03 junio 2013

Raza

Telegraph Avenue

Michael Chabon

Mondadori, 2013

ISBN: 978-84-3972-674-6

560 páginas

23,90 €

Traducción de Javier Calvo



José Martínez Ros

Telegraph Avenue es la nueva novela de Michael Chabon que, desde hace unas cuantas décadas, es una de las grandes promesas de la narrativa norteamericana: autor de libros de cuentos -como Jóvenes hombres lobo-, cómics -El escapista-, relatos de intriga o con toques de ciencia-ficción -La solución final, El sindicato de policía yidish- e incluso guiones para grandes superproducciones de Hollywood -escribió, junto a Sam Raimi, el de Spiderman II, a mi juicio una de las mejores, si no la mejor, adaptación de Marvel llevada a la gran pantalla-; y, ante todo, el de unas cuantas ambiciosas novelas, como Jóvenes prodigiosos, conocida por su estupenda adaptación al cine o Las increíbles aventuras de Kavalier & Clay, por la que se llevó un Pulitzer. 

En Telegraph Avenue, Chabon realiza el enésimo intento de escribir la gran novela norteamericana contemporánea en la que se aúnen las virtudes de la narrativa clásica, decimonónica y lineal a la hora de escribir el estado de las cosas de una determinada época con la velocidad, la acidez y el vértigo de la mejor novela postmoderna. Por así expresarlo, Chabon juega en el terreno del Jonathan Franzen de Las correcciones y Libertad y del David Foster Wallace de La broma infinita. Para realizarlo, elige una pequeño lugar, pero significativo y extrapolable, de los Estados Unidos de principios del nuevo milenio. Telegraph Avenue es una calle de una zona suburbana entre las localidades californianas de Berkeley y Oakland. 

Allí se encuentra una pequeña tienda de discos que sobrevive a duras penas gracias al mercado de los coleccionistas de vinilos y que, de repente, se ve amenazada por la irrupción de una gran empresa que pretende construir una megatienda a un par de manzanas de sus establecimiento. Los dueños (Archy y Nat) y sus esposas (Aviva y Gwen), que trabajan como comadronas en la zona, tendrán que enfrentarse a una situación que les obliga a replantearse sus prioridades y, además, a una serie de problemas añadidos, que incluyen a Titus, un adolescente que asegura ser un hijo “olvidado” de Archy, el descubrimiento de su homosexualidad por parte de Julius (hijo de Nat), un pleito judicial que puede expulsar de su profesión a Aviva y Gwen, y otras muchas cosas más que podrían (o no) dar un vuelco a sus vidas. 

El principal arma de Chabon un escritor ambicioso e inteligente, para atrapar al lector es una prosa hipervitaminada, veloz, llena de metáforas sorprendentes y diálogos pretendidamente ingeniosos, cuajada de referencias cinematográficas y, especialmente, musicales. Es muy, pero que muy aconsejable leer Telegraph Avenue con Spotify conectado, para disfrutar de una auténtica experiencia inmersiva, de un acelerado curso narrativo en música contemporánea norteamericana. Si hay una novela que incluye su propia banda sonora, es esta. No obstante, ¿consigue Chabon sus propósitos? ¿Ha escrito una novela a la altura de las que emula? No. Qué va. Ni de lejos. Y el principal problema es que, muy probablemente debido a su intento de escribir una loa épicomusical a los Estados Unidos multirraciales y multisexuales contemporáneos se ha olvidado que una novela, además de ingenio, de una buena prosa y unos diálogos aceptables (aunque cansinos: todos los personajes hablan igual), de un montón de tics postmodernos, necesita drama, tensión, sorpresas, algo que consiga implicación emocional por parte del lector. Una buena historia. Y todo eso es lo que echamos en falta. Leyendo esta novela, entre abundantes bostezos y caídas de párpados, recordé una cita de David Peace, un escritor mucho menos conocido que Chabon, aunque muy superior en términos estrictamente literarios: “Para mí, hoy en día, "literario" sólo significa autores británicos con su máster en escritura creativa que quieren escribir la "Gran Novela Americana" y llenan las librerías con mierda ilegible, sin argumento ni personajes, ni pelotas ni corazón y, por encima de todo, sin una voz realmente británica.” Quiten el adjetivo “británico, británica” y se puede aplicar perfectamente a la obra que nos ocupa.

Telegraph Avenue es un monumento al buen rollo, a lo políticamente correcto, al pasteleo y a la blandenguería. Es un puñetero coñazo. Por usar una metáfora lo más políticamente incorrecta posible, si Obama fuera Franco, Telegraph Avenue sería su Raza. Y así como la película de José Luis Sáenz de Heredia no ha pasado precisamente a la historia del cine…

6 comentarios:

Fran G. Matute dijo...

Vaya por Dios... Aún no he podido empezar a leer la novela pero esta reseña no va a alterar para nada mis planes. Cuando la acabe ¿en 2015? la comentaremos más en detalle... ;)

Mariluz dijo...

¿Qué es Spotify, señor Martínez Ros?

José Martínez Ros dijo...

El equivalente (in)moral a los 40 Principales, doña Mariluz

José María Moraga dijo...

Interesante reseña: una menos. Seguiré leyendo a Julian Barnes, que no tiene masters en creative writing.

P.D. Con el último párrafo de tu reseña se me ha ido la cabeza...

José Martínez Ros dijo...

Le puedo asegurar, señor Moraga, que aunque la analogía es bastante rara, si se lee el libro se entiende ;)

Fran G. Matute dijo...

Prometí que a pesar de la reseña del Sr. Martínez Ros leería "Telegraph Avenue" que para eso soy fan de Michael Chabon.

Y aquí vuelvo a darle la razón en absolutamente TODO: http://clonemagazine.com/telegraph-avenue/