19 noviembre 2010

¿Tet o teta?

Dog Soldiers

Robert Stone

Libros del Silencio, 2010.

ISBN: 978-84-937856-5-9 432

432 páginas

22 €

Traducción de Mariano Antolín e Inga Pellisa.


National Book Award, 1975



Fran G. Matute

En uno de los mejores episodios de la seminal sitcom Búscate la vida (1990-1992) se producía la siguiente escena: Gus Borden (Brian Doyle-Murray) y Chris Peterson (Chris Elliott) entraban accidentalmente en contacto con unos residuos radioactivos. Esta tóxica exposición les confería, contra todo pronóstico, habilidades especiales. Chris se convertía en un as del deletreo y Gus en maestro de origami, capacidades éstas que terminan explotando en beneficio propio proporcionándoles pingües beneficios. La policía, alertada por esta situación, intenta entrar por la fuerza en su casa para desinfectarla (“los residuos tóxicos no son un derecho, son un privilegio”), por lo que Gus y Chris se ven obligados a parapetarse tras un sofá (uno robusto, no uno de esos armatostes desmontables) armados hasta los dientes defendiendo su posición. En el fragor de la batalla Gus, envalentonado, grita a Chris: “Que intenten entrar y sacarnos. ¡Jaja! Haremos que la Ofensiva del Tet parezca un aparcamiento para coches”, a lo que Chris le responde con una risilla nerviosa y calenturienta. Gus, sorprendido en primera instancia de la reacción de su compañero, le espeta enojado: “He dicho Tet, no teta, ¡enano vicioso!”.

Traigo a colación este desternillante diálogo (creedme, queda mucho más gracioso viendo el capítulo entero) porque de alguna forma viene a resumir, metafóricamente hablando, lo que implica la lectura de Dog Soldiers (1974) de Robert Stone hoy día. Me explico. Para una novela que pretende diseccionar los efectos del fiasco de la guerra de Vietnam en el estado de la sociedad norteamericana, Dog Soldiers puede llegar a ser una obra trasnochada. El propio Rodrigo Fresán, en el suculento prólogo que realiza a la edición que aquí reseñamos, menciona de pasada otras obras que, con mejor o peor fortuna estilística, contaron los estragos que aquélla guerra tuvo en una generación desencantada que pasó de vivir en el paraíso a vivir en el infierno en apenas dos años. Recuerda Fresán, en mi opinión con gran acierto, la infravalorada novela Primera sangre (1972) de David Morrell que ya lidió con la problemática del héroe de guerra que vuelve a casa. Y si bien Dog Soldiers no incide sobre la misma dimensión de la cuestión (su protagonista es un periodista que no ha participado activamente en la lucha), la realidad es que otros han tratado mejor y con más profundidad (o entretenimiento, según se mire) la adaptación del soldado desconocido a la vida civil.

Para los que no estén duchos en los detalles de la guerra de Vietnam, la conocida como “Ofensiva del Tet” tuvo lugar en 1968 y supuso uno de los grandes varapalos estratégicos para el ejército norteamericano debido, sobre todo, al gran número de soldados muertos en la contienda. Su impacto mediático en la sociedad estadounidense fue devastador. Robert Stone podría haber metido el dedo en esta llaga pero ha preferido contar la historia de otra forma. Para Stone, el equivalente al Tet es la heroína y su caldo de cultivo fue también, no nos engañemos, Vietnam. Por este motivo, la relación entre Dog Soldiers y la guerra se me antoja artificiosa. Me gusta más pensar que los personajes que pueblan esta ambigua novela no son hijos del conflicto bélico sino de la estulticia de una sociedad que, descontrolada, no fue capaz de lidiar con su sueño hippie y lo terminó quemando en la hoguera del exceso. Es por ello que la generación del amor libre (en definitiva, la “teta” a la que hacíamos referencia en el título) se ve retratada en sus estertores por Stone con pasión periodística a través de una serie de personajes caricaturescos pero fácilmente asimilables como reales. Los hemos conocido en la obra de Tom Wolfe, de Hunter S. Thompson, de Ken Kesey… Son el resultado del experimento de Timothy Leary y Richard Alpert, y en la literatura de la contracultura nos fue contada su hazaña como heroica cuando todos sabemos que su único mérito fue el de no enterarse de nada y vivir para contarlo. Y esta es, a mi juicio, la contra-historia que nos plantea Robert Stone en esta aclamada novela.

