24 marzo 2011

Heracles, el hijo de Zeus


Némesis

Philip Roth

Mondadori, 2011

ISBN: 978-84-397-2333-2

224 páginas

21,90 €

Traducción de Jordi Fibla


Rafael Suárez Plácido

Hace tiempo que no presto demasiada atención a las solapas de los libros de autores que me interesan y los de Philip Roth (New Jersey, 1933) siempre lo hacen. El personaje central de algunas de sus novelas más interesantes, Zuckerman, nos muestra con su peripecia biográfica el devenir de los Estados Unidos y, por tanto, del mundo en que vivimos. La vida pública, con todas las miserias derivadas del pensamiento correcto y del poder, y la privada, donde cada uno piensa y siente a su manera siempre diferente, aparecen en estas novelas en todo su esplendor. Hay quien no valora igual sus más recientes producciones, en las que sus personajes evocan el momento en el que cambió definitivamente sus vidas, casi siempre a peor, y sus causas. A mí, en cambio, nunca han dejado de interesarme.

Leo en la solapa de Némesis (Mondadori, 2011): “¿Qué decisiones determinan fatalmente nuestras vidas?” Y es cierto que esa sería una buena pregunta para resumir algunos otros de sus libros. Pero aquí, en cambio, nos ofrece la biografía de un personaje absolutamente desbordado por los acontecimientos. Bucky Cantor es un joven de Newmark, el barrio natal del propio autor, que es rechazado para alistarse en el ejército estadounidense en la Segunda Guerra Mundial por ser algo bajo y corto de vista. Para alguien que aspira a la perfección física eso es un trauma que le llevará a esforzarse más que los demás en su vida. Ese verano de 1944 ejerce como instructor en una escuela deportiva de verano. Los chicos y sus padres le adoran y está prometido con una joven de buena familia, a la que ama profundamente. Es un gran deportista y lanza la jabalina, como Heracles, el hijo de Zeus. A los ojos de los demás se trata de un triunfador. Los problemas comienzan cuando algunos de sus alumnos contraen la polio, entonces enfermedad mortal. A partir de ahí todo empieza a desmoronarse y Bucky se encuentra ante el dilema de la culpa. ¿Podría haber hecho algo para evitarlo? ¿Por qué la polio parecía cebarse especialmente con sus alumnos, con los mejores de ellos? No es ajeno a esta culpa el sentimiento judío de ser el pueblo elegido. La vida debería ser otra cosa para todos, pero especialmente para ellos. Dios debería ser justo y ocuparse de la felicidad del mundo. La guerra y esa otra guerra que es la enfermedad muestran a Bucky que no es así y no lo entiende. Es cierto que no es fácil entenderlo y si uno se empeña en buscar respuestas, no va a salir bien parado. La primera consecuencia es la desconfianza en un Dios que antes había sido el centro de su vida, y a partir de ahí todo es posible.

La novela tiene tres capítulos. En los dos primeros los hechos se presentan de manera lineal. Al final del segundo, los acontecimientos dan un vuelco inesperado y cae sobre los personajes el peso de la Historia. Formalmente la estructura es magistral. El tercer capítulo es el desenlace que da mayor sentido a toda la trama anterior y nos ayuda a responder a algunas preguntas, aunque, como suele ocurrir, otras tendremos que buscarlas nosotros mismos. En este tercer capítulo aparece el contrapunto a la historia de Bucky, que nos deja la sensación de que todo podría haber sido mejor para él y para los suyos. La pregunta de la solapa, que condensaría mejor la historia, podría haber sido: ¿Es posible cambiar nuestro destino? Quizás para el favorito de los dioses todo es más difícil. La traducción, del habitual Jordi Fibla, también nos permite acercarnos al mejor Philip Roth: sin duda uno de los mejores escritores de nuestro tiempo.

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