05 febrero 2013

Un disparo en la noche pastoral



Intemperie

Jesús Carrasco

Seix Barral, 2013. Colección "Biblioteca Breve"

ISBN: 978-84-322147-2-1

224 páginas

16,50 €




Manolo Haro

El mundo contemporáneo acostumbra a burlar el 'horror vacui' de muchos de sus ámbitos con un suministro insólito de cachivaches, imagenes y/o eslóganes que atemperan el desasosegante aliento de la nada. La publicidad del canal pseudohumanitario Teletienda es una clara y extrema muestra de que se puede vender plástico a golpe de testimonios de gente obesa a altas horas de la madrugada; las fajas promocionales de las que tiran las casas editoras, habitualmente, también. Por ello, cuando uno toma Intemperie de Jesús Carrasco y lee, blanco sobre carmín, “Un debut literario con alma de clásico. La riqueza de Miguel Delibes y la fuerza de Cormac McCarthy” se pregunta si el fajista no habrá tirado del manual del buen estafador para la confección de este reclamo. Estas fajas son tetrafuncionales: promocionan, aprisionan, predisponen y catalogan. No hay más remedio que darles el beneficio de la duda y adentrarse en la selva para descubrir qué hay de cierto en todo esto.

Y uno empieza a sospechar que no existe ponderación alguna en tales palabras. Página tras página vamos teniendo la impresión de asistir a un milagro construido con pequeñas piezas que darán como fruto algo con la magnitud y la grandeza de un día de verano. Se trata de la ejecución minuciosa de un barco dentro de una botella de cristal, una artesanía en la que cualquier vibración o duda en el pulso hará que todo se precipite al fondo del mar.

Un niño huye, agazapado en las entrañas de la noche. La fuga es un enigma que iremos resolviendo mientras que leemos con los sentidos: la novela tiene una plasticidad que concita sensibilidades que a menudo permanecen adormecidas en los lectores. Carrasco nos hace tomar consciencia del cuerpo de sus criaturas y de la presencia de lo creado. El niño, cuando sale a la bóveda celeste escruta un cielo de resonancias ancestrales. Si el lector lo siente, ya está dentro, y muy probablemente no saldrá hasta llegar a la última página. Ese niño que escapa se topará en cierto punto de su huida con un pastor anciano; a partir de aquí la trama se trenzará con un hilo argumental fibroso. A pesar de que las palabras, más concretamente el idioma, juegan un papel esencial en la argamasa de la narración, los personajes apenas hablan entre ellos. El milagro de la amistad entre el joven y el viejo se crea a partir de gestos y miradas, movimientos bien dibujados en la penumbra de la madrugada. Esa palabra casi inexistente dota al relato de una densidad que viene alimentada por un narrador soberbio. Uno siente que éste va trascendiendo el hueco del silencio y recuperando un tiempo remoto, además de demoler la planicie verbal a la que nos tiene acostumbrada gran parte de la narrativa contemporánea ibérica.

La maestría de Jesús Carrasco se fundamenta en su lengua literaria –creo que meditadamente personal– y en su capacidad para montar una vibrante persecución con unos personajes colocados como miliarios propiciatorios a lo largo de la senda de la novela. Densa materia narrativa que desemboca en una ética de la crueldad (Ovejero 'dixit') que no tenemos más remedio que aceptar, ya que ésta es una historia artillada desde la honestidad literaria y ética. Carrasco gusta de los cielos de Cormac McCarthy –ya lo advierte la dichosa faja– y de la fatalidad irrevocable de la existencia a la manera de Coetzee. Si el lector no supiera este último dato, la obra no desmerecería un ápice.

Un primer libro aclamado por la crítica extranjera antes de dar con sus pastas en las mesas de novedades, de ambiente rural, con un cronotopo incierto y que no sigue las pautas del “gótico internacional” del momento (novelas bizantinas, de amor y lujo, en capitales de renombre o en el tercer mundo asiático) es un fenómeno extraño se mire por donde se mire. “Vieron caballos salvajes correr por la llanura, batiendo sombras en la noche y dejando a su paso en el claro de luna un polvo vaporoso, apenas una alteración cromática”. Esto es Cormac McCarthy. Jesús Carrasco guarda entre sus líneas otras noches memorables. Disfruten.

5 comentarios:

Pere Portapoll dijo...

Una reseña irreprochable, coherente en su argumentación y muy bien escrita. “Intemperie”, sin embargo, no me ha gustado. El lenguaje es casi siempre prieto, bruñido, cincelado. La novela atesora momentos líricos, junto a otros más débiles, de poca precisión. Escribir bien no es rescatar pecios del diccionario, y éste me ha parecido uno de los principales inconvenientes de la novela. Un prurito etnográfico excesivo. Descripciones que se prolongan durante páginas mientras no ocurre nada. El argumento, por otra parte, es mínimo. Roza lo inverosímil en algunos momentos (léase el momento climático situado en la página 193 y todo lo que conduce a él). Y la actitud de los personajes, sobre todo de los malos de la historia, me resulta acartonada. He leído alguna entrevista a Jesús Carrasco. Parece un hombre sensato y sereno. Desde luego no es el culpable del fenómeno mediático Jesús Carrasco. Creo que, al margen de los gustos y criterios estéticos de quien esto suscribe, podría calificarse a “Intemperie” como una prometedora primera novela, con sus hallazgos y sus defectos. Que se haya vendido a tantos países antes de ser publicada, que la crítica la haya acogido como el salvador de nuestras letras, todo esto serán anécdotas sin importancia al cabo de los años. La ruleta de la fortuna se ha posado en Carrasco como antes se posó en Monteagudo y mañana se posará en cualquier otro. Así es el gran teatro de las maravillas cervantino. Es un misterio, pero toda la vida lo es. Espero que Carrasco lo disfrute, que no se abrume. Aprovecho la ocasión para darles la enhorabuena por su blog.

Gerard Salinas Valls dijo...

Totalmente de acuerdo con Pere. Me da miedo que sea como el asunto 'Monteagudo', mucha fanfarria y luego desolación. Una maniobra comercial. Demasiada unanimidad y complacencia. Hemos olvidado la novela 'Naturaleza' de Felipe Hernández, pasó inadvertida, sin lectores. Ahora esto parece, perdonen, es la edad, un supermercado.

Fran G. Matute dijo...

Pues yo suscribo las excelentes palabras del Señor Haro. "Intemperie" es un texto muy meritorio.

Me da igual los idiomas a los que se vaya a traducir, o el número de ejemplares que venda. Es más, siempre me ha dado igual eso... no sé por qué todo el mundo se ha puesto nervioso con la dichosa fajita publicitaria.

O el libro está bien o está mal. Y, en mi opinión, está muy bien. Punto.

Alejandro Luque dijo...

Yo soy de los que ha disfrutado del libro, especialmente del ecuador en adelante, pero creo que son muy de agradecer los comentarios de Pere y Gerard: en un medio como internet, donde lo habitual es elegir la adulación vacua o el exabrupto, yo daría cualquier cosa por que todos los comentarios fueran tan argumentados como estos. Y seguro que Jesús Carrasco también. Un saludo a todos.

Anónimo dijo...

A mí me ha parecido una novela admirable, valiente, escrita desde el convencimiento estético y ético, al margen de modas; y que consigue esa rara aleación de maestría verbal y habilidad narrativa. Esta novela se hubiera impuesto sin el equívoco fajín promocional. La unanimidad -no tanta, como se ha sugerido en otro comentario- la dará el tiempo. Saludos.
Juan Gracia Armendáriz