Eric Hazan
Errata Naturae, 2010
ISBN: 9788493 714581
128 páginas
13,50 €
Traducción: Sara Álvarez Pérez
Ilya U. Topper
Este libro es exactamente lo que pretende ser desde la portada: las notas de un viaje a la Palestina ocupada. Apuntes por orden cronológico, impresiones sobre el terreno, personajes que el viajero se va encontrando, entrevistas breves con las típicas figuras a las que uno visitará cuando recorre Cisjordania para tomarle el pulso a la situación: alcaldes de Hamás, diputadas de Fatah, defensores de derechos humanos, libreros marxistas, activistas feministas. Un cuaderno de viajes en estado puro, apenas retocado, tal vez nada retocado. Leer este libro es lo más cercano a hacerse un viaje relámpago a Palestina sin salir de casa.
En realidad debería poner fin a la reseña aquí, porque no hay más. Es esto. ¿Debería haber algo más? Bueno... Considerando que el autor, Éric Hazan (París 1936) es hijo de madre palestina apátrida y padre judío, tal vez uno se esperaba algo más. Algo así como un conflicto de dos personalidades en el pecho del autor, un desgarro de emociones, un choque entre la conciencia del derecho internacional y la ‘causa judía’ que eleva Israel ―único hogar seguro ad eternam― por encima del bien y el mal.
Pero no. No sé si Éric Hazan tiene una filiación política conocida, no sé si alguna vez en su vida se ha declarado marxista, anarquista o qué sé yo, pero es obvio que es un hombre que piensa, y que piensa muy claramente contra el poder, contra bastantes poderes, incluso contra la cómoda democracia liberal en la que todos vivimos. En otras palabras: sería ridículo esperar de Hazan, simplemente porque su padre era un judío egipcio, que se sintiera vinculado a un proyecto de conquista de tierras a favor de una raza determinada, justificada a través de mitos religiosos, como es el sionismo.
Eso sí, dedica un breve capítulo a la imagen que del Holocausto, es decir de la persecución de judíos en la Alemania nazi, tienen los jóvenes palestinos, y encuentra que hay mucho mito, y muchas ganas de no creer en él, o al menos no en las cifras avaladas hoy por leyes anti-negación, porque el holocausto es la pieza esencial que justifica la opresión israelí de los palestinos. También se encuentra con que nadie se sorprende ni nadie cambia de actitud cuando él se declara judío.
Lo que tal vez sí me hubiera esperado de un intelectual ―médico y editor― que lleva cincuenta años en la brecha (recordemos que se afilió en la década de los 50 a las redes clandestinas del Frente de Liberación Nacional que combatía por la independencia de Argelia) era algo más de reflexión personal, algún aforismo válido para cualquier tiempo y espacio, una visión que vaya más allá de Palestina.
Hazan hace como si llegara por primera vez a los territorios palestinos: observa atentamente, toma nota de todo, no comenta, no juzga. Recurso elegante (ya en los 70, Hazan fundó la asociación médica franco-palestina, y ha traducido y editado obras de Edward Said), que permite también al lector primerizo, el que poco sabe de Palestina, acercarse al terreno sin ser abrumado por análisis de experto.
La otra cara de la moneda es que el cuaderno no aporta mucho más de lo que usted puede leer en la prensa diaria o dominical, si se esfuerza un poquito en abrir regularmente las páginas de ‘Internacional’. En la prensa española, quiero decir. No sé si la prensa francesa mayoritaria ofrece la misma imagen realista y cruda de Palestina (la alemana o norteamericana no lo hace, por ejemplo) o si allí el libro ofrece toda una visión rompedora.
En este cuaderno, el veterano intelectual combativo Éric Hazan desaparece para dejar el espacio a la gente, en parte anónima, que le hablan. Sólo a veces aflora su posición personal en contra de un troceado Estado palestino y a favor de un Estado único palestino-judío, en contra de las interminables negociaciones, ya casi ficticias, de la Autoridad Palestina, y a favor de una renovada resistencia popular. Aunque no nos dice ―porque no sabe, porque nadie sabe― en qué podría consistir esta resistencia, si puede o debe ser violenta o pacifista, y a qué resultado podría llevar.
La traducción, bien. La edición, bonita, aunque la atribución de “Diseño de portada e ilustraciones” a David Sánchez omite aclarar que los numerosos esbozos ―esquemas, mapas, planos― con palabras explicativas en francés, así como las fotografías, pertenecen, con una probabilidad rayana en la certeza, al autor.
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