Que nuestro estadista José María Moraga es un britanófilo empedernido, es de sobra conocido. Pero de ahí a que sea capaz de tragarse cualquier producto que proceda de la Pérfida Albión hay un paso. Pero aquí lo tenemos confesando su devoción por El diario de Bridget Jones, una obra que le ayudó a entender a la mujer inglesa. A la mujer treintañera gorda, borracha, fumadora compulsiva, torpe y con el reloj biológico disparatado, claro.
José María Moraga
José María Moraga
Desde el respeto, supongo que las feministas se habrán horrorizado con
el título de esta reseña, y primero que nada me apresuro a darles la razón:
antes de que a Germaine Greer o a algún discípulo de Lacan o de Freud (si es
que quedan) les dé por tratar de
castrarme a mí, confesaré la injusticia de tal título. Pido perdón por
semejante barbaridad: ¡decir que Helen Fielding viene a ser una versión de Nick
Hornby menos la churra! ¿Cómo he podido? Cuando todo el mundo sabe que Nick
Hornby es infinitamente mejor escritor que Helen Fielding…
Lo cual no quita que la novelista inglesa haya escrito unos libros muy
divertidos, dignísimos continuadores de la tradición satírica de su país, con
un sesgo claramente femenino pero altamente disfrutables por todos los sexos
(creo que hay siete, según Kurt Vonnegut). La comparación con Nick Hornby no
debería haber sido autor con autor sino libro con libro: así, por impresionista
e imprecisa intelectualmente que mi apreciación resulte, el punto de partida de
mi afición a Bridget Jones es su razonable paralelismo con otro personaje
desafortunado en amores: el Rob Fleming
de Alta fidelidad, nacido igual que Bridget en 1995, en plena época del
‘cool Britannia’.
Ambos personajes son enamoradizos hasta la patología; ambos idealizan
a sus parejas pero saben muy bien con quién quieren compartir su vida en
realidad. Ambos son perdedores en el sentido ‘loser’ del término: tienen
pandillas de amigos bastante peculiares, los dos tienen un éxito moderado en
trabajos mediocres que sin embargo les placen bastante. Los dos tienen familias
que los acosan con el tema de sentar la cabeza.
Cuando estaba leyendo Alta fidelidad, con veinte años, creo, no paraba
de pensar: “¡Dios mío! ¡Como este libro caiga en manos de una mujer estamos
perdidos!”, porque me pareció que exponía la masculinidad del revés, como un
calcetín. Allí estaban al desnudo todos nuestros miedos, ansiedades, pequeñas
ridiculeces, que a diario tratamos de cubrir con una supuesta coraza, especialmente
en temas de amores. Cuando leí El diario de Bridget Jones (1996) dos años
después, sentí que estaba ante el equivalente femenino de Rob, vaya -ahora sí-
el término sin la más mínima intención de desdoro. Sentí esto, porque, además
de las similitudes ya apuntadas, ambos eran ridículos hasta resultar
entrañables, y muy obsesivos ambos: Rob con sus listas de canciones y Bridget
con su diario. Supongo que habrá aglomeraciones para rebatirme este
razonamiento, cuya veracidad nunca podré constatar porque nunca llegaré a
sentir lo que siente una mujer, pero hasta donde llega mi intuición, creo que
no es mal punto de partida para empezar a valorar El diario de Bridget Jones.
Por tanto, no se me ocurre mejor libro para una reseña-aniversario, si
como dijo Cotta, se trata de hablar de “obras que, porque eran malas o por lo
que sea, no deberían haber[nos] gustado”. A mí El diario de Bridget Jones no
debería haberme gustado porque soy un tío, y en principio no pertenezco a la
población-objetivo de lectores que probablemente Helen Fielding y los de Picador tenían en mente cuando la
editaron. La novela no es mala: es buenísima: un excelente ejemplo de
literatura de género (de un género, la 'chick-lit’, que contribuyó a popularizar
hasta lo que es hoy) pero que puede llegar a satisfacer los paladares más
variopintos. No hace falta ser una mujer treintañera gorda, borracha, fumadora
compulsiva, torpe y con el reloj biológico disparatado para sentir empatía
hacia una mujer treintañera gorda, borracha, fumadora compulsiva, torpe y con
el reloj biológico disparatado. Antes bien, cualquiera con sentido del humor y
un mínimo conocimiento de las convenciones sociales disfrutará a carcajadas de
un libro tan bien escrito y (entiendo que) tan realista. Si Carrie (Sexo en
Nueva York, 1997) quiere unos zapatos de Manolo Blahnik que cuestan miles de
dólares y Belle (Las aventuras íntimas de Belle de Jour, 2005) se gasta miles
de libras esterlinas en lencería para calentar a sus clientes, Bridget se
conformará con unos peniques para comprarse una botella de vino barato para
irse a llorar a su cuarto, aunque en su cándido interior sueñe con los mismos
artículos de lujo y experiencias fantásticas que las otras dos ‘glamazonas’.
