
Mezz Mezzrow (y Bernard Wolfe)
Acuarela Libros, 2010
ISBN: 978-84-7774-205-0
415 páginas
22 €
Traducido por Javier Lucini
Prólogo de Barry Gifford
Fran G. Matute
Ahora llega Acuarela y se descuelga con una edición primorosa, con nueva traducción y prologada por Barry Gifford, que recupera (afortunadamente) el título original de aquella obra publicada originariamente en 1946, y cuyo principal acierto sigue recayendo en su co-autor y protagonista: Mezz Mezzrow, uno de los peores músicos que ha dado el género y, sin duda, uno de los más golfos.
La cuestión diferencial entre la historia de Mezzrow y la de cualquier otro es que él siempre estuvo allí y estuvo con todos. Con Louis Armstrong, con Sidney Bechet, con Bix Beiderbecke… y siguiendo la evolución del jazz desde sus primeros pasos en Nueva Orleans, pasando por Chicago y muriendo en Nueva York a mediados de los 40. Y es que para Mezzrow el jazz perdió todo su sentido con la irrupción del swing. Así de purista fue Mezzrow, hasta el punto de considerarse negro (así lo solicitaba expresamente que constara en su ficha carcelaria en sus múltiples visitas a la prisión) a pesar de haber nacido más blanco que la leche en polvo.
Pero al margen de las privilegiadas anécdotas musicales, Really the blues ofrece una segunda lectura. La de la sordidez de los bajos fondos, la de los años de la ley seca, la de los inicios del trapicheo de sustancias estupefacientes. Y es que Mezzrow era un auténtico 'jailbird', el mejor 'dealer' de la zona y su marihuana era famosa hasta el punto de que en Harlem se la conocía como “mezz” en su honor. Es en estos pasajes en los que esta autobiografía cobra vida y se convierte en un ejercicio de literatura 'beatnik', de realismo sucio, y además pionera en el género.
Así que no es de extrañar que personajes como Tom Waits, Allen Ginsberg o Henry Miller destaquen la espontaneidad y cercanía de esta biografía singular, contada gracias a Bernard Wolfe a través de conversaciones con el propio Mezzrow, uno de esos personajes secundarios que tuvo la fortuna de estar en el momento adecuado rodeado de los verdaderos protagonistas de la mayor manifestación artística surgida de los Estados Unidos de América y que por aquel entonces comenzaba a coger forma, convirtiendo así su vida en un cántico a la pureza, a la independencia, a la integración racial y, en definitiva, a la rabia de vivir verdaderamente el 'blues'.