La aventura. Antología poética
José Luis García Martín
Renacimiento, 2011. Colección "Antologías"
ISBN: 978-84-8472-617-3
236 páginas
12 €
Edición de Rosa Navarro Durán
Rafael Suárez Plácido
Con sólo veintidós años el poeta nos avisa de cuáles van a ser sus intenciones. En el poema “Adolescencia”, que no está recogido en esta antología, nos habla de la búsqueda de la ciudad deseada, también de los riesgos de la noche y de cuerpos extraños y tibios que le empezaron a mostrar que lo que se consigue nos deja: “semillas de desgana y de melancolía”. Al final del poema se hace la pregunta que podría ser también el leitmotiv de una vida: “¿Y a dónde iré que no me sienta extraño?”
Rosa Navarro Durán ha escogido unos cien poemas y ha decidido dejar fuera de la selección este, quizá por demasiado temprano, o quizá sencillamente porque son sólo cien poemas a escoger de entre todos sus libros. Entre libros autocensurados, o casi, y ediciones casi inencontrables no tendría claro de cuántos libros se trata. En Material perecedero. Poesía 1972-1998, se citan dieciocho poemarios. Posteriores son cuatro. Rosa Navarro incluye poemas de once de ellos y tres inéditos. Es difícil decidir. Cada lector podría hacer su propia antología. Es difícil.
Lo que sí que es cierto es que José Luis García Martín, poeta extremeño, aunque afincado desde casi siempre en Asturias, pese a su obra poética ingente y deslumbrante, aparece más en los medios por otros motivos. En parte se podría decir que él lo quiso así. Sus Diarios ofrecen un panorama de la vida literaria del país desde 1989, siempre desde una perspectiva personal e independiente, siempre diciendo lo que otros callan, a veces porque no lo saben, a veces porque no se atreven a escribirlo públicamente. Y eso crea enemigos. En este país no se perdona al que sobresale, y menos si cuestiona lo que para otros es incuestionable. Su labor crítica ha sido y es aún más importante. Conozco a poetas que no le perdonarán nunca no haber sido reseñados por él. Y lo cierto es que si lo hubieran sido tampoco le perdonarían no haber sido “bien tratados”. Pero hay otra faceta suya que me ha interesado siempre mucho: la de maestro o guía de varias generaciones de poetas asturianos. Algunas de las voces que más me interesan de la poesía española actual fueron forjándose en Oliver. Sus consejos, sus lecturas, su ayuda en todos los sentidos ha ido cimentando las bases de lectores y poetas actuales. Todo esto ha ido eclipsando la que es una de las obras más interesantes y perdurables del momento actual. La colección "Antologías", que hará volver a retomar su prestigio de antaño a la sevillana editorial Renacimiento, con la obra de algunas de las voces indispensables del siglo XX, así se lo ha sabido reconocer.
La aventura poética, el viaje por su obra, comienza con los versos memorables de “Dido y Eneas”. Hace suya, o nuestra, la voz de la reina despechada: “Fracasar es un arte que tú ignoras. / Se aprende lentamente, en largas tardes / y rincones oscuros, se aprende entre los brazos / que fingen un calor que no perdura. / (…) … y yo te vi / partir hacia otro mundo en donde yo no existo.” Eso es el amor en versión García Martín. Esos cuerpos tibios presentidos o sentidos, que fingen que estarán aquí para siempre. Otro personaje de la cultura clásica, Nausica, retoma esa misma idea: “… Un día / supe en sueños que / muy lejos te esperaban. Yo debía / tan sólo dar asilo al caminante / por unas pocas noches.” Es muy difícil escribir versos de amor tan sinceros, tan verdaderos. García Martín lo consigue evitando siempre caer en los tópicos manidos. En su poema “Epitafio”, donde toma la voz o da la suya a Pessoa, escribe: “Una mujer me amó o dijo que me amaba. / Yo sólo amé palabras sin ventura.”
Uno de sus libros más valorados es Treinta monedas. El título hace referencia al precio de la traición de Judas Iscariote. En el poema “Pro domo sua” responde a los que le preguntan sus motivos: “¿Celos, amor, resentimiento? / ¿Qué poco me conocen los que afirman / tales cosas! (…) No me arrepiento. Gracias a mi traición, / tú no podrás traicionar a nadie.” La traición forma parte de la lealtad. Parece un aforismo de Nietzsche. Pero es cierto y difícil: lo fácil es permanecer fingiendo incluso cuando esta ya no existe. “Un poeta menor” responde en la línea de Borges y, aun antes, de Quevedo, con un tono humorístico más propio de este último, a la idea del éxito en vida: “Haberlo sido todo y no ser nada… / ¿Triste destino? ¡Ojalá fuera el mío!” Este fino humor, esta ironía que sería bueno que asumieran los receptores de sus críticas, toma más aun los ritmos borgeanos a lo largo de todo este libro, y lo encontramos así en “Apuntes para un epitafo al poeta sueco Stagnelius”: “No hubo brillo en mi vida. Sólo brillan mis versos. / (…) Le resumen dos fechas. Y un puñado de versos.”
