En la cama con la muerte. [25 poemas fúnebres]
Luis Alberto de Cuenca
La Isla de Siltolá, 2011. Colección "Anejos de Siltolá"
ISBN: 978-84-15039-77-8
80 páginas
18 €
Fotografías de Miguel Fernández-Pacheco y Marcela Lieblich
Jesús Cotta
Este libro es una antología temática de poemas de Luis Alberto de Cuenca que no parece una antología, sino un libro con una unidad temática y escrito para ese título tan estupendo que le ha regalado su amigo Miguel Fernández-Pacheco. Este, además, le ha prologado el libro con el fragmento de una carta suya al poeta. Y este prólogo feliz, espontáneo e íntimo confiere a todo el libro un aire que, como la amistad, la muerte y las cosas importantes, está alejado de lo canónico y lo académico.
Quizá por eso en este libro los poemas parecen otros y nuevos y refulgen como oro al sol. En un libro dedicado, sin psicoanalismos, a Eros y Thánatos, que se citan en nuestra alcoba, cobran más y nuevo sentido versos como “la droga de la vida me mataba” o este otro que es Platón entero puesto en verso: “Todo vive en la Tierra porque antes ha vivido/ en el Cielo”. O “Sus ojos/ ya no arrojan al mar residuos radiactivos” y otros muchos, sobre todo en los finales, que se clavan como flechas en el pecho.
Los poemas pretenden a la Pálida de muchas maneras, por arriba, por abajo, por delante, por detrás, en presente, en pasado, en sueños, en vivo y en directo, en carne viva, en carne muerta, en boca de ánimas en pena o de resucitados misteriosos o de visitantes nocturnos y oníricos, pero todos tienen un elemento común: la ausencia de desesperación, de negrura, de tiniebla, de angustia... Al contrario, estos poemas ambiguos y aristocráticos en torno a la Parca rezuman familiaridad, chispa, ingenio, humor, complicidad, erotismo, pasión, en definitiva, vida por los cuatro costados y por todos los poros y a raudales, como esos banquetes en que los antiguos romanos hablaban de la muerte antes del placer para disfrutar a manos llenas de la vida. Y en cada uno de ellos palpita una historia de amor erótico, 'in medias res', sugerente de cosas no dichas y de la que el autor transmite la impresión de saber mucho más de lo que nos cuenta, ingeniosa y frescamente engarzada a veces en alguna tradición literaria.
Las fotografías son estupendas y junto con los poemas habrían hecho las delicias de aquel grupo llamado "Los crepúsculos", compuesto por escritores como Agustín de Foxá o Ramón Gómez de la Serna, que se reunían en sábados otoñales en los cementerios o jardines románticos de Madrid. Eso sí, aquel grupo tenía un toque escapista y nostálgico del pasado que estos poemas de Luis Alberto de Cuenca no tienen, porque, aunque hablan de la muerte, son frescos y nuevos como el rocío de madrugada. Las fotografías están muy bien traídas para los poemas o quizá pueda decir que los poemas están muy bien traídos para las fotografías. La relación entre imagen y palabra en el libro es discreta y elegante, reveladora de algún aspecto del poema y nunca banal. Otras veces la fotografía es la plasmación visual que el poema evoca en la imaginación o al menos a mí así me lo ha parecido. Son fotografías, como los poemas, de la sensualidad de la muerte, tomadas casi todas en cementerios y mausoleos por Miguel Fernández-Pacheco y Marcela Lieblich, a quienes de aquí felicito por idear este libro que, lo digo sin retranca, es un regalo delicado para amantes de lo crepuscular, del lubricán, de lo gótico, de la Parusía, de lo póstumo, de las postrimerías, del Apocalipsis, del Séptimo Sello, del amor ante, con, contra, desde, hasta, para, por y tras la muerte... en fin, para los que ante la muerte no esconden la cabeza como el avestruz y el hedonista de carnes temblonas, sino que la miran cara a cara, con lo que hay que tener, 'id est', con sutileza e intensidad por dentro y con valentía y humor por fuera, ah, y sin faltarle al respeto. Dicho en plata: como los buenos poetas, como Luis Alberto de Cuenca.
