12 octubre 2010

La Revolución, ahora

Las chicas terribles

Pablo Vázquez

Pre-Textos, 2010

ISBN: 9788492913237

160 páginas.

13 euros





José Martínez Ros

De todas las revoluciones acontecidas en el siglo XX, la más exitosa ha sido, sin duda, la feminista. Ese terremoto que ha terminado por abatir la tenebrosa tradición patriarcal de Occidente –y que continúa expandiéndose hacia otras partes del planeta, pese a todas las resistencias- ha tenido también sus consecuencias en el ámbito cultural: entre las más recientes, el auge de una narrativa militantemente femenina que pretende desde las pantallas o la literatura ofrecer una visión del mundo que había sido negada, con raras excepciones, durante milenios. Por supuesto, los resultados han sido muy dispares, y van desde El cuaderno dorado de Doris Lessing, la pintura de Frida Kahlo y las obras de teatro de Caryl Churchill hasta Maruja Torres y Almudena Grandes y la última o penúltima ganadora del Planeta, es decir, del cielo al infierno. Pero, en el otro lado de la trinchera (si aceptamos el viejo tópico de la guerra de sexos o la reinterpretación que de él hizo Lessing, al afirmar que hombres y mujeres somos, en realidad, dos especies distintas condenadas a habitar el mismo mundo y empujadas inútilmente el uno hacia el otro por su mutua soledad), también ha habido consecuencias. Un cambio tan enorme ha provocado, al tiempo, el derrumbe de muchos modelos de hombre y el surgimiento de otros, un proceso quizá más opaco, pero no menos real. Y es algo que se percibe con claridad en esta obra de Pablo Vázquez, Las chicas terribles, Premio Internacional de Cuentos “Manuel Llano” 2009.

Este libro de relatos es, como su mismo título indica, un recorrido por distintos retratos de mujer, filtrados a menudo por una mente masculina, pero sin dejar por eso de llevar la voz cantante: son ellas las que mueven la acción, mientras que los hombres que aparecen son sus víctimas, adoradores o ambas cosas al tiempo. Incluso cuando ellas aparecen en primera persona, como narradoras –como en Las perfectas secretarias o Genoveva Mix- resulta perceptible su construcción a base de clichés de origen cinematográfico, televisivo o de subgéneros menores (terror, novela rosa). Las mujeres de Pablo Vázquez son visiones de mujeres desde una óptica masculina deformada por los medios y el cine y que ya, sin embargo, no tiene nada que ver con los viejos prototipos; son mujeres contempladas por hombres que carecen incluso de autoridad sobre sus propios sentimientos. Eso explica el constante uso del humor, la perspectiva irónica: es una pantalla que los separa de un mundo amenazador.

Por supuesto, no todos los cuentos están igualmente logrados y a veces su prosa parece recargada en exceso, como si el autor tuviera muchas cosas que decir y muy pocas páginas para hacerlo, un barroquismo que se suele confundir a menudo en este país con la buena escritura o la tensión narrativa, y tal vez debamos demandar al autor una mayor ambición en las siguientes entregas. No obstante, ningún defecto consigue empañar esta certidumbre: he aquí un auténtico escritor.

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