25 mayo 2011

La búsqueda de la verdad

Logicomix. Una búsqueda épica de la verdad

Apostolos Doxiadis y Cristos H. Papadimitriou

Sins Entido, 2011

ISBN: 978-84-96722-74-3

346 páginas

24 €

Traducción de Julia Osuna Aguilar

Introducción de Fernando Savater


Rafael Suárez Plácido


A estas alturas no hay que justificar la novela gráfica a la hora de presentarla como uno de los géneros de nuestro tiempo. Hay quien prefiere llamarla cómic o tebeo. A mí me gusta, en cambio, llamarla así, para distinguirla de otro tipo de textos más breves, o estructurados en capítulos separados conectados por los mismos personajes. No me cabe duda de que dentro de un tiempo los nombres de Jiro Taniguchi, Craig Thompson, Frederick Peeters o Alison Bechdel tendrán mucha más repercusión de la que tienen actualmente. No es un invento nuevo, por supuesto. Hace ya años que en Japón, Osamu Tezuka; o en Estados Unidos, Will Eisner nos lo mostraron. Recientemente hemos vivido el lanzamiento de un trabajo de Ars Spiegelman, tras el éxito popular de Maus, en nuestro país como de uno de los lanzamientos estrella de su editorial. Aun así es un género relativamente joven y obras como Logicomix (Sins Entido, 2011) dan un paso adelante a la hora de abrir nuevos caminos.

Si alguien me preguntara qué leer para conocer el crucial periodo Meiji, le ofrecería los libros de Tanizaki Junichiro, o de Morai Ogai o de Sotseki Natsume. Pero si se tratara de tener un panorama más amplio, una introducción a dicho periodo quedan dos opciones: o el interesantísimo La restauración Meiji, de W. G. Beasley (Satori, 2007), o La época de Botchan, de Jiro Taniguchi y Natsuo Sekikawa (Ponent Moon, 2005). Ambas obras retratan la época que definió al Japón actual y lo incluyó en el mapa del mundo occidental. Ambos están bien documentados y supondrán motivo de conocimiento, placer y entretenimiento al lector. La principal diferencia está en que el primero es un ensayo, el más valioso traducido a nuestra lengua hasta el momento, sobre dicho periodo, y el segundo es una novela gráfica, un manga para ser más concretos. Si la pregunta me la hicieran sobre una obra que nos introdujera en la historia de la Lógica o en la apasionante biografía y obra de una de sus figuras más destacadas, Bertrand Russell, hasta este momento sólo habría podido dirigirle a algunos ensayos o a su recientemente editada Autobiografía (Edhasa, 2010). Ahora es posible acercarse a esta figura crucial para entender el siglo XX, o para desistir de la idea, a través de esta novela gráfica que edita en castellano la editorial Sins Entido. Yo siempre he sido partidario de la introducción del cómic en las escuelas, aunque ha sido un deseo frustrado y frustrante, ya que las bibliotecas de estos centros carecen de cómics. Es curioso, sí es más fácil llevar textos de colecciones infantiles o juveniles, la mayoría sin ningún interés pedagógico y, lo que es peor: no facilitan un paso a una literatura más “adulta”. Sin embargo, a nadie se le escapa que muchos de nuestros escritores y lectores más interesantes dieron sus primeros pasos en este mundo a través de los tebeos.

El propósito de Logicomix es claro y está resumido en el subtítulo: una búsqueda épica de la verdad. Para ello nos presenta dos líneas de narración: por un lado un grupo de artistas se unen con un matemático de Berkeley para llevar a cabo este proyecto y nos cuentan todas sus planteamientos, dudas y peripecias; por otro lado está la historia de Bertrand Russell, contada por él mismo en una conferencia que da en 1939 en una universidad norteamericana ante un público inquieto y expectante no sólo por la figura de Russell, sino también por el presagio de la entrada de Estados Unidos en la Guerra Mundial.

Las dos historias son apasionantes. Los artistas (el guionista Apostolos Doxiadis, el matemático Christos Papadimitrou, la pareja de ilustradores y la documentalista) se cuestionan constantemente lo que están haciendo y cómo lo hacen, mezclan sus peripecias en el estudio y en largos paseos por las calles de Atenas y, finalmente, consiguen que los conozcamos un poco. Pero el gran protagonista es, indudablemente (aunque tras leer el libro entendemos que todo lo humano es cuestionable) Bertrand Russell. Cuando se dirige a la facultad a dar la conferencia es increpado por un grupo de manifestantes que no quieren que su país participe en la guerra. Él los invita a que pasen a escuchar su conferencia. Es cierto que durante gran parte de la historia no vemos clara la intención de esta invitación, ni qué relación guarda con el conflicto bélico en sí: al final lo vemos claro.

