19 octubre 2010

Desde la capital del dolor



Tiempo de vida

Marcos Giralt Torrente

Anagrama. Colección "Narrativas Hispánicas"

ISBN: 978-84-339-7211-8

208 páginas

17 €




Daniel Ruiz García

Resulta irónico que Marcos Giralt Torrente haya alumbrado el que probablemente sea su mejor libro hasta la fecha partiendo precisamente de la duda. Duda hacia el propio acto de escribir, duda sobre cómo plantear y ordenar la propia realidad para transformarla en hecho narrado, duda sobre sus propios sentimientos como hijo y hacia su padre. Es un libro que parte de una gran pregunta: cómo acercarse, por la vía narrativa, a la crónica de la enfermedad, la muerte y posterior acto de duelo de su propio padre. La contestación a esa pregunta recorre transversalmente toda la novela, de forma que al final Tiempo de vida es un libro que se centra en dos temas fundamentales: la relación de un hijo con su padre, marcada por desavenencias, tensiones y finalmente, la muerte; y el proceso de escritura de una realidad dolorosa como la pérdida de un familiar y su transformación en hecho narrativo.

La duda es un elemento omnipresente en la narración, con un peso tan fuerte que incluso obliga a la voz narrativa, que es la del propio Giralt Torrente, al posicionamiento moral. Este posicionamiento es el de la honestidad. Pocas veces he leído de forma tan cristalina una voz narrativa que suene tan sincera y honesta como la de Giralt Torrente. Como forma de disipación de todas sus dudas, a la manera de un sortilegio, está empeñado en contar la verdad. Una verdad que, reconoce, siempre es subjetiva. La única forma de doblegar ese subjetivismo es mediante la descripción de hechos. Descripción de hechos, narración, que en algunos casos llega a un laconismo casi telegráfico, aunque no por ello menos descarnado. El material de partida es muy delicado: con su padre muerto, a Marcos Giralt Torrente le guía la obsesión por narrar, desde la fundación de sus propios recuerdos, su relación con su padre, atravesada por momentos de abandono, de resentimientos mutuos y, finalmente, de reconciliación, de una entrega innegociable, que es la que preside el ingreso del padre en la estación de la enfermedad y más tarde de la muerte.

Hay momentos de gran intensidad sentimental, aunque se percibe cierta intención latente de evitar siempre la sensiblería, de forma que el estilo lacónico frena cualquier tentativa de alarde lírico, conteniendo la narración dentro de las fronteras de los hechos narrados, de la crónica cotidiana y muchas veces mundana de la relación entre padre e hijo.

En un gesto que incluso resulta conmovedor, al comienzo del libro, Marcos Giralt Torrente dedica varias páginas a describir las lecturas que, en todo el tiempo de preparación de su novela, ha llevado a cabo de obras que, de una manera u otra, abordan la cuestión de las relaciones entre padres e hijos y los procesos de duelo. Quiere documentarse bien, nos dice, para tener una idea personal sobre de qué manera debe abordar narrativamente la crónica de su relación con su padre. Al cerrar el libro, uno tiene la contundente sensación de que ha conseguido lo que perseguía, porque la impresión que nos deja Tiempo de vida es la de una obra sensible, directa, a un tiempo dura y llena de vitalidad, de nervio, incluso de rabia, que se acerca con pericia al siempre difícil terreno de las relaciones paternofiliales. Giralt Torrente transforma así sus dudas en literatura de gran altura, demostrando que es posible extraer belleza del dolor, incluso del más íntimo y profundo.

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