguro de nada. Ni de que esos tipos con toallas hayan invidado Kuwait. No podemos cerciorarnos de ello”, se dice ahí. La colección de relatos que hace la “graduación” de Gual (antes Cut & Roll, DVD Ediciones, 2008) resulta un ejercicio de coraje en la búsqueda de formas de narrar propias, que no vengan contaminadas por la actualidad y eviten los caminos más trillados. Y a la vez me parece una lucha contracorriente por entre toneladas de referencias, paquetes simbólicos y lenguajes narrativos (que van más allá de lo literario) para, al final, devolver estos cuentos. A tenor de la dispersión sensorial y la avalancha de distracciones que acosa al creador, titánica lucha. Pero, además, dentro de estos cuentos la metáfora se sostiene, se ahonda y se tensa. Puede flojear por muchos aspectos -esa misma dispersión que vengo reseñando será, para otros críticos, un problema-. A mis ojos es un honesto ejercicio y una recomendable colección de fábulas esquizoides.
Ok, vuelvo a recordar al acompañante de aquella sesión de cine: pongo recomendable en cursiva. Este libro, como uno de Ballard o una de Cronenberg, se empeña en recrear no un “mundo enfermo” inexistente, sino las enfermedades de este nuestro mundo. Que juntas y a palo seco, sin ración de Sopa-S, duelen mucho más.
Me acuerdo del gesto de horror y repulsión de mi acompañante en aquel lejano día en que vi en el cine Crash, de David Cronenberg. Si Fabulosos monos marinos fuese una película o una serie se ganaría espectadores como aquél. Para empezar, está lleno de experimentos. A lo largo de sus cuentos puedes sentirte como si estuvieses evolucionando a través de las pantallas de un videojuego, o incluso cambiando de uno a otro en la consola, sin parar; puedes saltar entre paradigmas estilísticos sin apenas transición, y en cada nuevo cuento, cuando creías que ya tenías dominadas las coordenadas para la lectura, caer sin red; a mitad de libro, creerás que tu volumen ha sido asaltado por un dj literario (ésta no es una idea mala, aunque probablemente la olvide dentro de quince segundos) que pone ante tus ojos algunas de las más radicales tendencias narrativas.
Junto a esta completa ausencia de certezas y al ninguneo del lector, algunos elementos están ahí para servir de asidero, aunque nunca puedas agarrarte muy firmemente en ellos. Está la ciudad, Sierpe, en la que se sitúa buena parte de los relatos; el psiquiatra moderno “de escuela americana”, con la curiosa manía de masajearse los huevos a todas horas; algunos nombres de personajes, ora aparición fortuita, ora protagonista; está el crimen, el narcotráfico, el correr de sustancias que alteran o anulan identidades, la abyección y el parasitarismo de muchas formas de vida descritas; está, realmente, como hilo unificador de este amasijo, una negritud apocalíptica que proviene de nada y va hacia la nada.
Uno de los cuentos más sorprendentes -por su construcción, por el cierto humorismo que lo recorre- es "La loca historia de cómo el Círculo Nihilista de Dresde es refundado y disuelto de nuevo en la ciudad de Los Ángeles, California". “No puedo estar seguro de nada. Ni de que esos tipos con toallas hayan invidado Kuwait. No podemos cerciorarnos de ello”, se dice ahí. La colección de relatos que hace la “graduación” de Gual (antes Cut & Roll, DVD Ediciones, 2008) resulta un ejercicio de coraje en la búsqueda de formas de narrar propias, que no vengan contaminadas por la actualidad y eviten los caminos más trillados. Y a la vez me parece una lucha contracorriente por entre toneladas de referencias, paquetes simbólicos y lenguajes narrativos (que van más allá de lo literario) para, al final, devolver estos cuentos. A tenor de la dispersión sensorial y la avalancha de distracciones que acosa al creador, titánica lucha. Pero, además, dentro de estos cuentos la metáfora se sostiene, se ahonda y se tensa. Puede flojear por muchos aspectos -esa misma dispersión que vengo reseñando será, para otros críticos, un problema-. A mis ojos es un honesto ejercicio y una recomendable colección de fábulas esquizoides.
Ok, vuelvo a recordar al acompañante de aquella sesión de cine: pongo recomendable en cursiva. Este libro, como uno de Ballard o una de Cronenberg, se empeña en recrear no un “mundo enfermo” inexistente, sino las enfermedades de este nuestro mundo. Que juntas y a palo seco, sin ración de Sopa-S, duelen mucho más.
2 comentarios:
www.sigueleyendo.es
Anónimo, os tengo fichados. Me ha encantado el sitio.
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