El cobrador
Rubem Fonseca
RBA, 2009
ISBN 978-84-986-7604-4
176 páginas
16 €
Traducción: Basilio Losada
Joaquín Blanes
Ernesto Sábato, ese optimista bien informado, comenzaba uno de sus libros más alegres del siguiente modo: “Hay días en que me levanto con una esperanza demencial, momentos en los que siento que las posibilidades de una vida más humana están al alcance de nuestras manos. Éste es uno de esos días”. La resistencia, publicado en 2000, abría sus páginas de un modo esperanzador, exhortaba al lector para que resistiera ante la amenaza fantasma del lado oscuro, la misantropía recalcitrante, la displicencia social, el aislamiento, la pérdida de la comunión esencial entre personas, la que se da en los cafés, en los bares a altas horas de la madrugada, cuando el ardor despiadado de la música a todo volumen ha dejado paso al silencio y el camarero advierte: “estamos cerrando”; la misma que se da en las barbacoas domingueras. Sábato hablaba de una resistencia humana a través de la comunicación; por su parte, Rubem Fonseca (1925) habla de todo lo contrario, habla de la resistencia activa, la del cobro de una deuda antigua, porque el determinismo social es tan despiadado que permite el hacinamiento en el extrarradio de las ciudades, en esas chabolas, chamizos o favelas de cartón piedra, de chapa y plástico, de mampostería rudimentaria, que son las primeras en deshacerse, como en el cuento de los tres cerditos, al primer golpe de viento, con las primeras lluvias torrenciales.
Fonseca pone voz a la violencia de los desheredados y crea ese personaje explosivo, fulminante y brutal que es El cobrador. Un ser desahuciado que decide cobrarse lo que una sociedad del bienestar le debe en realidad: “Me deben escuela, novia, tocadiscos, respeto, bocadillo de mortadela en la tasca de la calle Vieira Fazenda, helado, balón de fútbol." Lleno de violencia, el relato que da título al libro es uno de los más desgarradores que se puede encontrar en la narrativa breve. Que tenga cuidado el lector porque Fonseca tira a matar y sus relatos, a la vez que inquietantes, resultan dolorosos.
En este relato Rubem Fonseca consigue acercarnos a lo sublime, entendido como belleza extrema la experiencia dolorosa imposible de asimilar que, probablemente, el griego Longino diera en el siglo III a. C. en su tratado “Sobre lo sublime” y que, tiempo después, Kant describiría en su Crítica del juicio.
Para adentrarse en la obra del autor brasileño este volumen es un magnífico comienzo, porque en este libro de relatos confluyen las constantes del escritor: la violencia, el sexo explícito (que en ocasiones recuerda las sucias descripciones eróticas de Henry Miller), la novela negra y las descripciones meticulosas de los elementos del crímen. Fonseca no es un autor poético, es más bien árido y desabrido, pero sus narraciones tienen unas semillas muy adictivas. Entrar con placer en la literatura del brasileño obligará al lector a perseguir sus libros con denodado ímpetu y encontrar sus libros es tarea de coleccionista, habría que consultarle a un entendido como el Mendel de Stefan Zweig, alguien que conociera al dedillo los lugares sagrados de los libros usados para encontrar alguno de los libros imprescindibles de Fonseca como El gran arte, su mejor obra. Bruguera, en su colección de Libro Amigo, se atrevió a publicar El cobrador en 1985 con una traducción de Basilio Losada, pero pronto quedó relegado a la pecera de los libros de saldo. Sólo desde hace unos pocos años, algunas editoriales se han atrevido a rescatarlo. El gran arte fue publicado en 2008 por las editoriales Txalaparta y Tajamar. Seix Barral publicó en 2003 Bufo & Spallanzani, una novela entretenida con un final sobrecogedor. Ahora RBA se envalentona y publica El cobrador.
En este libro encontramos el origen de Mandrake, un claro homenaje al Philip Marlowe de Raymond Chandler, de hecho entre los cuentos encontramos un guiño a La dama del lago y a El largo adiós y unos diálogos tan lúcidos, lúdicos y efervescentes como los Peta Zetas. Mandrake es un abogado criminalista, seductor y arriesgado que resuelve casos de asesinatos de un modo poco ortodoxo, saliendo malparado de todas sus aventuras. No hay que olvidar que la profesión inicial de Fonseca fue la de inspector de policía en el Distrito 16 de Río de Janeiro.
