10 marzo 2010

La Norteamérica freak

Manual del contorsionista

Craig Clevenger

Alpha Decay, 2009

ISBN: 978-84-937269-4-2

336 páginas

25 €

Traducción: María Alonso



Carolina León

A menos que odiemos su producción cultural, sabemos que Norteamérica no es una, es muchas: la del Wasp, la de los negros, la de los judíos, la del Este y la del Oeste... Y, también, está esa otra que no tiene una adscripción geográfica ni racial clara, que podríamos llamar la Norteamérica del freak: en este orden, es donde los productos culturales se hacen más espesos, creativos y cercanos, gracias a la tendencia, también muy norteamericana, de la autoconciencia y la autocrítica, pocos sistemas culturales se muestran y se cuestionan tan a menudo, y con tanta virulencia, como lo hace el propio de los Estados Unidos: la masificación deja resquicios al argumento original, generando creatividad encontrada, de doble camino, de trampas más o menos envenenadas. No pongo ejemplos, porque el lector de este blog tiene los suyos propios ya en mente.

En esa excelente tradición de dinamitar el sistema desde dentro es donde se inserta esta novela, publicada en los primeros años de los 2000, que bien puede ser considerada propiamente "noventera", por su imaginería. Manual del contorsionista fue el debut narrativo de Craig Clevenger, chico malo de la novela que ha sido alabado por otros chicos tan malos como Chuck Palahniuk.

En sus primeras páginas, el lector quizá pueda pensar que se va a encontrar con un catálogo de sobredosis, sus tomas, sus técnicas, el protocolo posterior. Afortunadamente, si bien las drogas están dentro, como eslabón, no se trata de eso. Rota por dentro, estructura y trama deslabazadas, el resultado es un gran acierto, una especie de montaña rusa cuyas referencias nos sonarán más cinematográficas que literarias (quizá, y solamente, porque de su misma época de creación nos ha llegado más cine que novela, y es por eso atinada la apuesta de Alpha Decay por esta semi olvidada narrativa). El personaje-narrador es, como adelantábamos, un freak: un ser de seis dedos en una mano que presentó problemas de adaptación y/o aprendizaje en la infancia y, en la adolescencia, escarceos con la legalidad. Pero, en el punto en que nos cuenta su historia, ésta no va de raros sino de estrategias de solapamiento y camuflaje de ellos, los raros.

Nuestro personaje sufre desde la niñez de unas terribles jaquecas sin diagnóstico: "Los dolores de cabeza no son más que mecanismo para llamar la atención". De una familia disfuncional -que empieza por él mismo- y sin recursos, nuestro guía va a crecer entrando y saliendo de los reformatorios y, pronto, encarando su realidad: para poder sobrevivir en la jungla de la sociedad, va a tener que hacerse pasar por uno de ellos.

Desde una de sus sobredosis para atajar el dolor, el personaje va a ir abriendo y cerrando las cajas de sus identidades, presentes y pasadas: lleva años entrando en la sala de Urgencias de los hospitales y siendo evaluado por expertos psicólogos, que han de averiguar si la sobredosis no ha sido accidental. Así, por cada una de sus crisis, John Vincent estrenará un nuevo personaje: ha aprendido todas las técnicas para tener papeles "como nuevos", con nombres honorables o, al menos, sin manchas en los historiales clínicos. Como un Jason Bourne corrientito, el vecino de la puerta de al lado con una prodigiosa habilidad para engañar a la autoridad. Mientras el lector va conociendo estas viejas coordenadas, él se ve sometido a una nueva inspección que, visto que lo acosan desde mafias de traficantes y quiere retener a su chica, a la que le importa, le va a resultar complicado evitar el final, que es ser enviado a una institución para enfermos mentales.

Thriller muy personal, con una intriga en donde el centro de la cuestión es el individuo, en él asistimos a algo muy reconocible, también, de este imaginario, y es la lucha del uno contra el muchos. El personaje de John Vincent se ha borrado a sí mismo, su historia familiar y sus antecedentes (¡en infinidad de ocasiones!), en pos de ser alguien anodino, apto para poseer un permiso de conducir y algunas tarjetas de crédito. Así, envuelto en un papel de trama atractiva, con chicas y drogas y black-outs y peligros, lo que más interesa de este libro es el tema de la identidad (o de la ausencia de la misma), y de ella como eslabón roto de un sistema come personas. La creatividad y doblez del individuo junto a ciertas claves para no ser molestado por las instituciones, y seguir siendo el mismo freak de seis dedos y prodigiosa capacidad matemática. Destacar es molesto.

Neo-noir, punk-thriller, nueva narrativa... Sólo me queda por decir una cosa. Manual del contorsionista es una novela estupenda que se lee como una película indie de los noventa, con encantadores y muy queribles outsiders, cuya banda sonora de acompañamiento, de necesitar alguna, podría ser un medley entre Butthole Surfers y Nirvana, que plantea algunos de los temas más interesantes en la nueva narrativa (escrita o no) norteamericana.

3 comentarios:

Fran G. Matute dijo...

Me ha gustado mucho esta crítica y los referentes que usas... Butthole Surfers... jaja.. me encanta! Me lo apunto!!

Carolink dijo...

Jaja. Lo cierto es que la música que "suena" en el libro es un poco más arcaica, pero lo retorcido del planteamiento se acerca más a esos grupos de la costa oeste, gritones, ruidosos, sudorosos y malformados.

Fran G. Matute dijo...

Por cierto, que ya ha salido el último de Palahniuk... a ver si le hacéis también reseña por aquí!