Erótika. Escenas de la vida sexual
Patricia de Souza. Fotografía: Ana Moreno Meyer
Barataria, 2009
160 páginas
15 €
Jesús Cotta
Erótika es un conjunto de relatos y estampas y, a veces, fantasías, de amantes descritos en su acción erótica por una mujer, que es la que los mueve (y en alguna ocasión habla un hombre que no deja de ser un alter ego de la narradora, por no decir de la autora). La narradora trae al recuerdo del modo más vivo y con su toque poético encuentros eróticos con amantes del pasado; el elemento común a todas estas confesiones es la exploración del placer, la búsqueda de los límites del deseo y la imposibilidad, que ella misma se impone, de continuar con sus amantes o, lo que es lo mismo, la constante voluntad de ruptura, para que no cese la búsqueda de la variedad, donde la narradora cifra su mayor riqueza personal.
Ella se siente dividida entre la necesidad de afecto, que sólo se consigue con la estabilidad sentimental, y el deseo de nuevos cuerpos, que sólo se consigue negándose al compromiso. Pero ambos deseos humanos, aunque incompatibles, nacen del desamparo profundo, de la soledad inmensa que es ser humano. Si el amante logra escapar del desamparo con el compromiso, don Juan lo logra con la variedad, yendo de cuerpo en cuerpo. Y la narradora, consciente de la imposibilidad de ser esas dos cosas, busca, amante tras amante, su estabilidad y, a la vez, su libertad. Y sabe que eso es imposible, pero no lo lamenta.
Los encuentros eróticos son de lo más variados y suele haber más tiempo de coito que de prolegómenos. Por fortuna, la autora necesita con todos ellos “la dosis completa”, como ella dice, y entonces el lector, o sea yo, se lo pasa un poco mejor. Para un varón, que suele valorar los penes casi tan sólo por su tamaño y su grado de dureza, no dejan de ser curiosas y pedagógicas las descripciones que ella hace de los falos de sus amantes, que tienen algo de la personalidad de sus dueños.
Sólo en dos o tres ocasiones, la autora cae en la tentación de utilizar dos palabras feas y antieróticas para un relato de lances amorosos: roles y género. Gracias a Dios, cuya presencia late invisible en el libro, le gusta más el sexo que el género y eso es algo que hay que agradecerle en esta época donde en ciertos ambientes políticamente correctos está mal visto que al hombre le encante penetrar, qué caray, y a la mujer que la penetren. Para una cosa que sabemos hacer bien los dos, ¡qué bien está que nos compenetremos!
Los relatos erotizan más, a mi parecer, cuando el amante de turno es algo más que un hombre con todas sus cositas y cuyo nombre y procedencia la protagonista no quiere ni saber. En esos casos, los dos parecen objetos utilizados por una libido tonta y sin chispa. La ternura, la complicidad, el mutuo conocimiento entre dos son más excitantes que la mera promiscuidad sin espíritu y en casi todos los relatos hay, menos mal, un poco de eso, un poco del encanto de desnudar al otro y dejarse deslumbrar por su presencia.
El libro está ilustrado con fotografías de desnudos femeninos y parecen de una misma modelo, y su formato cuadrado lo hace apto para leerlo con espíritu desenfadado, aunque lo que cuenta no es nada desenfadado, sino el misterio de la vida de una mujer.
Un trágico destino persigue a la protagonista: la fusión erótica es un espejismo que le hace creer que ella tiene al otro y lo comprende con la fuerza ancestral del instinto, pero la realidad es que, por muy intensos que sean los orgasmos de los dos, los dos siguen siendo desconocidos el uno para el otro, pues ella, en todos los encuentros, tiene escrito en su corazón no el amor, sino la fecha inminente de la ruptura. Es una pena, porque durante toda la lectura de libro yo tenía la esperanza de identificarme con el amante con el que ella se iba a quedar al final. Pero no. Con todos acaba cortando.
En fin, al menos, se lo han pasado bien.