Pero al margen de la solidez del mensaje inmerso en Dog Soldiers, lo cierto es que, si echamos la vista atrás, nos cuesta encontrar vestigios del apasionamiento que ejerció esta novela en el año de su publicación y venideros. Cuando escritores de la talla de James Ellroy, Don Delillo o Jonathan Lethem beben los vientos por esta obra de ficción con tintes de Nuevo Periodismo, uno no puede dejar de pensar que se está perdiendo algo durante su lectura. Reconozcamos abiertamente que Dog Soldiers no es un libro que enganche. Reconozcamos que, en algún que otro momento, uno ha tenido que sacar fuerzas de flaqueza para continuar leyendo. Y no es que estemos ante una novela difícil pero lo cierto es que no funciona a todos los niveles con la misma intensidad. A veces la percibimos como una novela negra sobre el mundo de la droga, otras como retrato generacional, ocasionalmente como obra premiada y de culto. Pero Dog Soldiers no invita al disfrute literario pleno. En uno de sus párrafos se describe a John Converse, su protagonista, como “el típico mamón listillo que escribe una obra de teatro que pone a parir al cuerpo de marines y luego se da la vuelta y trafica con heroína” y de alguna forma esa frase recoge todos los bienes y males de la novela: ¿es John Converse un trasunto de Robert Stone?.

Por último, deberíamos cerrar el círculo determinando si Dog Soldiers es más Tet o teta, como sugería el bueno de Chris Peterson. Si es una novela definitoria sobre el “aftermath” de la guerra de Vietnam o si es más un reflejo de la decadencia de la contracultura de la paz y del amor. En mi opinión funciona mejor como lo segundo sólo que carece del “humor” (por mucho que Fresán se empeñe en hacernos creer que es divertida) de otras obras referenciales de la época como Gaseosa de ácido lisérgico (1968) de Wolfe, por poner un ejemplo. La sombra de los Merry Pranksters en esta obra (sobre todo en los pasajes finales) es alargada y su influencia ha sido confesada por el propio autor en sus entrevistas. Pero en cualquier caso, la publicación y traducción de Dog Soldiers en España debe ser aplaudida y bienvenida porque viene a recordarnos que existen muchos autores de culto merecedores de ser rescatados hoy día aunque su obra no sea igual de influyente que antaño. Y, en cualquier caso, los amantes de la literatura “sixties” siempre agradeceremos que Robert Stone deambule de nuevo por las librerías patrias. Mejor es perro (soldado) vivo que león muerto.

3 comentarios:

José Martínez dijo...

Estimado Fran, permíteme disentir. Que me parezca que he leído un libro completamente distinto al que tú reseñas, sólo confirma, de todos modos, que la crítica es al fin y al cabo un ejercicio subjetivo. Dog soldiers es una de las pocas novelas que han caído en mis manos este año -las otras dos excepciones han sido Vila-Matas y DeLillo- cuya lectura me ha apasionado, escrita con una técnica magnífica. Entre otras virtudes, me gustaría destacar sus magníficas escenas de sexo y violencia (algo en lo que muchos escritores suelen naufragar)y un par de estupendos cuasimonólogos interiores que deberían estudiarse en cualquier escuela de letras. Un abrazo.

Fran G. Matute dijo...

Por su puesto que se te permite discernir, faltaría más. Para eso están los comentarios del blog...

De hecho estoy convencido de que tu apreciación de la novela es objetivamente más ajustada que la mía, que como puedes comprobar discierne de la de tantos literatos de renombre (Harold Bloom hasta la incluye en su canon literario) y que casi me ha dado vergüenza publicarla. Pero la realidad es que tanto temáticamente (al menos estarás conmigo en que hay muchas novelas, la mayoría anteriores a esta, que ya han tratado el tema de una forma u otra) como literariamente (espero que algún día me expongas esos párrafos tan soberbios que mencionas) me ha dejado frío, sobre todo tras leer tantísimo boato a su alrededor.

En cualquier caso, no se trata de una novela que desmerezca, ni mucho menos. Ha sido más un exceso de publicidad lo que ha mermado mi interés y capacidad de apreciación de una obra tan mítica como "Dog Soldiers".

Abrazos y gracias por tus comentarios.

Fran G. Matute dijo...

Fe de erratas: donde pone "discernir" debe poner "disentir"...