Jake Arnott
Traducción de Ignacio Gómez Calvo
Mondadori, 2009
ISBN: 9788439722069
358 páginas
14,90 euros
Fran G. Matute
La obra con la que se inauguró la interesante colección Roja & Negra (Mondadori), auspiciada por Rodrigo Fresán y que pretende poner al día a este país en los últimos títulos (meritorios) de la novela negra, fue Delitos a largo plazo (1999) de Jake Arnott. Autor inglés y homosexual (destacamos este aspecto por ser de relevancia para el análisis de su obra, no porque se nos haya contagiado el amarillismo de la pérfida Albión), sorprendió al mundo editorial británico con una propuesta fresca en muchos sentidos.
Aquella primera novela, que formaba parte de una trilogía (cómo no), destacaba principalmente por su acierto en la reconstrucción del Londres libertario y vicioso de mediados de los años sesenta. Su protagonista central, Harry Starks, pasaba por ser un gangster afeminado cuyas actividades convulsionaron el llamado “Swinging London”. Y si para colmo la estructura de la novela se construía a modo de caleidoscopio (cinco puntos de vista distantes pero tangentes), el producto era definitivamente digno de ser destacado de entre la morralla de publicaciones que invaden el mercado bajo la maleada etiqueta “noir”.
Ahora nos llega la oportunidad de retomar la trilogía de Harry Starks con la segunda de las obras de Jake Arnott, aquí titulada Canciones de sangre (2001). Pero lo primero que hay que destacar es que las conexiones con los acontecimientos narrados en Delitos a largo plazo son ínfimas. Tampoco hay un afán por redescubrir el Londres de 1966, fecha en la que transcurre el grueso de la historia, más allá de algún que otro brochazo al Mundial de fútbol que la selección de Inglaterra ganó vilmente gracias al gol de Geoff Hurst.
Da la sensación que Arnott ha querido esta vez sumergirse más en sus personajes que en la ambientación o en la estructura, que ha preferido basar su estrategia en la acción, en la continuidad, en lo gutural del género. Hay quien ha criticado precisamente esto. El hecho de no haber retomado el camino iniciado con Delitos a largo plazo, el hecho de haber parido una continuación más lineal, menos atrevida.
Pero en nuestra humilde opinión, con Canciones de sangre Arnott se ha consolidado como un escritor elegante con paciencia para los sentimientos. Destacaría de su prosa el acierto con el que escudriña las relaciones personales de unos personajes que, si bien en ocasiones rozan el maniqueísmo, se encuentran confundidos y extrañados por las circunstancias.
Hay por tanto pasajes muy potentes en esta novela (los recuerdos de guerra del asesino, las dudas en torno a la condición sexual de uno de los policías, los fantasmas del pasado que acechan al periodista) y hay momentos de confusión narrativa (ese uso indiscriminado de la primera persona por parte de dos personajes distintos en una novela narrada, esencialmente, en tercera persona llega a ser mareante). Con todo, servidor ha de confesar que ha disfrutado más con estas Canciones de sangre que con las primeras correrías de Harry Starks.
Así que esperemos pues a la tercera entrega de la saga, titulada Crímenes de película (2003), que ya está en el horno y entonces confirmaremos un presentimiento. Y es que me da en la nariz que si Nick Hornby escribiera una novela negra saldría algo muy parecido a lo que hace Jake Arnott.
Aquella primera novela, que formaba parte de una trilogía (cómo no), destacaba principalmente por su acierto en la reconstrucción del Londres libertario y vicioso de mediados de los años sesenta. Su protagonista central, Harry Starks, pasaba por ser un gangster afeminado cuyas actividades convulsionaron el llamado “Swinging London”. Y si para colmo la estructura de la novela se construía a modo de caleidoscopio (cinco puntos de vista distantes pero tangentes), el producto era definitivamente digno de ser destacado de entre la morralla de publicaciones que invaden el mercado bajo la maleada etiqueta “noir”.
Ahora nos llega la oportunidad de retomar la trilogía de Harry Starks con la segunda de las obras de Jake Arnott, aquí titulada Canciones de sangre (2001). Pero lo primero que hay que destacar es que las conexiones con los acontecimientos narrados en Delitos a largo plazo son ínfimas. Tampoco hay un afán por redescubrir el Londres de 1966, fecha en la que transcurre el grueso de la historia, más allá de algún que otro brochazo al Mundial de fútbol que la selección de Inglaterra ganó vilmente gracias al gol de Geoff Hurst.
Da la sensación que Arnott ha querido esta vez sumergirse más en sus personajes que en la ambientación o en la estructura, que ha preferido basar su estrategia en la acción, en la continuidad, en lo gutural del género. Hay quien ha criticado precisamente esto. El hecho de no haber retomado el camino iniciado con Delitos a largo plazo, el hecho de haber parido una continuación más lineal, menos atrevida.
Pero en nuestra humilde opinión, con Canciones de sangre Arnott se ha consolidado como un escritor elegante con paciencia para los sentimientos. Destacaría de su prosa el acierto con el que escudriña las relaciones personales de unos personajes que, si bien en ocasiones rozan el maniqueísmo, se encuentran confundidos y extrañados por las circunstancias.
Hay por tanto pasajes muy potentes en esta novela (los recuerdos de guerra del asesino, las dudas en torno a la condición sexual de uno de los policías, los fantasmas del pasado que acechan al periodista) y hay momentos de confusión narrativa (ese uso indiscriminado de la primera persona por parte de dos personajes distintos en una novela narrada, esencialmente, en tercera persona llega a ser mareante). Con todo, servidor ha de confesar que ha disfrutado más con estas Canciones de sangre que con las primeras correrías de Harry Starks.
Así que esperemos pues a la tercera entrega de la saga, titulada Crímenes de película (2003), que ya está en el horno y entonces confirmaremos un presentimiento. Y es que me da en la nariz que si Nick Hornby escribiera una novela negra saldría algo muy parecido a lo que hace Jake Arnott.
1 comentario:
Buenos días:
Mi nombre es Silvia Vega, soy redactora de la revista de cultura digital El Portalvoz (www.elportalvoz.com) perteneciente a la ATEI (Asociación de Televisiones Educativas y Culturales Iberoamericanas [www.atei.es]), y le escribimos para saber si pueden facilitarnos una dirección de correo electrónico para ponernos en contacto con ustedes, pues estamos interesados en que colaboren con nosotros en la revista.
Les facilito mi correo al cual pueden enviar la información:
redaccionelportalvoz@ateiamerica.com
Muchas gracias.
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