Vagabundo en París y Londres
George Orwell
Editorial Menoscuarto, 2010. Colección Cuadrante Nueve
ISBN: 978-84-96675-59-9
312 páginas
20,90 €
José María Moraga
Lo bueno de escribir en un blog como este es que uno puede decir lo que le venga en gana, y hoy traigo un libro de George Orwell, al que no dudo en calificar como uno de los Grandes de verdad del siglo XX. Decir que Orwell es un escritor clásico no es descubrir la pólvora, a lo que me refiero es a su talla real, mayor de la que le suele ser reconocida. Como estilista no fue un renovador pero como crítico cultural… resulta imposible explicar el pasado siglo sin referirse a algunos de sus libros.
Vagabundo en París y Londres (1933) es una de esas obras menores de un escritor mayor, un relato de miseria y estrecheces que comienza como un cuaderno de viajes y termina como un ensayo socioeconómico. El motivo de esta mutación –que, por lo demás, se produce de modo pertinente y un buen ritmo- es la dualidad del libro, presente desde su título. Vagabundo en París y Londres, en otras palabras, París = un exótico lugar extranjero donde es necesario explicar cómo son las cosas y Londres = lo que usted lector y yo sabemos, donde hay que explicar por qué son como son.
Aunque Orwell realiza someras comparaciones entre ambas ciudades, su vida en cada orilla del Canal de la Mancha solo tiene un denominador común: la pobreza y su corolario, el hambre. En París, conocemos la existencia en un barrio pobre: casas de empeño, borracheras de café, personajes tarados, horarios extenuantes en trabajos de ínfima categoría… La obsesión de Orwell es encontrar empleo, lo que le supondrá comer a diario, a cambio de partirse el espinazo como friegaplatos en un hotel primero y en un restaurante después.
Hastiado de esta vida de semi-esclavitud, el protagonista regresa a Inglaterra por la promesa de un trabajo. El destino le juega una mala pasada: al llegar a Londres se entera de que deberá esperar un mes antes de trabajar y es, por tanto, un pobre de solemnidad, un vagabundo. A partir de ese momento vive de la caridad, de las meriendas gratuitas en iglesias, de las estancias en cochambrosos albergues o peor aún, en las celdas para transeúntes de los asilos de pobres (herencia victoriana).
En ningún momento entra Orwell a explicar por qué él –hijo de la clase funcionaria colonial, chico de Eton- vive una vida de absoluta miseria (no se sabe si por necesidad o para reunir material para sus escritos), pero sí que nos ofrece a lo largo del libro media docena de capítulos donde la narración da paso al ensayo y el escritor se mete a analizar improvisadamente las causas de la explotación de los trabajadores de hostelería en París o de las infrahumanas condiciones de las instituciones de beneficencia británicas. Su acercamiento a los pobres, entre los que siempre se cuenta, suena sincero, honrado y genuinamente preocupado.
Lejos del paternalismo, la censura o las ideas distorsionadas de la burguesía biempensante acerca de “las clases pobres”, George Orwell se perfila como un hombre con conciencia social, un reformador antes que un revolucionario, lo que coincide plenamente con la imagen que nos ha llegado de él gracias a sus obras escoradas a la izquierda pero críticas con el totalitarismo, Homenaje a Cataluña (1938), Rebelión en la granja (1945) ó 1984 (1949).
Por todo lo anterior recomiendo vivamente Vagabundo en París y Londres, un libro para leer y entender en su contexto, en el que hay que pararse a reflexionar casi tantas veces como a reírse o llorar, tal es la talla humana de las historias que por él desfilan. Ex oficiales del ejército ruso haciendo de camareros, artistas callejeros filosofando sobre la felicidad, bohemios que venderían a su madre por un trago de vino… en fin, que acaba uno pensando que, si (según Hemingway) en aquella época “París era una fiesta”, fue a Orwell a quien le tocó lavar los platos después.