Sus libros El pasajero y Principios y finales, formarían junto a Treinta monedas un segundo bloque principal en su obra, que delimitaría la Poesía casi Completa: Material perecedero (Nobel, 1998). Pero yo incluiría los poemas nuevos de ese libro en la tercera parte de su obra, la que más me interesa, la que ofrece su voz más personal. La Poesía borra la memoria o hace más fácil su olvido. La Poesía es indispensable para seguir viviendo: “Palabras que vienen de muy lejos, / palabras que son aire y son de nadie / esta mañana borran lo que han sido, / borran el mundo, borran su sonrisa.” El poeta sabe ya lo que ha de hacer para sentirse a salvo: “… esa voz / tan dulce es una trampa. ¿Alguien llora? / Es sólo el viento: no hagas caso.”
En la tercera parte de su obra, incluimos Al doblar la esquina, Mudanza y Légamo. Del primero selecciona Rosa Navarro algunos de sus poemas más celebrados: “Anna Ajmátova”, “Simone”, “Infancia y nieve”: versos conmovedores dedicados a su padre, “A un estudiante caído en el frente del este en 1941” o “El balcón”: “No queda ni una brizna de dolor esta tarde. / La enmohecida rueda de los siglos / ha girado de pronto, y no hay memoria / ni de ti ni de mí…”
El libro más representado en La Aventura es Légamo, si no el mejor, si uno de los mejores. Desde luego, el último de los publicados, el que nos podría dar una imagen más actual de su Poesía. ¿Cuántos poetas con obra extensa podrían decir algo así? La mayoría siguen publicando en un ejercicio deshonesto de rutina, en la necesidad de seguir permaneciendo. El caso de García Martín es diferente: los veintiséis poemas incluidos dan una idea bastante exacta de Légamo. El poeta aún se maravilla y continúa encontrando la Belleza del mundo. Algo así, pretendo ofrecer con estos versos del poema “La mañana”:
La primera mañana en al ciudad,
desconocido entre desconocidos,
Adán de ingenuos ojos
que no se cansa de mirar
un reluciente paraíso,
la primer mañana del mundo.
La voz poética de José Luis García Martín es cierta y verdadera, una voz que siempre buscará mirar esa “primera mañana del mundo”. Una de las voces más impactantes del momento actual de la Poesía en nuestro idioma. Lean La Aventura, o Légamo o Mudanza, su anterior antología en Pre-textos, más extensa. Y ya me contarán.
José Luis García Martín
Renacimiento, 2011. Colección "Antologías"
ISBN: 978-84-8472-617-3
236 páginas
12 €
Edición de Rosa Navarro Durán
Rafael Suárez Plácido
Con sólo veintidós años el poeta nos avisa de cuáles van a ser sus intenciones. En el poema “Adolescencia”, que no está recogido en esta antología, nos habla de la búsqueda de la ciudad deseada, también de los riesgos de la noche y de cuerpos extraños y tibios que le empezaron a mostrar que lo que se consigue nos deja: “semillas de desgana y de melancolía”. Al final del poema se hace la pregunta que podría ser también el leitmotiv de una vida: “¿Y a dónde iré que no me sienta extraño?”
Rosa Navarro Durán ha escogido unos cien poemas y ha decidido dejar fuera de la selección este, quizá por demasiado temprano, o quizá sencillamente porque son sólo cien poemas a escoger de entre todos sus libros. Entre libros autocensurados, o casi, y ediciones casi inencontrables no tendría claro de cuántos libros se trata. En Material perecedero. Poesía 1972-1998, se citan dieciocho poemarios. Posteriores son cuatro. Rosa Navarro incluye poemas de once de ellos y tres inéditos. Es difícil decidir. Cada lector podría hacer su propia antología. Es difícil.
Lo que sí que es cierto es que José Luis García Martín, poeta extremeño, aunque afincado desde casi siempre en Asturias, pese a su obra poética ingente y deslumbrante, aparece más en los medios por otros motivos. En parte se podría decir que él lo quiso así. Sus Diarios ofrecen un panorama de la vida literaria del país desde 1989, siempre desde una perspectiva personal e independiente, siempre diciendo lo que otros callan, a veces porque no lo saben, a veces porque no se atreven a escribirlo públicamente. Y eso crea enemigos. En este país no se perdona al que sobresale, y menos si cuestiona lo que para otros es incuestionable. Su labor crítica ha sido y es aún más importante. Conozco a poetas que no le perdonarán nunca no haber sido reseñados por él. Y lo cierto es que si lo hubieran sido tampoco le perdonarían no haber sido “bien tratados”. Pero hay otra faceta suya que me ha interesado siempre mucho: la de maestro o guía de varias generaciones de poetas asturianos. Algunas de las voces que más me interesan de la poesía española actual fueron forjándose en Oliver. Sus consejos, sus lecturas, su ayuda en todos los sentidos ha ido cimentando las bases de lectores y poetas actuales. Todo esto ha ido eclipsando la que es una de las obras más interesantes y perdurables del momento actual. La colección "Antologías", que hará volver a retomar su prestigio de antaño a la sevillana editorial Renacimiento, con la obra de algunas de las voces indispensables del siglo XX, así se lo ha sabido reconocer.