Luis Alberto de Cuenca
La Isla de Siltolá, 2011. Colección "Anejos de Siltolá"
ISBN: 978-84-15039-77-8
80 páginas
18 €
Fotografías de Miguel Fernández-Pacheco y Marcela Lieblich
Jesús Cotta
Este libro es una antología temática de poemas de Luis Alberto de Cuenca que no parece una antología, sino un libro con una unidad temática y escrito para ese título tan estupendo que le ha regalado su amigo Miguel Fernández-Pacheco. Este, además, le ha prologado el libro con el fragmento de una carta suya al poeta. Y este prólogo feliz, espontáneo e íntimo confiere a todo el libro un aire que, como la amistad, la muerte y las cosas importantes, está alejado de lo canónico y lo académico.
Quizá por eso en este libro los poemas parecen otros y nuevos y refulgen como oro al sol. En un libro dedicado, sin psicoanalismos, a Eros y Thánatos, que se citan en nuestra alcoba, cobran más y nuevo sentido versos como “la droga de la vida me mataba” o este otro que es Platón entero puesto en verso: “Todo vive en la Tierra porque antes ha vivido/ en el Cielo”. O “Sus ojos/ ya no arrojan al mar residuos radiactivos” y otros muchos, sobre todo en los finales, que se clavan como flechas en el pecho.
Los poemas pretenden a la Pálida de muchas maneras, por arriba, por abajo, por delante, por detrás, en presente, en pasado, en sueños, en vivo y en directo, en carne viva, en carne muerta, en boca de ánimas en pena o de resucitados misteriosos o de visitantes nocturnos y oníricos, pero todos tienen un elemento común: la ausencia de desesperación, de negrura, de tiniebla, de angustia... Al contrario, estos poemas ambiguos y aristocráticos en torno a la Parca rezuman familiaridad, chispa, ingenio, humor, complicidad, erotismo, pasión, en definitiva, vida por los cuatro costados y por todos los poros y a raudales, como esos banquetes en que los antiguos romanos hablaban de la muerte antes del placer para disfrutar a manos llenas de la vida. Y en cada uno de ellos palpita una historia de amor erótico, 'in medias res', sugerente de cosas no dichas y de la que el autor transmite la impresión de saber mucho más de lo que nos cuenta, ingeniosa y frescamente engarzada a veces en alguna tradición literaria.
Las fotografías son estupendas y junto con los poemas habrían hecho las delicias de aquel grupo llamado "Los crepúsculos", compuesto por escritores como Agustín de Foxá o Ramón Gómez de la Serna, que se reunían en sábados otoñales en los cementerios o jardines románticos de Madrid. Eso sí, aquel grupo tenía un toque escapista y nostálgico del pasado que estos poemas de Luis Alberto de Cuenca no tienen, porque, aunque hablan de la muerte, son frescos y nuevos como el rocío de madrugada. Las fotografías están muy bien traídas para los poemas o quizá pueda decir que los poemas están muy bien traídos para las fotografías. La relación entre imagen y palabra en el libro es discreta y elegante, reveladora de algún aspecto del poema y nunca banal. Otras veces la fotografía es la plasmación visual que el poema evoca en la imaginación o al menos a mí así me lo ha parecido. Son fotografías, como los poemas, de la sensualidad de la muerte, tomadas casi todas en cementerios y mausoleos por Miguel Fernández-Pacheco y Marcela Lieblich, a quienes de aquí felicito por idear este libro que, lo digo sin retranca, es un regalo delicado para amantes de lo crepuscular, del lubricán, de lo gótico, de la Parusía, de lo póstumo, de las postrimerías, del Apocalipsis, del Séptimo Sello, del amor ante, con, contra, desde, hasta, para, por y tras la muerte... en fin, para los que ante la muerte no esconden la cabeza como el avestruz y el hedonista de carnes temblonas, sino que la miran cara a cara, con lo que hay que tener, 'id est', con sutileza e intensidad por dentro y con valentía y humor por fuera, ah, y sin faltarle al respeto. Dicho en plata: como los buenos poetas, como Luis Alberto de Cuenca.
