Breve teoría del viaje y el desierto
Cristian Crusat
Pre-textos, 2011
ISBN: 978-84-15297-13-0
112 páginas
10 €
Premio Internacional de Relato Manuel Llano, 2011
José Martínez Ros
Se pueden escribir relatos de otra manera. Se puede contemplar el mundo de otra manera. La mayoría de los libros de relatos que se publican por autores de lengua española se adscriben a uno de estos dos modelos -en algunos casos de curiosa amplitud de miras, a los ambos-: a) la escuela realista-chejoviana, que ha más presente en España, país refractario donde los haya a todo lo relacionado con la imaginación, cuyos seguidores suelen copiar, en las últimas décadas, no tanto a Chéjov como a sus principales prosélitos actuales, casi todos norteamericanos (Carver, Richard Ford, John Cheever, Peter Stamm, Lorrie Moore y Tobias Wolff, por sólo citar a algunos) y que, en su actual versión degenerada que hace furor en los talleres literarios, se caracteriza –resumiendo- por estar escritos con el vocabulario de un graduado de primaria, con personajes que beben y fuman demasiado y están muy deprimidos; y b) la escuela del fantástico, con una legión de saqueadores de los tres grandes argentinos, Borges, Bioy Casares y Cortázar, que carecen del aliento metafísico del primero, la elegancia irónica del segundo y de la incesante capacidad para la invención y el juego del tercero y que, en la mayor parte de los casos, se reduce a fuegos artificiales: algo de magia, una pizca de mitología, algún pequeño juego formal y, al final, nada de nada, puro vacío. También están los microrrelatistas, pero a esos mejor ni nombrarles.
Por fortuna, libros como Breve teoría del viaje y el desierto de Cristian Crusat, Premio internacional de relato Manuel Llano, nos convencen de que aún hay esperanza para el cuento y evitan, en el último momento, que nos nacionalicemos suizos. Los relatos de Cristian Crusat rechazan orgullosamente ambos modelos, en lo que supone todo un desafío a la mayoría de las convenciones acerca del arte del relato. Por un lado, evita cuidadosamente las poses fatalistas y el neocostumbrismo de los pseudochejovianos actuales: sus personajes, extraídos de un mundo global, y que pueden vivir en una caravana en el desierto norteamericano, recorrer una carretera de Almería o hablarnos desde las páginas de un cuento ajeno son presentados desde una cotidianeidad que no tarda en iluminarse con el resplandor pentescostal de la epifanía y sufrir una revelación que, en la mayoría de los casos, los obliga a enfrentarse al auténtico rostro de su soledad o a unos sentimientos difíciles de asumir, como ocurre con los jóvenes enamorados del relato que da título al libro.
Por otro, Crusat construye sus historias –excepto la protagonizada por la encantadora Lena que, sin duda, está narrada desde un ensueño centroeuropeo- a partir de una realidad reconocible y espesa que todos conocemos, aunque no siempre nos detengamos a observarla: la de las urbanizaciones turísticas, los enormes aparcamientos y los hoteles abarrotados. Como todo autor realmente original, no duda en inventar su propia tradición, en la que conviven presencias tan singulares como las del cuentista peruano –uno de los más grandes y más ignorados- Julio Ramón Rirbeyro, el extravagante Salinger o Milorad Pavic, el genial autor del Diccionario Jázaro. Del primero, sin duda, toma la perspectiva irónica y el interés por los personajes en quiebra, del segundo su hipersensibilidad urbana y del tercero las piruetas metanarrativas.
Breve teoría del viaje y el desierto es un libro especialmente recomendable para aquellos que deseen saber por dónde irá el relato del siglo XXI: no cabe duda de que Cristian Crusat es uno de sus más intrépidos pioneros.
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