George Orwell
Editorial Menoscuarto, 2010. Colección Cuadrante Nueve
ISBN: 978-84-96675-59-9
312 páginas
20,90 €
José María Moraga
Lo bueno de escribir en un blog como este es que uno puede decir lo que le venga en gana, y hoy traigo un libro de George Orwell, al que no dudo en calificar como uno de los Grandes de verdad del siglo XX. Decir que Orwell es un escritor clásico no es descubrir la pólvora, a lo que me refiero es a su talla real, mayor de la que le suele ser reconocida. Como estilista no fue un renovador pero como crítico cultural… resulta imposible explicar el pasado siglo sin referirse a algunos de sus libros.
Vagabundo en París y Londres (1933) es una de esas obras menores de un escritor mayor, un relato de miseria y estrecheces que comienza como un cuaderno de viajes y termina como un ensayo socioeconómico. El motivo de esta mutación –que, por lo demás, se produce de modo pertinente y un buen ritmo- es la dualidad del libro, presente desde su título. Vagabundo en París y Londres, en otras palabras, París = un exótico lugar extranjero donde es necesario explicar cómo son las cosas y Londres = lo que usted lector y yo sabemos, donde hay que explicar por qué son como son.
Aunque Orwell realiza someras comparaciones entre ambas ciudades, su vida en cada orilla del Canal de la Mancha solo tiene un denominador común: la pobreza y su corolario, el hambre. En París, conocemos la existencia en un barrio pobre: casas de empeño, borracheras de café, personajes tarados, horarios extenuantes en trabajos de ínfima categoría… La obsesión de Orwell es encontrar empleo, lo que le supondrá comer a diario, a cambio de partirse el espinazo como friegaplatos en un hotel primero y en un restaurante después.
Hastiado de esta vida de semi-esclavitud, el protagonista regresa a Inglaterra por la promesa de un trabajo. El destino le juega una mala pasada: al llegar a Londres se entera de que deberá esperar un mes antes de trabajar y es, por tanto, un pobre de solemnidad, un vagabundo. A partir de ese momento vive de la caridad, de las meriendas gratuitas en iglesias, de las estancias en cochambrosos albergues o peor aún, en las celdas para transeúntes de los asilos de pobres (herencia victoriana).
En ningún momento entra Orwell a explicar por qué él –hijo de la clase funcionaria colonial, chico de Eton- vive una vida de absoluta miseria (no se sabe si por necesidad o para reunir material para sus escritos), pero sí que nos ofrece a lo largo del libro media docena de capítulos donde la narración da paso al ensayo y el escritor se mete a analizar improvisadamente las causas de la explotación de los trabajadores de hostelería en París o de las infrahumanas condiciones de las instituciones de beneficencia británicas. Su acercamiento a los pobres, entre los que siempre se cuenta, suena sincero, honrado y genuinamente preocupado.
Lejos del paternalismo, la censura o las ideas distorsionadas de la burguesía biempensante acerca de “las clases pobres”, George Orwell se perfila como un hombre con conciencia social, un reformador antes que un revolucionario, lo que coincide plenamente con la imagen que nos ha llegado de él gracias a sus obras escoradas a la izquierda pero críticas con el totalitarismo, Homenaje a Cataluña (1938), Rebelión en la granja (1945) ó 1984 (1949).
Por todo lo anterior recomiendo vivamente Vagabundo en París y Londres, un libro para leer y entender en su contexto, en el que hay que pararse a reflexionar casi tantas veces como a reírse o llorar, tal es la talla humana de las historias que por él desfilan. Ex oficiales del ejército ruso haciendo de camareros, artistas callejeros filosofando sobre la felicidad, bohemios que venderían a su madre por un trago de vino… en fin, que acaba uno pensando que, si (según Hemingway) en aquella época “París era una fiesta”, fue a Orwell a quien le tocó lavar los platos después.
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