Patricia de Souza. Fotografía: Ana Moreno Meyer
Barataria, 2009
160 páginas
15 €
Jesús Cotta
Erótika es un conjunto de relatos y estampas y, a veces, fantasías, de amantes descritos en su acción erótica por una mujer, que es la que los mueve (y en alguna ocasión habla un hombre que no deja de ser un alter ego de la narradora, por no decir de la autora). La narradora trae al recuerdo del modo más vivo y con su toque poético encuentros eróticos con amantes del pasado; el elemento común a todas estas confesiones es la exploración del placer, la búsqueda de los límites del deseo y la imposibilidad, que ella misma se impone, de continuar con sus amantes o, lo que es lo mismo, la constante voluntad de ruptura, para que no cese la búsqueda de la variedad, donde la narradora cifra su mayor riqueza personal.
Ella se siente dividida entre la necesidad de afecto, que sólo se consigue con la estabilidad sentimental, y el deseo de nuevos cuerpos, que sólo se consigue negándose al compromiso. Pero ambos deseos humanos, aunque incompatibles, nacen del desamparo profundo, de la soledad inmensa que es ser humano. Si el amante logra escapar del desamparo con el compromiso, don Juan lo logra con la variedad, yendo de cuerpo en cuerpo. Y la narradora, consciente de la imposibilidad de ser esas dos cosas, busca, amante tras amante, su estabilidad y, a la vez, su libertad. Y sabe que eso es imposible, pero no lo lamenta.
Los encuentros eróticos son de lo más variados y suele haber más tiempo de coito que de prolegómenos. Por fortuna, la autora necesita con todos ellos “la dosis completa”, como ella dice, y entonces el lector, o sea yo, se lo pasa un poco mejor. Para un varón, que suele valorar los penes casi tan sólo por su tamaño y su grado de dureza, no dejan de ser curiosas y pedagógicas las descripciones que ella hace de los falos de sus amantes, que tienen algo de la personalidad de sus dueños.
Sólo en dos o tres ocasiones, la autora cae en la tentación de utilizar dos palabras feas y antieróticas para un relato de lances amorosos: roles y género. Gracias a Dios, cuya presencia late invisible en el libro, le gusta más el sexo que el género y eso es algo que hay que agradecerle en esta época donde en ciertos ambientes políticamente correctos está mal visto que al hombre le encante penetrar, qué caray, y a la mujer que la penetren. Para una cosa que sabemos hacer bien los dos, ¡qué bien está que nos compenetremos!
Los relatos erotizan más, a mi parecer, cuando el amante de turno es algo más que un hombre con todas sus cositas y cuyo nombre y procedencia la protagonista no quiere ni saber. En esos casos, los dos parecen objetos utilizados por una libido tonta y sin chispa. La ternura, la complicidad, el mutuo conocimiento entre dos son más excitantes que la mera promiscuidad sin espíritu y en casi todos los relatos hay, menos mal, un poco de eso, un poco del encanto de desnudar al otro y dejarse deslumbrar por su presencia.
El libro está ilustrado con fotografías de desnudos femeninos y parecen de una misma modelo, y su formato cuadrado lo hace apto para leerlo con espíritu desenfadado, aunque lo que cuenta no es nada desenfadado, sino el misterio de la vida de una mujer.
Un trágico destino persigue a la protagonista: la fusión erótica es un espejismo que le hace creer que ella tiene al otro y lo comprende con la fuerza ancestral del instinto, pero la realidad es que, por muy intensos que sean los orgasmos de los dos, los dos siguen siendo desconocidos el uno para el otro, pues ella, en todos los encuentros, tiene escrito en su corazón no el amor, sino la fecha inminente de la ruptura. Es una pena, porque durante toda la lectura de libro yo tenía la esperanza de identificarme con el amante con el que ella se iba a quedar al final. Pero no. Con todos acaba cortando.
En fin, al menos, se lo han pasado bien.
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