Silvia Federici
Traficantes de Sueños, 2011. Colección "Historia"
ISBN: 978-84-96453-51-7
367 páginas
25 €
Traducción de Verónica Hendel y Leopoldo Sebastián Touza
Carolina León
“El mundo entero necesita una sacudida”, así se llama el primer capítulo de Calibán y la bruja. Y no, no se refiere al momento presente. El resto del título reza: “Los movimientos sociales y la crisis política en la Europa medieval”. Eso es, un libro de historia, uno que cuenta algunas cosas sobre ese momento llamado de “transición al capitalismo” de una forma en la que probablemente nunca te las han contado.
Su autora, historiadora y pensadora feminista desde los años 70, nos dice que pretende con este ensayo repensar esa primera fase del capitalismo desde el punto de vista feminista “evitando las limitaciones de una historia de las mujeres separada del sector masculino de la clase trabajadora”.
Y su propósito, a decir de quien escribe, lo consigue incorporando en su diseño no solo la historia de cómo las mujeres (pobres, proletarias) son sistemáticamente torturadas y quemadas en la hoguera (proceso de caza de brujas al que, en realidad, dedica un capítulo de los cinco); también relata y muestra el progresivo cercamiento de los bienes comunes de la población rural en los últimos siglos de la Edad Media; las luchas campesinas del siglo XV y la aparición de sectas herejes como últimos bastiones de la oposición popular a las políticas que imponen los Estados modernos; el proceso de acumulación de trabajo -vigorosa exposición en la que desentraña algunos olvidos de la historia desde el relato marxista- y la progresiva diferenciación sexual del trabajo, mientras la mujer es separada no solo de los medios de producción, como el hombre, sino además de la vida pública, las economías de subsistencia o la noción de sujeto legal de pleno derecho.
Esto es, el proceso de establecimiento del capitalismo patriarcal. Pero quizá -dejando para luego el tema de la caza de brujas- los dos grandes hallazgos de esta forma de repensar la historia están en el análisis del cuerpo y en la ampliación de esta revisión a la América colonial. Por el primer asunto, analiza el cuerpo y su función en la consolidación de nuevas formas de relaciones de las personas con el poder, y para ello realiza una crítica al pensamiento de Michel Foucault y su descripción del “biopoder”. Federici toma a la filosofía mecanicista para contar cómo el capitalismo -y su ciencia y su medicina- producen un disciplinamiento nuevo del cuerpo para convertirlo en una máquina de trabajo. Un cuerpo “divorciado de la persona, literalmente deshumanizado”. Es el mecanicismo, a decir de la autora, el que está detrás del nacimiento del uso científico de la tortura que se da entonces, por ejemplo.
El otro aspecto que comentaba antes consiste en hacer una historia inclusiva, y no separada, de las clases trabajadoras y esclavas en las colonias, y observar así una serie de fenómenos que se importan desde Europa, y otros que se llevan desde la experiencia de la esclavitud de vuelta al continente. Haciendo un grueso resumen, se puede decir que demuestra cómo el disciplinamiento de indios, europeos enviados a las colonias por crímenes o deudas y esclavos de África genera el racismo y la segregación de una forma impuesta, del mismo modo que se genera el patriarcado: a base de batalla, tortura, muerte y poder.
Aunque el aspecto que realmente aparece con una luz nueva (y es un tema que recorre el libro) se refiere a la “caza de brujas”, episodio de los primeros siglos de la Edad Moderna que la mayoría de nosotros habremos estudiado en una línea a pie de página en el libro de Historia de la secundaria. Y recordaremos como algo anecdótico, probablemente asociado a las persecuciones de la Iglesia intentando dominar sobre toda otra creencia.
Dejar de ver la caza de brujas como un proyecto religioso y asomarse a la dimensión política y económica de la tortura y asesinato de miles de mujeres en toda Europa -que se dio, masivamente, en los siglos XVI, XVII e incluso XVIII- no es tampoco del todo nuevo en la historia revisitada por los feminismos. Claro que Calibán y la bruja, al incluirlo en un todo y recorrer con minuciosidad y relato exquisito las otras formas de dominación -el campesino, el cuerpo proletario, el rebelde insumiso, el esclavo Calibán- le da una dimensión nueva, aplastante y reveladora.
Y, aparte de sus valores como libro de historia, solo una cosa más: su lectura asegura repetidos fogonazos de reconocimiento en muchas de las situaciones narradas. Como si el proceso de “acumulación originaria” del que nació el capitalismo estuviera aquí, entre nosotros, vivo y coleando.
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