Picnic en Hanging Rock
Joan Lindsay
Impedimenta, 2010
ISBN: 978-8415130-03-1
320 páginas
21,95 €
Traducción de Pilar Adón
Introducción de Miguel Cane
José María Moraga
Nos llega tan poco de literatura australiana (iba a escribir “sabemos tan poco”, pero este blog tiene que mantener un prestigio) que para algo que nos llega es motivo de celebración. Es el caso de Picnic en Hanging Rock (1967), excelente novela a la que saludamos en su nueva edición de Impedimenta. Del país de Patrick White (el Premio Nobel), Colleen McCullough (la de El pájaro espino) y Germaine Greer (la feminista) rescatamos a Joan Lindsay, una escritora también de los años sesenta-setenta, aunque un poquito mayor en edad. Picnic en Hanging Rock podría ser considerada una obra de culto: alcanzó una enorme popularidad en su momento y en 1975 dio origen a una exitosa versión cinematográfica a cargo del también australiano Peter Weir.
A día de hoy, es un libro que goza de buena salud (el año pasado la BBC emitió una adaptación radiofónica del texto), de lectura obligada en algunas facultades de Filología Inglesa, aunque hay que admitir que es la única obra por la que se recuerda a su autora (salvedad sea hecha de su autobiografía parcial Time Without Clocks, no disponible en español). A Joan el apellido Lindsay le vino por matrimonio, ya que casó con Daryl Lindsay, miembro de una célebre saga de artistas australianos, el 14 de febrero de 1922. Este dato puede no ser baladí si tenemos en cuenta que el meollo de la acción de Picnic en Hanging Rock tiene lugar también un 14 de febrero –Día de San Valentín-, pero de 1900.
La historia se desarrolla a caballo entre la realidad y la ficción en un territorio borroso, y es que los diecisiete capítulos de la novela narran un misterioso acontecimiento basado en hechos reales: la desaparición –durante una excursión campestre- de tres alumnas y una profesora de un internado para señoritas. Una de las chicas aparece, desorientada y en estado de shock, incapaz de contar qué ha pasado, y otra cuarta que las acompañaba vuelve histérica y tampoco puede explicar lo sucedido, de modo que los cadáveres de las desaparecidas nunca fueron hallados. Por si fuera poco para rodear el caso de misterio, la desgracia alcanza a otros de los personajes implicados, que mueren poco después en circunstancias extrañas.
Hay un horror inefable entonces, Picnic en Hanging Rock es una novela de misterio con insinuaciones claras de que las fuerzas del Mal trabajan entre nosotros. Así, el secuestro, el asesinato y los abusos sexuales parecen amenazar a las niñas del exclusivo colegio Appleyard. Hay un claro contraste también entre el tradicional modo de vida británico (considerado “superior” a todo lo aborigen) y la realidad que Australia impone. La vieja querella entre naturaleza y sociedad, si queréis, actualizada en unas mujeres que deben emprender el ascenso a una montaña en un caluroso día de verano vestidas con opresivos (e inapropiados) corsés y faldas largas. En cierto modo –y yendo un poco lejos- la desgracia que cae sobre las niñas ha sido en ocasiones leída como una venganza de la naturaleza y la geografía australianas por la arrogancia y las imposiciones coloniales de la civilizada Gran Bretaña.
La otra interesante dualidad presente en todo el libro es la tensión entre realidad y ficción, ya apuntada aquí, y aunque está claro que Picnic en Hanging Rock no es A sangre fría, igual que una novela de misterio hay argumentos para considerarla una “novela de no ficción”, puesto que Lindsay no duda en valerse de cartas, declaraciones ante la policía o artículos de prensa para dotar de verosimilitud a su libro. Así y todo, la incertidumbre prevalece: la propia voz narradora se pregunta en ocasiones qué estarán pensando algunos de los personajes y aunque existió un decimoctavo capítulo (en ediciones póstumas) que daba más explicaciones, el final de la novela queda completamente abierto, versión canónica que con buen criterio nos ofrece Impedimenta.
Toda esta fluctuación entre realidad y ficción y la presencia de personajes atormentados que parecen ocultar oscuros secretos emparentan Picnic en Hanging Rock con Otra vuelta de tuerca de Henry James (por la parte del misterio) y con Pasaje a la India de E. M. Forster (por la parte poscolonial). Los tres libros tienen en común la presencia inquietante de sucesos que quedan sin explicación, pero ¿quién necesita explicaciones claras y científicas cuando podemos leer un buen libro de misterio basado en hechos reales?
