Román Gubern y Paul Hammond
Cátedra, 2009
ISBN: 978-84-376-2611-6
424 páginas
24 €
Jesús Cotta
Hubo un trío de genios en la Residencia de Estudiantes: Lorca, Dalí y Buñuel. Sólo a uno de ellos lo mataron en la guerra, precisamente el que nunca se había metido en política. Buñuel tuvo sus años rojos en el Partido Comunista, aunque luego los ocultara, remilgo que Alberti nunca entendió. Dalí también tuvo su pasado iconoclasta y blasfemo, pero cuando vio que Franco iba para largo, comenzó a renegar de él para congraciarse con el régimen y en sus memorias llega a calificar como obra de esencia católica un cuadro blasfemo que él había expuesto por los años treinta en París titulado La profanation de L´hostie (habría que realizar un estudio psicoanalítico para explicar qué frustración sexual genera la fea enfermedad de la blasfemofilia). No deja de ser curioso que Franco considerara suyo al autor de un cuadro contra la eucaristía y, sin embargo, no castigara a esos correligionarios que asesinaron en Granada al autor de la impresionante Oda al Santísimo Sacramento.
Aunque el cine puede llegar a más gente que la pintura y la poesía, de los tres Grandes de la Residencia de Estudiantes el cineasta Buñuel es menos universal que Dalí con su genial extravagancia surrealista y Lorca con su brillante poesía firmada con su sangre. Y quizá sea porque sus películas están demasiado cargadas de sí mismo, lo que constituye su atractivo y, a la vez, su lastre. Un fotograma de Buñuel sólo puede ser de Buñuel.Quien tenga ganas, estómago y agallas puede repasar en youtube Un chien andalou. La dirigió Buñuel con guión de Dalí y fue considerada por los surrealistas franceses, admiradores de Sade como Buñuel, la primera película verdaderamente surrealista. Sus actores principales, Pierre Batcheff y Simone Mareuil, se suicidaron años después. No me extraña.
Luego llegaron órdenes de la Unión Soviética para sus fieles intelectuales europeos de abandonar inmoralidades como Un chien andalou (Un perro andaluz) o L’âge d’or (La edad de oro), que enturbiaban por lo visto las sanas costumbres entre hombres y mujeres, y cultivar más bien el realismo social. Dalí, de hecho, acusó a Buñuel de expurgar L’âge d’or para contentar a los funcionarios estalinistas, siempre tan moralistas. Fue entonces cuando Buñuel, fiel a las consignas soviéticas, rodó el documental de Las Hurdes, Tierra sin pan, que fue tachado de antipatriota y perseguido por la censura. La película tiene más valor artístico y propagandístico que documental y, como confesó Buñuel, él fue allí a rodar lo peor. Si no, ¿a qué iba? “Visité la región diez días antes y llevé una libreta de apuntes. Anotaba: cabras, niña enferma de paludismo, mosquitos anófeles, no hay canciones, no hay pan. Y luego fui filmando de acuerdo a esos apuntes”. En el documental están amañados desde la cabra que supuestamente se despeña y que en realidad es matada a tiros, hasta el harapiento niño que en la pizarra de la escuela escribe: Respetad los bienes ajenos.Luego, con Filmófono, dirigió en la sombra varias películas comerciales, como La hija de Juan Simón. Buñuel quería ganar dinero sin perder su fama de director comprometido y el director oficial fue su amigo José Luis Sáenz de Heredia, primo de José Antonio y correligionario suyo en Falange.
Este libro da por cierta la trola que Buñuel le contó en Cannes al director falangista según la cual fue él quien lo había salvado de la siniestra checa madrileña donde lo iban a matar, cuando en realidad, según cuenta Pepín Bello en La desesperación del té, Buñuel estaba entonces a más de dos mil quilómetros de Madrid y lo salvó un electricista anarquista de Filmófono.
Iniciada la guerra y horrorizado por el caos que los anarquistas habían impuesto en Madrid y asustado de correr la misma suerte que sus amigos Juan Piqueras y Lorca, asesinados por los nacionales, fue enviado a París como funcionario de la embajada con la misión de hacer propaganda de la causa republicana, lo que lo libró del peligro de tener que rodar escenas de guerra en la propia España.
Para saber y comprender todo esto que he contado y mucho más, éste es un libro muy recomendable. Se trata de un completísimo trabajo de investigación con datos bien traídos para comprender no sólo el primer cine de Buñuel, que explica al posterior y más conocido, sino también para hacerse una idea cabal de aquella época de extremismos artísticos, ideológicos y personales a través de un personaje como Buñuel metido de lleno entre los intelectuales españoles y franceses. Lo mejor y lo peor del libro es la abrumadora cantidad de datos y la parquedad de los autores en juicios de valor. Es el lector quien saca sus propias conclusiones.
Uno se familiariza así con un Buñuel que en su época de Hollywood proponía a su amigo Chaplin organizar orgías y se negaba a revisar el guión de Lily Damita, amante de Alfonso XIII; un Buñuel buen amigo de sus amigos, noble y maño, militante del Partido Comunista, amante de la buena vida, ateo por la gracia de Dios, como él se definía, pero también machista, homófobo y anticlerical hasta la náusea, que invitaba a destruir el santuario del Pilar; y, sobre todo, un genial e intuitivo director de películas de apariencia realista, estructura trágica y aperturas al subconsciente.
2 comentarios:
Se le ve muy buena pinta al libro. Habrá que echarle un buen vistazo.
Un saludo!!
Para los amantes del asunto es muy recomendable. Recibe tú también mi saludo, Pablo.
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