Russell nos cuenta la historia de la Lógica y cómo desde niño se vio involucrado en ella. Hay enigmas que quedan en el aire como la relación entre los lógicos y el alto índice de psicóticos, o la incapacidad de estos para llevar vidas felices. Aparecen personajes fundamentales para la historia del pensamiento, como Cantor, Frege, Hilbert, Poincaré o Wittgestein. Todos tuvieron un papel activo en la búsqueda de la verdad que acompañó a Russell toda su vida. Para algunos se trata de una búsqueda fallida: la verdad no se puede aplicar a los acontecimientos humanos. Lo que en abstracto parece claro, en la práctica es un desastre.

Los dibujantes, Alecos Papadatos y Annie Di Donna hacen un trabajo magnífico, inspirado en la corriente de la línea clara, lo que nos hace más amables momentos que no lo son en modo alguno. A veces, en los momentos en que los personajes manifiestan aspectos cercanos a la psicosis, nos evocan ilustraciones propias del manga. La historia se estructura como una tragedia griega. Las referencias a la Orestiada son constantes. Y aunque es una obra cerrada, deja abierta la posibilidad de una secuela basada en el mayor logro actual de la ciencia lógica: la creación de los ordenadores e internet. Definitivamente, la novela gráfica atraviesa un buen momento.

5 comentarios:

José Martínez Ros dijo...

Una reseña estupenda. En verdad, pinta muy bien.

Daniel Ruiz García dijo...

Brillante reseña, Rafael; buscaré el libro. En todo caso, y esperando que no te molestes, sigo defendiendo que el concepto "novela gráfica" es un camelo. Es un término prejuicioso, que implica una voluntad de subir el rango del cómic, lo que lleva implícita cierta mala consideración del cómic de toda la vida. El debate eterno y algo casposo sobre la Alta Cultura en comparación con la cultura popular. El rango artístico del cómic ya es de por sí bastante elevado. Es lo mismo que los que defienden el concepto cine arte, como si quisieran elevar la categoría del propio cine hasta un estadio artístico superior. ¿Y alguien niega que el cine sea ya un arte? ¿No demostró John Ford que es posible hacer grandes dramas shakesperianos y de hondo calado narrativo sin necesidad de dar la espalda al gran público?

RSP dijo...

Gracias, JM Moraga.

Bien, Dani. Después de tu comentario no sé qué ves de bueno en mi reseña. Pero te diré algo:
Cuando hablo de novela gráfica no me refiero a alta cultura. No entro en ningún debate, sólo en que prefiero llamar a una serie de álbumes, de comics, "novelas gráficas", no por ser alta cultura, sino por otros motivos: extensión; unidad clara y buscada; planteamiento, nudo y desenlace... Y todo eso frente a la idea, también legítima y tanto o más digna de episodios entrelazados por la presencia de una serie de personajes protagonistas y/o antagonistas. Es sólo eso. Ya he dicho que se trata de un cómic. Por otra parte no sé por qué sacas a relucir si John Ford cuenta historias dignas o no, o tan dignas como las de Shakespeare o más o menos... ¿Eso quién lo cuestiona? Sólo que en ese caso hablamos de cine y en Shakespeare de teatro. Sí sería comparable el tema de las teleseries con episodios sueltos, sin más relación que los protagonistas, y otras con una linea argumental clara, definida y unívoca. Desde luego, estas no tendrían que ser necesariamente mejores que las anteriores. Ni mucho menos. Es sólo cuestión de definir para que el lector tenga un poco más claro con qué se va a encontrar. Las series de "Malas ventas" de Alex Robinson serían cómics, mientras que sus "Inolvidable" e "Infiltrados" serían novelas gráficas. Yo prefiero, en este caso, "Malas ventas". No hay criterio valorativo ni prejuicio alguno al usar una terminología u otra.

Gracias por el comentario, Dani. ¡Qué buena es "La mano"!

Anónimo dijo...

Eres insufrible, Plácido.

Daniel Ruiz García dijo...

Ok, aclarado, Rafa. Gracias por el piropo.