Una historia sencilla
Luis Velasco Blake
Caballo de Troya, 2011
ISBN: 978-84-96594-77-7
138 páginas
13,90 €
Coradino Vega
Una historia sencilla narra una historia que es de todo menos sencilla. Contar la complejidad política de la segunda mitad del siglo XX argentino no debe de ser tarea fácil. Hacerlo en 138 páginas, y de la forma en que lo ha hecho Luis Velasco Blake (La Plata, 1956), se convierte en una empresa tremendamente complicada. Y sin embargo, si esta novela no admite (al menos para mí) contestación, si su contundencia se despliega ante nosotros como un pequeño milagro, es porque el lector detecta cuán imbuido está el autor de lo que quiere contar, de qué profunda región emana su necesidad y cómo las palabras son el mero e indispensable vehículo para expresar lo que ha permanecido mucho tiempo dentro. “Por donde quiere que va, el hombre siempre lleva consigo su novela”, decía Benito Pérez Galdós. Y ésta es la novela de Luis Velasco Blake, exiliado argentino afincado en Madrid, víctima de la represión orquestada por la dictadura que encabezó Videla. De ahí su autenticidad. Su falta de énfasis y de grandilocuencia. Porque cuando la escritura se convierte en un acto de reafirmación existencial, en un modo de rescate ante la destrucción que a alguien le toca vivir, sobran la retórica y las piruetas. Primo Levi sería un buen ejemplo para demostrar las razones de ese despojamiento.
Pero que no se confunda el lector, el libro de Velasco Blake no es una novela-testimonio. Estamos frente a una honesta invención tanto en su contenido como en su forma, ante un ejercicio ficcional que deja en quien lo lee una impresión de verdad mucho más verdadera que la fiel descripción de los hechos reales. Una historia sencilla narra a retazos las vivencias de la familia García Miralles desde la subida al poder de Perón hasta el hundimiento de las Juntas Militares. Por momentos desgarradora, la mayoría de las veces veces tierna, es una novela política que, a la vez, nos habla sin complejos de los sentimientos de unos padres y sus hijos. Hay cierta intención pedagógica a la hora de presentar la historia de Argentina: “El peronismo hizo realidad las aspiraciones largamente anheladas por socialistas, anarquistas y comunistas, esto unido a un concepto corporativo del estado muy influenciado por las tesis de Mussolini, con prácticas que se parecían a las del partido único, con vicios innecesarios como obligara todos los funcionarios a llevar luto por la muerte de Eva, convertir en obligatorio la lectura de La razón de mi vida, la extensión de prácticas poco democráticas con la oposición, la cárcel, la tortura, el matonaje, la exacerbación de consignas como: ‘Alpargatas sí, Libros no’, la quema de iglesias por las llamadas ‘hordas’ ante la actitud conspiradora de la curia, la obligación de que todos los policías debían ser partidarios del régimen, todo eso en conjunto hizo nacer a esta criatura inexplicable, inentendible, inescrutable que es el peronismo, que tuvo en su seno desde la ultraizquierda marxista de las FAR y Montoneros hasta la ultraderecha de la también terrorista y asesina Alianza Anticomunista Argentina liderada por el siniestro López Rega, pasando por todo el arco ideológico en el medio, donde cada uno de sus miembros encuentran una frase, generalmente sacada de contexto, del general Perón, para avalar sus tesis naturalmente contrapuestas”. Una voluntad tamizada por una mirada desprovista de rencor, perpleja, nunca neutral, que escruta la paleta de grises, incluso podríamos decir que de una amabilidad atravesada por una desazón reconciliatoria y comprensiva. Pero como ningún contenido puede ser deslindado de su forma, puede que el mayor acierto de esta novela sea precisamente la difícil sencillez con la que se nos acerca a una verdad tan resbaladiza como poliédrica. Las mudas se suceden tan imperceptible como habilidosamente: de este modo, si el peso de la narración lo lleva Matías, el hijo menor, en primera persona o por medio de un estilo indirecto libre pegado a su punto de vista, hay momentos en los que, como en una novela de Virginia Woolf, la conciencia se desplaza a la interioridad de otros personajes (la madre Nelly, o la hermana Julia, por ejemplo), formando un mosaico de voces que dialogan entre sí para ofrecer una versión coral tan alejada de la unilateralidad del narrador-autor puesto de moda últimamente. Porque esta novela participa de cierta literatura hispanoamericana actual por medio de su lenguaje (fresco, ágil, humorístico, moderno, coloquial), así como por los riesgos que asume en la composición de la estructura del relato, pero se aleja por fortuna del solipsismo de la metaliteratura y el escritorcentrismo que eclipsan los discursos públicos. La apuesta por la vida que predomina sobre esta exposición del “desamparo y la desolación” tampoco me parece que lo hubiera permitido. Porque ésta es la novela de Velasco Blake, cierto, pero al mismo tiempo es una novela sobre un país entero, una hermosa y lacerante historia para cualquier sociedad que tenga asuntos pendientes con su memoria colectiva, el canto de un superviviente que para denunciar la crueldad de la ignominia no necesita mitificar el mesianismo que se convirtió en su primera víctima. No hay verdades tajantes en este libro. Sólo la pregunta de lo que pudo haber sido, la denuncia de una brutalidad y los versos de la canción de Fito Páez que parecen remarcar sus intenciones: “Tanta sangre que se llevó el río, yo vengo a ofrecer mi corazón”. Y es precisamente por esa intención, por su honestidad y por la autenticidad de su resultado, por lo que Una historia sencilla es una novela que viene a dignificar la literatura, tan tendente en ocasiones a la narcisista exhibición de su propio ensimismamiento.
Pero que no se confunda el lector, el libro de Velasco Blake no es una novela-testimonio. Estamos frente a una honesta invención tanto en su contenido como en su forma, ante un ejercicio ficcional que deja en quien lo lee una impresión de verdad mucho más verdadera que la fiel descripción de los hechos reales. Una historia sencilla narra a retazos las vivencias de la familia García Miralles desde la subida al poder de Perón hasta el hundimiento de las Juntas Militares. Por momentos desgarradora, la mayoría de las veces veces tierna, es una novela política que, a la vez, nos habla sin complejos de los sentimientos de unos padres y sus hijos. Hay cierta intención pedagógica a la hora de presentar la historia de Argentina: “El peronismo hizo realidad las aspiraciones largamente anheladas por socialistas, anarquistas y comunistas, esto unido a un concepto corporativo del estado muy influenciado por las tesis de Mussolini, con prácticas que se parecían a las del partido único, con vicios innecesarios como obligara todos los funcionarios a llevar luto por la muerte de Eva, convertir en obligatorio la lectura de La razón de mi vida, la extensión de prácticas poco democráticas con la oposición, la cárcel, la tortura, el matonaje, la exacerbación de consignas como: ‘Alpargatas sí, Libros no’, la quema de iglesias por las llamadas ‘hordas’ ante la actitud conspiradora de la curia, la obligación de que todos los policías debían ser partidarios del régimen, todo eso en conjunto hizo nacer a esta criatura inexplicable, inentendible, inescrutable que es el peronismo, que tuvo en su seno desde la ultraizquierda marxista de las FAR y Montoneros hasta la ultraderecha de la también terrorista y asesina Alianza Anticomunista Argentina liderada por el siniestro López Rega, pasando por todo el arco ideológico en el medio, donde cada uno de sus miembros encuentran una frase, generalmente sacada de contexto, del general Perón, para avalar sus tesis naturalmente contrapuestas”. Una voluntad tamizada por una mirada desprovista de rencor, perpleja, nunca neutral, que escruta la paleta de grises, incluso podríamos decir que de una amabilidad atravesada por una desazón reconciliatoria y comprensiva. Pero como ningún contenido puede ser deslindado de su forma, puede que el mayor acierto de esta novela sea precisamente la difícil sencillez con la que se nos acerca a una verdad tan resbaladiza como poliédrica. Las mudas se suceden tan imperceptible como habilidosamente: de este modo, si el peso de la narración lo lleva Matías, el hijo menor, en primera persona o por medio de un estilo indirecto libre pegado a su punto de vista, hay momentos en los que, como en una novela de Virginia Woolf, la conciencia se desplaza a la interioridad de otros personajes (la madre Nelly, o la hermana Julia, por ejemplo), formando un mosaico de voces que dialogan entre sí para ofrecer una versión coral tan alejada de la unilateralidad del narrador-autor puesto de moda últimamente. Porque esta novela participa de cierta literatura hispanoamericana actual por medio de su lenguaje (fresco, ágil, humorístico, moderno, coloquial), así como por los riesgos que asume en la composición de la estructura del relato, pero se aleja por fortuna del solipsismo de la metaliteratura y el escritorcentrismo que eclipsan los discursos públicos. La apuesta por la vida que predomina sobre esta exposición del “desamparo y la desolación” tampoco me parece que lo hubiera permitido. Porque ésta es la novela de Velasco Blake, cierto, pero al mismo tiempo es una novela sobre un país entero, una hermosa y lacerante historia para cualquier sociedad que tenga asuntos pendientes con su memoria colectiva, el canto de un superviviente que para denunciar la crueldad de la ignominia no necesita mitificar el mesianismo que se convirtió en su primera víctima. No hay verdades tajantes en este libro. Sólo la pregunta de lo que pudo haber sido, la denuncia de una brutalidad y los versos de la canción de Fito Páez que parecen remarcar sus intenciones: “Tanta sangre que se llevó el río, yo vengo a ofrecer mi corazón”. Y es precisamente por esa intención, por su honestidad y por la autenticidad de su resultado, por lo que Una historia sencilla es una novela que viene a dignificar la literatura, tan tendente en ocasiones a la narcisista exhibición de su propio ensimismamiento.
2 comentarios:
Mi querido Sciascia ya tituló de forma similar una novela, 'Una storia semplice' (1989), que, como parece suceder con esta de Velasco Blake, era sólo aparentemente 'semplice'. Me la anoto, abrazos!
Es verdad. No recordaba la genial novelita del tan admirado también por mí Leonardo Sciascia. Creo que ésta no te defraudará, Ale. Otro abrazo para ti.
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