Los electrocutados
J. P. Zooey
Alpha Decay, 2011. Colección “Héroes Modernos”
ISBN: 978-84-92837-28-1
172 páginas
15 €
José María Moraga
Al enfrentarme a la nueva novela de J. P. Zooey (pseudónimo de un autor argentino de 1973, que llamó mucho la atención dos años atrás con su debut Sol artificial) me invade una doble sensación de ilusión y miedo. Ilusión por descubrir a un nuevo talento, a un renovador de la lengua o al menos de la narrativa, a una voz sensible capaz de describir el mundo actual tratándolo de tú a tú (pues conoce sus coordenadas), a diferencia de los “tardomodernos”, dinosaurios ‘et alii’, eternamente acusados de no enterarse o estar fuera de onda. Miedo, empero, a que se trate del último ‘hype’ literario, del último drama o dulce de cacao con avellanas, de un “buñuelo de aire”, como diría Manolo Haro. En el caso de Los electrocutados (2011), mucho me temo que al terminar su lectura dichos temores se han visto confirmados.
La segunda novela de J. P. Zooey exhibe todas las trazas de la obra literaria posmoderna, que ya resultaría tedioso volver a listar aquí (curiosos ver, por ejemplo, a Ihab Hassan), y en ese sentido es un producto todo lo químicamente puro que una obra de estas características puede ser. Los detractores de este fenómeno tendrán con eso cumplida su mala crítica, pero yo voy más allá: voy a intentar explicar por qué no me ha gustado, siendo como soy, un apasionado de la literatura posmoderna, fragmentaria, lúdica, intertextual e iconoclasta. Lo primero que quiero decir es que Los electrocutados me ha parecido un esfuerzo fallido, en ningún caso una tomadura de pelo, una broma o una obra fatua.
Admiro la sensibilidad del narrador, y desde el minuto 1 me sentí atrapado por el juego narratológico de ida y vuelta entre las voces de Dizze Mucho (protagonista de la novela), su albacea J. P. Zooey (quien proporciona un nivel textual más) y la hermana de Dizzie: Oidas, la gran ausente. Y por la ruptura de expectativas continua que tanto aprecio en Vila-Matas o Antonio Orejudo (por poner dos ejemplos punteros). Pero lo que en esos y otros escritores me pareció un válido ardid para montar el andamiaje de una historia que se enriquecía con dichos juegos y trampas autorales, en el caso de Los electrocutados me he quedado con la sensación de que se ha enmarañado porque sí una historia bonita que podría haber resultado mucho más efectiva si se hubiese contado de otra manera. ¿De cuál? No me corresponde a mí decirlo, solo dejar constancia de que el armazón posmoderno confunde y no aporta mucho a lo que por otra parte me parece un valiente intento de explicar el mundo.
Vuelvo a dar una de cal y otra de arena. La historia que Los electrocutados cuenta podría resumirse en la búsqueda de dos hermanos durante toda su vida de “la frase del Sistema Solar”, pues Dizze y Oidas están convencidos de que cada planeta y el Sol tienen una palabra que decir, y que juntas las diez conforman una frase que vendría a definir el sentido de la vida. Algo así como la música de las esferas, pero en versión 2.0. El protagonista Dizze busca las huellas o trazas de este significado (algo 100% posmoderno, no lo olvidemos) en signos que le van remitiendo a otros signos, de modo que el significado último siempre queda diferido. Estos signos son los gatos, los transbordadores espaciales, una pieza de Bach… Al final, sin reventaros la intriga os diré que la frase del Sistema Solar es conocida por Dizze (y por los lectores), pero claro está, una apuesta con unas expectativas así corre el gran riesgo de degenerar en un “Parto de los montes”.
Si hay dos pilares que salvan Los electrocutados del ridículo o de la acusación de patraña son, a mi entender, su acerada sensibilidad (nunca cae en lo cursi, aun transitando su frontera) y su juicioso uso del humor, algo que siempre es de agradecer. De lo primero dan testimonio las cartas de Dizze a su hermana Oidas, diálogo unidireccional, repletas de un amor emocionante. La contrapartida del humor la encontramos en forma de unas demenciales clases universitarias de Dizze (profesor de “Historia de las Ideas Menores”), cuyos textos se interpolan en la novela y que constituyen lo mejor del libro, por lo imaginativas, refrescantes y bizarras. Como botón de muestra, sépase que una de ellas trata sobre un tal Kilgore Trout, estudioso de la vida ‘alien’ y defensor de la teoría de que toda la vida en la Tierra es de origen extraterrestre y se implantó en 1950 (Kurt Vonnegut, Jr. estaría orgulloso).
Pese a estos momentos brillantes de ironía, sátira y ‘gore’, Los electrocutados descansa sobre una serie de 'leitmotivs' que francamente me han parecido un poco oportunistas o traídos por los pelos. Así, hay constantes referencias a la Red, Internet, Twitter, la electricidad como metáfora extendida o alegoría de las conexiones que establecemos y que según el narrador son el signo de los tiempos… aparte de los símbolos ya mencionados: el transbordador espacial (la huida del hombre hacia el cosmos), los pájaros (como ancestros nuestros que demostrarían lo absurdo del lenguaje: otra idea clave de la Posmodernidad) y los gatos (máximos exponentes de los interrogantes de la Humanidad, dada la forma curvada de su cola).
De este modo, un libro que tiene un comienzo si no delicioso sí absolutamente prometedor e intrigante, se pierde en meandros y vericuetos que pueden parecer a priori profundas reflexiones pero que a menudo se quedan en aislados destellos de talento. Porque talento hay, no seré yo el que le niegue a J. P. Zooey el mérito de haber creado su propio universo, bastante consistente, pero es una pena que la historia y los temas de base (el amor de los dos hermanos, la búsqueda del sentido de la vida, la naturaleza de la creación literaria o el lenguaje mismo) tengan que disfrazarse “de no sé qué ropajes” para llamar la atención en estos días.
1 comentario:
¡Jo! No sé si porque me recordaba argumentalmente a Pi, la peli de Aranofski, y un poquitín a La subasta... le veía buena pinta. Abrazos
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