22 febrero 2011

El mundo es un 'kleenex'

Un momento de descanso

Antonio Orejudo

Tusquets, 2011. Colección “Andanzas”

ISBN: 978-84-8383-297-4

241 páginas

17€


José María Moraga

Enfrentarse a la última novela de Antonio Orejudo es una cosa muy seria, menos mal que ya está él para quitarle hierro con su prosa, servida con humor de guarnición. Las expectativas sobre este autor han de ser altas, no en vano hace quince años dio a la imprenta el mejor libro español de los años 90 (al menos el más divertido): Fabulosas narraciones por historias (1996). Siguieron las también excelentes Ventajas de viajar en tren (2000) -un esfuerzo menor en comparación- y Reconstrucción (2005), que hizo mucho ruido por tratar el tema de la (in)tolerancia religiosa.

Ahora nos propone Orejudo Un momento de descanso (2011): un nuevo viaje por la memoria, la escritura y el juego entre realidad/ficción, historia/literatura… temas comunes a sus anteriores obras, que le sirven siempre como leitmotiv. Y el humor, el verdadero pegamento de todo esto, ese tono cómico que empieza como una grietecita en la distancia irónica y acaba desbordando el embalse en una inundación de astracanadas. Si su anterior novela larga no contenía tanto humor, Orejudo recupera aquí sus fabulosas barbaridades por gracejadas, como una profesora de literatura que colecciona fotos de glandes de escritores famosos, un fraile centenario que fuma canutos o una desternillante escena con el manuscrito del Mio Cid que no desvelo para no aguaros la fiesta (no deja de tener su morbo: en 2007 Antonio Orejudo participó, junto con Luisgé Martín y Rafael Reig, en aquella revisitación del clásico cantar de gesta titulada ¡Mio Cid!).

El momento de descanso al que alude el título es doble: se conoce al final del libro, pero tampoco quiero adelantaros eso porque, como ocurría en sus otras tres novelas, Un momento… es también una novela de misterio, con sorprendentes revelaciones. Cual un Vila-Matas con sentido del humor, Orejudo es capaz de sostener el juego posmoderno de demoler lo que acaba de contar en el anterior capítulo para volver a establecerlo en el siguiente, etc, perpetuando así la eterna goma de borrar entre las fronteras de lo real y lo imaginado.

En esta novela el autor da un paso más en el camino de la metaficción, al incluir un personaje llamado Antonio Orejudo, filólogo hispánico, ex profesor en los Estados Unidos y novelista (cuyas obras coinciden en título y contenido, fíjese usted, con las del Antonio Orejudo de carne y hueso que nació en Madrid en 1963) y ahondando en el proceso de construcción de la propia novela. Esta toma la forma de una narración por parte de la voz del autor, quien nos va contando una serie de episodios que a su vez nos llevan a otros para, burla burlando, servirnos una novela como Lope cocinaba un soneto.

Se agradece el soplo de incorrección política que campa por el libro. Un momento de descanso puede leerse a varios niveles: como simple historia cómica, como novela “de campus” (en la tradición de un David Lodge o un Lucky Jim) o como advertencia contra los integrismos de la corrección política y la memoria histórica. Así, en el libro asistimos a la descacharrante descripción del departamento de Español de una universidad de medio pelo USA (con sus miserias, su postestructuralismo y sus investigaciones nimias) -incluido un caso kafkiano de denuncia por racismo-, somos testigos de un tribunal de oposición universitario patrio, del cínico discurso de un catedrático mediocre…

La excusa que pone en marcha la trama es la aparición de “un fantasma”: Arturo Cifuentes, antiguo amigo y compañero en la facultad y en USA del Antonio Orejudo narrador, que recién regresado a España intenta desenmascarar, con la ayuda de una serie de documentos imposibles, una trama de imposturas alojada en la universidad española al calor de la República y el franquismo. La universidad española durante el franquismo sale muy malparada, tras sufrir el “atroz desmoche” (Laín Entralgo ‘dixit’) que constituyó la depuración de centenares de sus miembros tras el triunfo del Alzamiento.

Historia, memoria, realidad y ficción se entremezclan continuamente en el relato de unos sórdidos hechos que los protagonistas intentan aclarar, mientras se topan una y otra vez con la desmemoria y el sutil juego de espejos que suponen los intereses creados tres cuartos de siglo después. Por si esto fuera poco, Orejudo el narrador envuelve su novela en una capa extra de fabulación al contarnos una disparatada explicación de cómo se hizo escritor, y baste decir que si el Orejudo real no es el mejor novelista que hay ahora mismo en España sí comprometo mi prestigio en afirmar desde los tejados que es –con mucho- el más interesante.

4 comentarios:

Fran G. Matute dijo...

Valiente tu afirmación sobre la importancia de la literatura de Orejudo en el panorama actual, autor que ciertamente merece una atención más que especial.

Quizás la única pega que se le podría echar en cara al amigo es que no se prodiga demasiado, ¿no crees?. Pocas referencias teniendo en cuenta que lleva 15 años en el "candelabro"...

Anónimo dijo...

Bien por Orejudo, cómo se echa en falta más sentido del humor en nuestra literatura -y en nuestros literatos-. Que no se prodigue tanto es también buena señal, al menos para mí. A veces las prisas traen consigo algunos textos olvidables. Saludos.

Fran G. Matute dijo...

Pues puede que tengas razón, amigo Anónimo, aunque yo hacía el comentario más desde el punto de vista del lector que del escritor.

Cuando un artista te gusta mucho, suele uno echarlo de menos cuando no produce con cierta regularidad, aunque claro está, cuando sale la criatura se la disfruta como agua de mayo... !Así que celebremos la publicación de esta novela!

Porerror dijo...

Hombre, y sobre todo que es de esperar que si la salida de un nuevo libro se demora quiere decir que el autor no es "de gatillo fácil", aunque no tengo yo muy claro que Orejudo haya estado cinco años para dar a luz esta novela.

También ha hecho lo de El Cid y seguro que ha publicado cositas breves por ahí en medio.