La aventura poética, el viaje por su obra, comienza con los versos memorables de “Dido y Eneas”. Hace suya, o nuestra, la voz de la reina despechada: “Fracasar es un arte que tú ignoras. / Se aprende lentamente, en largas tardes / y rincones oscuros, se aprende entre los brazos / que fingen un calor que no perdura. / (…) … y yo te vi / partir hacia otro mundo en donde yo no existo.” Eso es el amor en versión García Martín. Esos cuerpos tibios presentidos o sentidos, que fingen que estarán aquí para siempre. Otro personaje de la cultura clásica, Nausica, retoma esa misma idea: “… Un día / supe en sueños que / muy lejos te esperaban. Yo debía / tan sólo dar asilo al caminante / por unas pocas noches.” Es muy difícil escribir versos de amor tan sinceros, tan verdaderos. García Martín lo consigue evitando siempre caer en los tópicos manidos. En su poema “Epitafio”, donde toma la voz o da la suya a Pessoa, escribe: “Una mujer me amó o dijo que me amaba. / Yo sólo amé palabras sin ventura.”
Uno de sus libros más valorados es Treinta monedas. El título hace referencia al precio de la traición de Judas Iscariote. En el poema “Pro domo sua” responde a los que le preguntan sus motivos: “¿Celos, amor, resentimiento? / ¿Qué poco me conocen los que afirman / tales cosas! (…) No me arrepiento. Gracias a mi traición, / tú no podrás traicionar a nadie.” La traición forma parte de la lealtad. Parece un aforismo de Nietzsche. Pero es cierto y difícil: lo fácil es permanecer fingiendo incluso cuando esta ya no existe. “Un poeta menor” responde en la línea de Borges y, aun antes, de Quevedo, con un tono humorístico más propio de este último, a la idea del éxito en vida: “Haberlo sido todo y no ser nada… / ¿Triste destino? ¡Ojalá fuera el mío!” Este fino humor, esta ironía que sería bueno que asumieran los receptores de sus críticas, toma más aun los ritmos borgeanos a lo largo de todo este libro, y lo encontramos así en “Apuntes para un epitafo al poeta sueco Stagnelius”: “No hubo brillo en mi vida. Sólo brillan mis versos. / (…) Le resumen dos fechas. Y un puñado de versos.”
Sus libros El pasajero y Principios y finales, formarían junto a Treinta monedas un segundo bloque principal en su obra, que delimitaría la Poesía casi Completa: Material perecedero (Nobel, 1998). Pero yo incluiría los poemas nuevos de ese libro en la tercera parte de su obra, la que más me interesa, la que ofrece su voz más personal. La Poesía borra la memoria o hace más fácil su olvido. La Poesía es indispensable para seguir viviendo: “Palabras que vienen de muy lejos, / palabras que son aire y son de nadie / esta mañana borran lo que han sido, / borran el mundo, borran su sonrisa.” El poeta sabe ya lo que ha de hacer para sentirse a salvo: “… esa voz / tan dulce es una trampa. ¿Alguien llora? / Es sólo el viento: no hagas caso.”
En la tercera parte de su obra, incluimos Al doblar la esquina, Mudanza y Légamo. Del primero selecciona Rosa Navarro algunos de sus poemas más celebrados: “Anna Ajmátova”, “Simone”, “Infancia y nieve”: versos conmovedores dedicados a su padre, “A un estudiante caído en el frente del este en 1941” o “El balcón”: “No queda ni una brizna de dolor esta tarde. / La enmohecida rueda de los siglos / ha girado de pronto, y no hay memoria / ni de ti ni de mí…”
El libro más representado en La Aventura es Légamo, si no el mejor, si uno de los mejores. Desde luego, el último de los publicados, el que nos podría dar una imagen más actual de su Poesía. ¿Cuántos poetas con obra extensa podrían decir algo así? La mayoría siguen publicando en un ejercicio deshonesto de rutina, en la necesidad de seguir permaneciendo. El caso de García Martín es diferente: los veintiséis poemas incluidos dan una idea bastante exacta de Légamo. El poeta aún se maravilla y continúa encontrando la Belleza del mundo. Algo así, pretendo ofrecer con estos versos del poema “La mañana”:
La primera mañana en al ciudad,
desconocido entre desconocidos,
Adán de ingenuos ojos
que no se cansa de mirar
un reluciente paraíso,
la primer mañana del mundo.
La voz poética de José Luis García Martín es cierta y verdadera, una voz que siempre buscará mirar esa “primera mañana del mundo”. Una de las voces más impactantes del momento actual de la Poesía en nuestro idioma. Lean La Aventura, o Légamo o Mudanza, su anterior antología en Pre-textos, más extensa. Y ya me contarán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario