03 marzo 2011

Vida, instrucciones de uso

Mientras cenan con nosotros los amigos

Avelino Hernández

Candaya, 2011

ISBN: 84-933546-5-1

314 páginas

16 €

Prólogo de Julio Llamazares


Alejandro Luque

“Cómo vivir”. Ésa es la cuestión –tan sencilla, tan atrozmente compleja– que atraviesa de punta a punta este libro de turbadora belleza, construido a la manera de un rompecabezas que sólo muestra su dibujo coherente cuando está acabado, o de un sistema de galerías que a ratos se antojan laberínticas, pero que una vez transitadas revelan su lógica impecable. Mientras cenan con nosotros los amigos es la obra póstuma de Avelino Hernández (Valdegeña, Soria, 1944-Selva, Mallorca, 2003), poeta, novelista, autor de relatos infantiles y crónicas de viajes, que acaso dio en estas páginas lo mejor de su sensibilidad y de su oficio.

Libro híbrido, donde se dan cita la prosa epistolar y el poema, el relato clásico, la reflexión personal y el apunte diarístico, Mientras cenan con nosotros los amigos invita a imaginar una reunión de las que antaño solían darse al calor del fuego y ahora tienen lugar alrededor de la comida y el vino, y en donde, en todo caso, abundan las historias, esos relatos de siempre que siempre parecen nuevos, diferentes, como son invariablemente únicas y a la vez guardan un aire de familia todas las experiencias vitales.

El último argumento de mi obra”, dice Hernández guiñando a Gil de Biedma: “cómo vivir”. Y la respuesta la va desarrollando en esas piezas breves, intercaladas por cartas a una escritora amiga, Marta, que no acaba de llegar por más que se la espera. Entender el amor como una entrega gozosa, alcanzar cierta lucidez para iluminar la casa del alma, despreciar la bisutería de lo banal, celebrar los pequeños milagros cotidianos –magistral la descripción de la cópula de los gatos– y desentrañar de ellos, si procede, el profundo sentido de la existencia. Todo eso responde Avelino Hernández a la pregunta “cómo vivir”, y algo más: dejar testimonio, retribuir con palabras lo que el mundo regala en dones y prodigios. Escribir, para el soriano, es también una manera de ser y estar.

En estos textos, que bien podrían haber usurpado a Perec el título aquel de La vida, instrucciones de uso, prevalece un fervoroso alegato en defensa de la amistad y una actitud alerta sin ceder a la desesperación, un mirar de reojo a la muerte, que también forma parte inseparable de la vida. “Uno va comprendiendo el valor de la vida”, dice en un pasaje, “por el número de amigos que ya no vendrán a cenar con nosotros”. El estremecedor colofón del libro, añadido posteriormente, es una última misiva del autor a la misteriosa Marta, donde comunica la mortal enfermedad que le ha sido diagnosticada y el modo en que piensa afrontarla. Son apenas cuatro páginas, que otorgan rango de testamento literario y vital al volumen, las que bastan a Avelino Hernández para despejar esa otra incógnita, “cómo morir”: con el mismo amor, el sentido de la dignidad, el asombro ante la belleza y lo terrible con que supo ocupar su silla en la mesa de la vida.

[Publicado en la revista Mercurio]

No hay comentarios: