10 mayo 2011

Rostros, amores, maldiciones



El libro de los vivos

Juan de Madre y Tislit er-Rbia

Sloper, 2011. Colección "La noche polar"

ISBN: 978-84-938278-1-6

245 páginas

20 €




Fran G. Matute

Me van a permitir que titule la presente recensión del mismo modo que aquella demoledora colección de relatos que publicó el gran autor marroquí Mohammed Chukri (1935-2003). Rostros, amores, maldiciones nos presentaba a una serie de personajes viviendo en el límite (prostitutas, delincuentes, jugadores…) cuyas vidas se nos antojaban más fruto de la veleidad del autor que de ese realismo sucio que tanto gustó de desgranar. Pero Chukri insistía en que todo lo narrado, a pesar de su dureza, tenía su sustrato en la cruda realidad, en su infancia, en sus vecinos, en sus familiares. Eran rostros conocidos por el autor de El pan desnudo (1973), amores vívidos y dolientes, maldiciones que perduran todavía.

Todo lo contrario ocurre con El libro de los vivos, cuya sinopsis merece ser contada pues ayuda a contextualizar estos comentarios. La obra de Juan de Madre parte de un apunte realizado por Michel Foucalt en La historia de la locura en la época clásica (1964): la existencia de un hospital para locos en la ciudad marroquí de Fez, cuya autenticidad histórica se revela gracias al encuentro fortuito de siete manuscritos datados allá por el siglo XIII. Siete manuscritos que ofrecen siete historias que terminan entrelazadas, cada una protagonizada por uno de los supuestos habitantes de aquella casa de locos que se vanagloriaba de utilizar el teatro como terapia.

Y aquí, El libro de los vivos se bifurca. Por un lado nos cuenta la historia del encuentro de los citados manuscritos, su conservación, traducción y exégesis, gracias a la participación del profesor Albert Tort y de Tislit er-Rbia, artífices intelectuales, junto a Juan de Madre, del rescate de estos textos históricos. Por otro lado, se nos ofrecen los manuscritos ya traducidos, en los que encontramos, a modo de fábula, las fantasiosas vidas de unos "rostros" que viven, en su aparente enajenación, el "amor" y la "maldición" de su propia locura.

Juan de Madre nos descubre así un mundo rico en matices y nos remite a unas narraciones medievales hermosas, casi infantiles, en las que el amor imposible traspasa fronteras imaginarias, en las que la ciencia ficción se hermana con la tradición oral. No todos los manuscritos poseen la misma fuerza embriagadora, pero queremos destacar la originalidad de “La niña que lloraba al revés”, el pinochesco “Isaac, el padre” y el lovecraftiano “Ojos como luciérnagas nerviosas”.

Y todo lo anterior cobra más vida aún cuando comprendemos que se trata de un juego literario en el que la ficción campa a sus anchas. Juan de Madre propone un texto metamórfico en el que Carmina Ordoñez, The Kinks, Dante Alighieri y las Nancys Rubias tienen cabida. Se nos antoja, pues, El libro de los vivos como un compañero de viajes de aquel mítico Necronomicón de Abdul Al-Hazred, o incluso del libro The First People de Sam Weiss. Estamos ante un hermoso entretenimiento postmoderno que aúna pasado, presente y, por qué no decirlo, futuro. Es literatura mutante, pero en el buen sentido de la palabra. Porque a Juan de Madre, como a Carmina, no hay que creerlo ni cuando dice la verdad.

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