“Pierrot de la caverna”, el primer cuento del libro, presenta a un pedófilo incurable que graba sus reflexiones en una grabadora. Sin duda una narración incómoda pero certera al mostrar la naturaleza inequívoca de algunos seres humanos, mal que le pese al bondadoso Rosseau; como Anísio, uno de los personajes de “El juego del muerto”, capaz de cualquier cosa por ganar una apuesta, aunque sea encargar la muerte de uno de sus compadres de tasca y pasatiempo.
En el libro de Rubem Fonseca hay cuentos con mayor o menor acierto, pero ninguno tiene desperdicio, en todos se puede encontrar una veta para el disfrute de la lectura y la reflexión y aunque sea únicamente por leer el cuento que da título al libro, habrá merecido la pena.
Fonseca pone voz a la violencia de los desheredados y crea ese personaje explosivo, fulminante y brutal que es El cobrador. Un ser desahuciado que decide cobrarse lo que una sociedad del bienestar le debe en realidad: “Me deben escuela, novia, tocadiscos, respeto, bocadillo de mortadela en la tasca de la calle Vieira Fazenda, helado, balón de fútbol." Lleno de violencia, el relato que da título al libro es uno de los más desgarradores que se puede encontrar en la narrativa breve. Que tenga cuidado el lector porque Fonseca tira a matar y sus relatos, a la vez que inquietantes, resultan dolorosos.
En este relato Rubem Fonseca consigue acercarnos a lo sublime, entendido como belleza extrema la experiencia dolorosa imposible de asimilar que, probablemente, el griego Longino diera en el siglo III a. C. en su tratado “Sobre lo sublime” y que, tiempo después, Kant describiría en su Crítica del juicio.
Para adentrarse en la obra del autor brasileño este volumen es un magnífico comienzo, porque en este libro de relatos confluyen las constantes del escritor: la violencia, el sexo explícito (que en ocasiones recuerda las sucias descripciones eróticas de Henry Miller), la novela negra y las descripciones meticulosas de los elementos del crímen. Fonseca no es un autor poético, es más bien árido y desabrido, pero sus narraciones tienen unas semillas muy adictivas. Entrar con placer en la literatura del brasileño obligará al lector a perseguir sus libros con denodado ímpetu y encontrar sus libros es tarea de coleccionista, habría que consultarle a un entendido como el Mendel de Stefan Zweig, alguien que conociera al dedillo los lugares sagrados de los libros usados para encontrar alguno de los libros imprescindibles de Fonseca como El gran arte, su mejor obra. Bruguera, en su colección de Libro Amigo, se atrevió a publicar El cobrador en 1985 con una traducción de Basilio Losada, pero pronto quedó relegado a la pecera de los libros de saldo. Sólo desde hace unos pocos años, algunas editoriales se han atrevido a rescatarlo. El gran arte fue publicado en 2008 por las editoriales Txalaparta y Tajamar. Seix Barral publicó en 2003 Bufo & Spallanzani, una novela entretenida con un final sobrecogedor. Ahora RBA se envalentona y publica El cobrador.
En este libro encontramos el origen de Mandrake, un claro homenaje al Philip Marlowe de Raymond Chandler, de hecho entre los cuentos encontramos un guiño a La dama del lago y a El largo adiós y unos diálogos tan lúcidos, lúdicos y efervescentes como los Peta Zetas. Mandrake es un abogado criminalista, seductor y arriesgado que resuelve casos de asesinatos de un modo poco ortodoxo, saliendo malparado de todas sus aventuras. No hay que olvidar que la profesión inicial de Fonseca fue la de inspector de policía en el Distrito 16 de Río de Janeiro.
“Pierrot de la caverna”, el primer cuento del libro, presenta a un pedófilo incurable que graba sus reflexiones en una grabadora. Sin duda una narración incómoda pero certera al mostrar la naturaleza inequívoca de algunos seres humanos, mal que le pese al bondadoso Rosseau; como Anísio, uno de los personajes de “El juego del muerto”, capaz de cualquier cosa por ganar una apuesta, aunque sea encargar la muerte de uno de sus compadres de tasca y pasatiempo.
En el libro de Rubem Fonseca hay cuentos con mayor o menor acierto, pero ninguno tiene desperdicio, en todos se puede encontrar una veta para el disfrute de la lectura y la reflexión y aunque sea únicamente por leer el cuento que da título al libro, habrá merecido la pena.
2 comentarios:
Acaba de llegar a librerías la traducción catalana de este libro
Coincido plenamente, " hay autores y obras que resisten el paso del tiempo de una manera admirable". Rubem Fonseca es uno de ellos, ya le gustaría a más de algún autor que se cree atrevido escribir como lo ha hecho siempre Fonseca.
Mil éxitos para la edición catalana de El cobrador
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