Joan Lindsay
Impedimenta, 2010
ISBN: 978-8415130-03-1
320 páginas
21,95 €
Traducción de Pilar Adón
Introducción de Miguel Cane
José María Moraga
Nos llega tan poco de literatura australiana (iba a escribir “sabemos tan poco”, pero este blog tiene que mantener un prestigio) que para algo que nos llega es motivo de celebración. Es el caso de Picnic en Hanging Rock (1967), excelente novela a la que saludamos en su nueva edición de Impedimenta. Del país de Patrick White (el Premio Nobel), Colleen McCullough (la de El pájaro espino) y Germaine Greer (la feminista) rescatamos a Joan Lindsay, una escritora también de los años sesenta-setenta, aunque un poquito mayor en edad. Picnic en Hanging Rock podría ser considerada una obra de culto: alcanzó una enorme popularidad en su momento y en 1975 dio origen a una exitosa versión cinematográfica a cargo del también australiano Peter Weir.
A día de hoy, es un libro que goza de buena salud (el año pasado la BBC emitió una adaptación radiofónica del texto), de lectura obligada en algunas facultades de Filología Inglesa, aunque hay que admitir que es la única obra por la que se recuerda a su autora (salvedad sea hecha de su autobiografía parcial Time Without Clocks, no disponible en español). A Joan el apellido Lindsay le vino por matrimonio, ya que casó con Daryl Lindsay, miembro de una célebre saga de artistas australianos, el 14 de febrero de 1922. Este dato puede no ser baladí si tenemos en cuenta que el meollo de la acción de Picnic en Hanging Rock tiene lugar también un 14 de febrero –Día de San Valentín-, pero de 1900.
La historia se desarrolla a caballo entre la realidad y la ficción en un territorio borroso, y es que los diecisiete capítulos de la novela narran un misterioso acontecimiento basado en hechos reales: la desaparición –durante una excursión campestre- de tres alumnas y una profesora de un internado para señoritas. Una de las chicas aparece, desorientada y en estado de shock, incapaz de contar qué ha pasado, y otra cuarta que las acompañaba vuelve histérica y tampoco puede explicar lo sucedido, de modo que los cadáveres de las desaparecidas nunca fueron hallados. Por si fuera poco para rodear el caso de misterio, la desgracia alcanza a otros de los personajes implicados, que mueren poco después en circunstancias extrañas.
Hay un horror inefable entonces, Picnic en Hanging Rock es una novela de misterio con insinuaciones claras de que las fuerzas del Mal trabajan entre nosotros. Así, el secuestro, el asesinato y los abusos sexuales parecen amenazar a las niñas del exclusivo colegio Appleyard. Hay un claro contraste también entre el tradicional modo de vida británico (considerado “superior” a todo lo aborigen) y la realidad que Australia impone. La vieja querella entre naturaleza y sociedad, si queréis, actualizada en unas mujeres que deben emprender el ascenso a una montaña en un caluroso día de verano vestidas con opresivos (e inapropiados) corsés y faldas largas. En cierto modo –y yendo un poco lejos- la desgracia que cae sobre las niñas ha sido en ocasiones leída como una venganza de la naturaleza y la geografía australianas por la arrogancia y las imposiciones coloniales de la civilizada Gran Bretaña.
La otra interesante dualidad presente en todo el libro es la tensión entre realidad y ficción, ya apuntada aquí, y aunque está claro que Picnic en Hanging Rock no es A sangre fría, igual que una novela de misterio hay argumentos para considerarla una “novela de no ficción”, puesto que Lindsay no duda en valerse de cartas, declaraciones ante la policía o artículos de prensa para dotar de verosimilitud a su libro. Así y todo, la incertidumbre prevalece: la propia voz narradora se pregunta en ocasiones qué estarán pensando algunos de los personajes y aunque existió un decimoctavo capítulo (en ediciones póstumas) que daba más explicaciones, el final de la novela queda completamente abierto, versión canónica que con buen criterio nos ofrece Impedimenta.
Toda esta fluctuación entre realidad y ficción y la presencia de personajes atormentados que parecen ocultar oscuros secretos emparentan Picnic en Hanging Rock con Otra vuelta de tuerca de Henry James (por la parte del misterio) y con Pasaje a la India de E. M. Forster (por la parte poscolonial). Los tres libros tienen en común la presencia inquietante de sucesos que quedan sin explicación, pero ¿quién necesita explicaciones claras y científicas cuando podemos leer un buen libro de misterio basado en hechos reales?
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