5 comentarios:
¿De verdad que todo lo que dices es cierto?
Claro, ¿por qué iba a mentir? Yo solo hago reseñas de los libros que me gustan mucho. ¿Para qué voy a perder mi tiempo en reseñar un libro que desaconsejo?
Hicimos En la cama con la muerte, como se dice en el prólogo, para distraernos de los insoportables calores del verano pasado, jugando con nuestras fotos (tenemos más de mil del mismo tema) y unos cincuenta poemas de Luis Alberto (al que adoramos como nuestro primer poeta vivo) que finalmente se nos quedaron en 25 tras una muy ardua selección.
Creímos que la cosa acabaría ahí, en una carpeta más, de las muchas que almacenamos. pero el resultado como simple boceto nos gustó tanto a Marcela y a mí -y comprobamos que también al homenajeado-, que pensamos que a nadie le interesaría un producto tan raro y curioso. Así de mal acostumbrados nos tiene el vil mercado del libro español, tan aficionado a la ramplonería cuando no al disparate, que decidimos hacer por nuestra cuenta una edición no venal de 30 ejemplares con los que obsequiar a los amigos íntimos, de la que aún queda un ejemplar que te enviaremos cuando sepamos tu dirección.
En verdad no contábamos con Luis Alberto, quien conoce mucha más gente que nosotros, y siempre estuvo seguro de que alguien lo editaría de verdad. Nos figurábamos que eran fábulas que le dictaban su entusiasmo, pero antes de un año, milagrosamente, así ha sido. Apareció, como por encanto, un editor lo suficientemente cuidadoso y exquisito como para hacer un libro tan digno como el que conoces.
Y ahora, para colmo, prodigio sobre prodigio, apareces tú mostrando que hay alguien no solo capaz de disfrutarlo sino de entender tan perfectamente la intención de sus segundos autores -el primero no deja de ser el gran Luis Alberto de Cuenca-, como para hacer la reseña que, entre escalofríos de emoción, leímos todos el otro día. Gracias amigo, pues no de otro modo pasas a formar parte de nuestras vidas de ahora en adelante, gracias por tu cultura, inteligencia y sensibilidad, también raras y curiosas, que en verdad denotan otro poeta, y gracias por tratarnos con un cariño tan fraternal.
Miguel Fernández-Pacheco
Estimado Miguel, este libro vuestro es una idea estupenda. Pocos libros de imagen y palabra he sentido tan bien ensamblados, tan hecha la una para la otra. Reitero mis felicitaciones y me honras con tus palabras. Me llena de esperanza comprobar que la amistad no solo da frutos personales de felicidad, sino que produce talento y belleza. Gracias a vosotros y quizá un día nos encontremos por esos mundos.Ex corde, Cotta
Reconozco que cuando Miguel y Marcela, me hablaron del proyecto, palidecí……..no puedo evitar mi visión comercial, muy alejada de los ojos de la cultura, en primera instancia, y me parecía difícil superar el rechazo inicial de todo lo que el pueblo llano (entre las que me cuento) considera macabro.
Cuando tuve una de las pruebas en mis manos, no pude dejarlo hasta que lo terminé, me cautivó, inspiró e inundó de sensibilidad.
La belleza de las fotografías y su conjunción con la profundidad de los poemas de Luis Alberto, no pueden dejar indiferente a nadie con un mínimo de sensibilidad.
Rectifico, no es un libro macabro, es de los más bellos que he leído.
(la “santa” de Miguel)
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