El gran acierto de El diario de Bridget Jones me sigue pareciendo, más
de una década después de haberlo leído, ese formato de diario. Una historia
puede verse esclavizada por su carácter epistolar o diarística, pero en este
caso el pequeño formato del diario da alas a las vivencias/ocurrencias de
Bridget. Lo que empieza como una resolución firme (dejar de fumar, beber menos,
mostrarse fría ante los hombres) en una entrada del diario puede quedar
sardónicamente obliterado ante la “cuenta de cadáveres” (unidades de alcohol, calorías y cigarrillos
consumidos) de la entrada siguiente, exponiendo la debilidad de Bridget, que
puede ser la de todos nosotros. Por otro lado, y antes no de la invención de
internet pero sí de su hegemonía (no digamos de la web 2.0 de Facebook o
Twitter), cada entrada del diario puede ser una excelente cápsula de
información con sentido completo, yendo del aforismo al relato breve, según
convenga al desarrollo de la trama, que tan a menudo juega también con las
elipsis (¿por qué no escribe Bridget en tal fecha?, etc).
El diario de Bridget Jones me encantó, me divertí muchísimo leyéndola,
y sucumbí al guiño British-cultureta de la importancia de Orgullo y prejuicio
de Jane Austen en toda la trama. Tanto fue así que me leí también la segunda
parte Bridget Jones: Sobreviviré (1999), igualmente divertida y acertada en el
tono y la finura de las observaciones de Bridget aunque quizás sensiblemente
más floja en cuanto a argumento. Pero ¿qué más da? Esto es literatura para
disfrutar. ¿Mala? Al contrario: ¡buenísima! Promete una cosa y la cumple a las
mil maravillas, y no aliena a media humanidad de potenciales lectores, como ha
hecho -por ejemplo- la trilogía de Grey.
La primavera pasada, antes de pensar siquiera en esta
reseña-aniversario, nos alegrábamos con la noticia de que Bridget vuelve, de
que Helen Fielding va a continuar su historia (que parecía más o menos
felizmente cerrada) con otra novela el 10 de octubre, Bridget Jones: Mad About
the Boy (sin traducción, por el momento, al español). Poderoso caballero será
don dinero que hace resucitar un personaje que funciona perfectamente en caja
(y en taquilla: no olvidemos que ya hay dos películas y que no hay dos sin
tres), pero ¿quién se resiste a ver si Helen Fielding tiene todavía el ‘knack’,
la rara habilidad de tomarles el pulso a las mujeres y hombres de su tiempo?
¿Quién no quiere ver a Bridget años después, probablemente con los mismos
problemas u otros nuevos, en la era de Internet? ¿Acaso no resucitoó Conan
Doyle a Sherlock Holmes? ¿Acaso no sacó Cervantes una segunda parte de El
Quijote una década después?
Para redondear mi confesión: hace doce años me encontraba de Erasmus
en Inglaterra y ligaba menos que la gata del Vaticano. Entonces un amigo
norteamericano me regaló -con toda la retranca- El diario de Bridget Jones
“para ayudarte a entender a la mujer inglesa”. Empecé a leer la novela como una
broma y aquí me tenéis recomendándola. Apuntadme en la cola para la que sale en
octubre.
2 comentarios:
Señor Moraga, gracias por este comentario desprejuiciado de una obra tan magna que creo que nadie ha sabido leer como usted. En Alicante somos muchas Bridget que hemos destrozado nuestras vidas esperando el amor mediterráneo de Bertín que nunca llegó. Si viene usted por la ciudad, le haré la ruta Jones local para que vea cómo es la vida de las cuarentonas alicantinas hartas de horchata y del veneno de vivir en el filo de la navaja que corta nuestras medias naranjas. ¿Es usted guapo?, ¿tiene piso?
Qué coño, a mí también me gustó mucho "El diario de Bridget Jones"... y sí, de alguna forma es el equivalente femenino de "Alta fidelidad".
Publicar un comentario