La liebre con ojos de ámbar. Una herencia oculta
Edmund de Waal
Acantilado, 2012
ISBN: 978-84-15277-71-2
366 páginas
26 €
Traducción de Marcelo Cohen
Rafael Suárez Plácido
En muy poco tiempo este es el segundo libro que me interesa mucho y
que ha sido traducido por Marcelo Cohen. Es llamativo porque apenas conozco
nada del autor argentino. Los dos libros, el anterior fue Ciudad abierta, de Teju Cole, han sido editados por Acantilado.
Quizás haya que buscar ahí la razón de esta coincidencia. El anterior era una
novela que a veces se podía entender como un ensayo sobre el cosmopolitismo o
la interculturalidad; en este se nos cuenta un caso práctico del asentamiento
de una familia de banqueros judíos, procedente de Odessa, en la Europa más
elitista de finales del siglo XIX y principios del XX: se trata de una historia
contada como si fuera una novela.
Todo comienza en los pasados noventa, cuando el joven Edmund de Waal
recibe una beca del gobierno japonés para perfeccionar sus estudios, es
artesano, en Tokio. Cualquier historia que comience en Tokio me interesa.
Entonces empecé a leer con avidez. Allí conoce a su tío Ignace que le enseña la
joya de su colección de arte: la colección familiar de doscientos sesenta y
cuatro 'netsukes', que han ido heredando
en la familia desde hace más de un siglo, y que posteriormente, cuando fallezca
el tío Ignace, heredará el propio Edmund, dueño actual de la colección. ¿Qué es
un 'netsuke'? Son esculturas pequeñas, del tamaño algo mayor que un botón
occidental, realizadas en alguna madera noble o en marfil, con las que los
japoneses se cerraban el obi o algunas bolsas que usaban a modo de carteras.
Algunos 'netsukes' pueden ser valiosísimos. Desde luego estos de la colección De
Waal lo son. Hay maestros escultores de 'netsukes'. Se usaron a partir del siglo
XVII en Japón, y se pusieron de moda en Europa en el siglo XIX, cuando Japón se
abrió al resto del mundo y los salones más refinados de París y Viena se
llenaron de "japonerías".
Pero, claro, la familia de Edmund de Waal no era una familia normal.
Se trata, ni más ni menos que de los Ephrussi, los fundadores y dueños de la
banca Ephrussi, una de las tres o cuarto entidades financieras más importantes
en la segunda mitad del siglo XIX y, hasta la llegada de Hitler al poder, durante
la primera mitad del siglo XX. Sólo así se concibe que Charles Ephrussi
reuniera esta fantástica colección de más de doscientas figuritas de diferentes
maderas, patrimonio cultural de un país que se distingue, precisamente, porque
sabe valorar sus tradiciones. Este Charles Ephrussi fue amigo y mecenas de
algunos de los artistas más celebrados del París de su tiempo. En su colección
personal tuvo cuadros de Renoir, a quien sin embargo disgustaban los judíos, de
Monet, de Degas, de Moreau, de Watteau. Aparece, como un personaje habitual, en los libros de Proust —camuflado en los salones de Odette— o en los diarios
de Edmond Goncourt; fue amigo de poetas.
En fin, todo un personaje en el París de su tiempo. De Waal se preocupa
por mostrar que su importancia no era sólo por su capacidad económica. De
hecho, el propio autor traza cuatro historias en este libro: una historia de la
familia, en la que se interesa por casi todos los personajes, sus motivaciones
y sus intereses; una historia del arte europeo, que está vinculada a la de la
propia familia, que no sólo son lectores ávidos y coleccionistas, sino incluso
escritores y participan de forma activa en la elaboración de catálogos y
publicaciones; una historia, sin más, de Europa: París, Viena, intervalos en Odessa,
Inglaterra, las dos guerras mundiales con el intervalo del periodo de
entreguerras y, finalmente, la devastación que supuso el auge del nazismo. La
cuarta historia que encontramos en este libro es la de esa colección de 'netsukes'. La liebre con ojos de ámbar del título se refiera a uno de ellos.
¿Es una novela? No, pero podría leerse como si lo fuera. Lo que ocurre
es que todo lo que cuenta Edmund de Waal ha ocurrido, para bien o para mal. Es
la constatación de que lo que está más alto puede caer, en cualquier momento, y
de que de la nada se puede construir todo un imperio que controle la economía
de países y, casi del mundo. Los personajes, prácticamente todos, son tratados
con el cariño que muestra quien desciende de ellos. No sólo los familiares sino,
muy especialmente, los criados y todo el personal de servicio. Edmund de Waal
ha rastreado en la literatura y prensa de la época los rastros que podían
llevarle a entender no sólo aspectos relevantes de la economía y política del
momento, que le interesaban obviamente. Pero lo más interesante es el acercarse
con los ojos bien abiertos y el cerebro bien amueblado a los autores que
tuvieron alguna relación con su familia. Además de los ya citados, habría que
mencionar a Musil y a Rilke. El principal orgullo que exhibe De Waal no es el
poder que llegaron a alcanzar sus ancestros, sino el buen gusto a la hora de
valorar todo la belleza del mundo. Yo antes ni sabía qué eran los 'netsukes'.
Había leído la palabra en algunos libros de autores japoneses, pero no tenía
idea de la trascendencia que podían tener esos objetos. Ahora veo 'netsukes' por
todas partes. Igual que antes no sabía que existiera Edmund de Waal y ahora
estoy pendiente de cualquier referencia nueva que aparezca sobre él.
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