Rodrigo García
Editorial La uÑa RoTa
ISBN: 987-84-95291-13-4
510 páginas.
24 €
Joaquín Blanes
Leer teatro es ciertamente complicado porque un texto dramático, por regla general, está escrito para ser representado. Habitualmente, como sucede con los guiones cinematográficos, se suelen publicar a posteriori, una vez comprobado su éxito y su solvencia cinematográfica o escénica. Lope, Calderón o Shakespeare no escribían para publicar sino para representar y, salvo algunos certámenes literarios que premian con la publicación y no con la puesta en escena, el texto dramático nace con la vocación aristotélica de la representación. Así que leer teatro significa visualizar de alguna manera la puesta en escena, las acciones y gestos que respiran bajo el texto. Esa es la gran dificultad de leer teatro, porque el texto es evidente, pero el sub-texto depende de la puesta en escena, de la interpretación, de las acciones físicas, incluso de las cuestiones técnicas: decorado, iluminación, sonido, etc.
Para más inri, existen muy pocas editoriales que se atrevan a publicar teatro, si exceptuamos las clásicas con los clásicos (Espasa, Cátedra y Alianza con Valle-Inclán, Lorca y Brecht, entre otros) y no digamos ya la escasez de librerías especializadas en teatro, después del cierre físico de La Avispa/Ñaque (librería-editorial) que cerró su local en Madrid el pasado junio y que subsiste únicamente como librería on-line.
Todos estos elementos no ayudan a la publicación de autores más actuales, salvo los que llevan una dilata carrera y aún así, porque no todos los textos de Juan Mayorga están publicados, y eso que hablamos de un Premio Nacional, de un autor dramático imprescindible hoy en día.
La uÑa RoTa se atreve a publicar las Cenizas escogidas de Rodrigo García, uno de los dramaturgos más prolíficos, controvertidos e interesantes del panorama escénico europeo, y digo europeo porque la mayor parte de su obra se representa fuera de España, en festivales tan notables como el de Aviñón, Delfos o París y en bienales de arte tan punteras y extravagantes como Venecia. De hecho, desde hace diez años, Rodrigo García suele preparar sus obras en la Bretaña francesa. Y digo panorama escénico porque su concepción del teatro tiene que ver con la puesta en escena y no con el decorado, con la escenografía tradicionalmente artificial.
Hace tiempo que su forma de trabajar consiste en la intuición, en la preparación de acciones físicas con los actores y, una vez construido el universo escénico, comienza a trabajar el texto dramático, siempre con esas constantes atávicas y filosóficas: la violencia, el aislamiento, la provocación, la poesía. A Rodrigo García le encantaría hacer como hacía Tadeusz Kantor, modificar la escena con el público delante, sin embargo le basta con acudir a todas las representaciones porque su concepto de puesta en escena tiene que ver con la reacción emocional del público y necesita estar presente en ese cruce entre el espectador y su espectáculo.
Rodrigo García llama Cenizas escogidas a sus obras recopiladas en este volumen porque considera que sus textos dramáticos son las cenizas que quedan después del espectáculo, pero es evidente que para entrar en el universo nihilista de García estas obras escogidas son un buen comienzo.
En este libro podemos encontrar la evolución natural de su formación, desde unas primeras obras más formalistas con tendencia a lo experimental (Notas de cocina o Carnicero español), pasando a una etapa de concienciación política casi panfletaria (Agamenón. Volví del supermercado y le di una paliza a mi hijo o Compré una pala en Ikea para cavar mi tumba) hasta llegar a un presente en el que persigue un texto menos explícito, más abierto a la interpretación del espectador, incluso incitador, inductor de la reacción más visceral del público (Accidens. Matar para comer, Versus o Esto es así y no me jodáis).
Para Rodrigo García, que últimamente se siente más atraído por las artes plásticas que por el teatro, la materia con la que trabaja son los cuerpos de los actores, por eso el texto ha dejado de ser lo principal, sin embargo, le resulta imprescindible trabajar sin texto, aunque sea proyectado, como sucede en Accidens, esa polémica performance en la que se enfrentan un actor y un bogavante.
Cenizas escogidas abre dos puertas: La primera es la de reconocimiento, transitada por los espectadores incondicionales de su teatro que quieren recuperar, a través de la lectura, aquel momento único de la representación. La segunda puerta que se abre es para nuevos lectores, los que tengan curiosidad por entrar en el mundo particular de Rodrigo García y a través de esa peculiar cosmogonía, tiempo después, acercarse a ver una puesta en escena de este autor original e inteligente.
No es tan difícil encontrar obras de Rodrigo García representadas en nuestro país por compañías independientes, la última que tuve oportunidad de ver, con una propuesta arriesgada por parte de la compañía Teatro A’llado y una buena interpretación del actor Pedro Aguilera, convertía en monólogo Agamenón. Volví del supermercado y le di una paliza a mi hijo y reproducía muy bien el universo ancestral de Rodrigo García.
1 comentario:
Admiro lo que hace Rodrigo García, aunque me carga un poco su rollo avinagrado y nihilista a tiempo completo. Me interesó mucho su Ronald McDonald, por ejemplo, pero su Borges me pareció infumable. En cualquier caso, es de lo mejor que hay en el panorama. Y estoy seguro de que vale la pena leer sus textos.
P.S.- No sabía que había cerrado La Avispa. Una putada para los lectores de teatro, y para todos.
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