13 septiembre 2011

Una de romanos



Los fugitivos

Carlos Pujol

Menoscuarto, 2011

ISBN: 978-84-96675-58-2

160 páginas

14,50 €




Alejandro Luque

El mercado editorial nos tiene muy mal acostumbrados a distinguir entre una literatura “de calidad” cuyo principal atributo es su capacidad para dormir a las piedras, y una literatura “de consumo” que no duda en sacrificar cualquier atisbo de excelencia en aras de una amenidad mal entendida. Por eso cabe preguntarse si, entre el prestigio de lo abstruso y el éxito de lo banal, tendrá alguna cabida una escritura a la vez ligera y esmerada, rica y gozosa, como la que brinda esa rara avis de las letras españolas conocida con el nombre de Carlos Pujol.

No se explica de otro modo, sino por lo difícil de clasificarlo en el panorama de la narrativa actual, el hecho de que este veterano escritor y traductor barcelonés siga siendo un autor de culto en el sentido más marginal y secreto de la palabra. Tomemos, sin más demora, esta última novela suya, Los fugitivos, cuyo personaje central es un agente secreto español, Agustín López Beruzzi, conocido como Il Capitano, quien recibe la misión de viajar a Roma en pleno verano de 1943 para sacar del país a cierto súbdito británico que resulta ser, ahí es nada, el mismísimo James Bond.

Planteada, pues, a partir de un registro paródico de las novelas de espías, con abundantes guiños a John Le Carré y –cómo no– Ian Fleming, la narración de Pujol no tarda en revelar su madera de escritor, pues en menos de 150 páginas sabe desplegar tantos recursos que casi abruma. Especial mención merece el formidable dibujo de personajes, sobre todo el de la familia romana de López Beruzzi, tan logrado que roba limpiamente el protagonismo al presuntuoso 007, de tal suerte que la trama de género se vuelve de improviso un divertidísimo vodevil doméstico.

No obstante, donde un novelista menos ducho habría derrapado en una mezcla de Anacleto, agente secreto y los hermanos Álvarez Quintero, Pujol sale airoso del desafío proyectando una visión original a partir de los clichés, insuflando vida a modelos prefigurados. Para lograrlo, el barcelonés pone el acento en el lenguaje, con un despliegue de diálogos tan sólidos como ágiles e ingeniosos, trufados de giros afinadísimos, así como en el desarrollo de una historia que va tomando, para solaz del lector, imprevisibles derroteros. Todo ello, dicho sea de paso, sin el menor alarde, sin subrayar el esfuerzo que estos objetivos comportan; por el contrario, el autor se ocupa de retirar todos los andamios para que la obra luzca como si se hubiera hecho sola.

No resulta menos meritoria la recreación, con asombrosa economía de medios, de la sofocante atmósfera que debió de envolver a la Ciudad Eterna en pleno ocaso de Mussolini. En tan extrema situación, la fiel sirvienta Giannina, la despótica y temperamental Adelaide, la solterona Giusta, la cocinera Ottavia, el tío Oreste, encarnan la supervivencia de las personas y de los ánimos, y desde luego del humor, en medio de la barbarie y la sinrazón bélica.

Vinculada de forma coherente con sus últimas entregas, Fortunas y adversidades de Sherlock Holmes, Antes del invierno y El teatro de la guerra, todas ellas publicadas por Menoscuarto, Los fugitivos se presenta bajo la apariencia de un mero divertimento, pero tan generosa en detalles y claves –que llegan incluso hasta los guiños del colofón Dramatis personae– que invita a releer la obra apenas la hemos terminado. ¿Estaremos de veras a tiempo de descubrir a este “joven” escritor después medio centenar de obras publicadas?


[Publicado en Mercurio]

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