Alberto Porlan
Libros de la Herida.
ISBN: 978-84-613-1446-1
60 páginas
10 euros
Juan Carlos Sierra
Todo el que se mueve por el mundo con un criterio ‘aturístico’ sabe que de un viaje, no importa la distancia y el tiempo, uno vuelve convertido en otra persona, aunque sea solamente en los matices. Para quien además escribe, el viaje puede suponer una veta interesante de donde extraer material para su obra. El libro que reseñamos, País de Alberto Porlan, tiene que ver con todo y con algo más.
Según se indica una vez vuelta la página del último poema, “En junio del año 2000 se reunieron en Lisboa un centenar de escritores de todas las naciones y lenguas europeas para llevar a cabo un viaje por ferrocarril hasta Rusia, atravesando el continente. Aquella aventura, que duró un mes y medio, se conoció como Literaturexpress. Este libro es una de sus consecuencias”.
No sabemos en qué medida el viaje transformó al Alberto Porlan viajero, pero País nos da cuenta de cuáles fueron las conclusiones a las que llegó el autor tras el periplo europeo. Ya desde el primer poema las ideas están claras, el análisis es contundente: Europa es un “país de cien países” construida fundamentalmente con sangre. El pasado y el paisaje de Europa están regados por la sangre vertida por las luchas políticas y religiosas, por las patrias y los dioses, entes etéreos que en sí ni sufren ni padecen; aquí solo sufren los que obligados –engañados o convencidos- salieron a morir al campo de batalla y con sus cadáveres abonaron las tierras y la historia europeas.
En este sentido propone Porlan, sin embargo, una mirada objetiva y distanciada desde el presente, porque al fin y al cabo nosotros no somos aquellos y, por tanto, no ha lugar desde nuestro estado del bienestar a sacar banderas que no nos corresponden por caducas y que podrían resucitar viejos fantasmas y conflictos. En cualquier caso, no se trata de olvidar, que para Porlan es sinónimo de inconsciencia. Es imposible olvidar “aquella hora en que giraba el mundo/ en el centro geométrico del pecho” (página 21).
En ese análisis supuestamente objetivo del pasado europeo que plantea Porlan, de sus males, existen palabras con una sólida tradición que, según parece sugerir el autor, deberíamos eliminar de nuestro léxico y de nuestro inconsciente colectivo: dios, patria y trono. Pero además de éstas aparecen conceptos más modernos como frontera, explotación o colonialismo, que abren el mapa del mundo a otros continentes donde los europeos hemos intervenido –y seguimos interviniendo- de la peor manera posible: exportando crueldad, alimentando la miseria, contaminando la cultura de aquellos territorios con nuestros principios y prejuicios.
“Hace falta algo más que patrias y mercados/ para hacer un país de treinta pensamientos” (página 48). Pero además hay que superar el miedo –“Derrotemos al último enemigo/ que por dentro nos vence:/el miedo que tenemos a juntarnos/ porque nos conocemos” (página 51). Estas son, según Porlan, las llaves que abren un futuro brillante y justo para Europa y suponemos que para el resto del mundo. Esas son las claves de otra globalización posible.
Poesía política, poesía comprometida, poesía combativa, poesía en resistencia –según el nombre de la colección en la que se incluye País-, poesía necesaria para los tiempos de amodorramiento que corren. Pero, sobre todo, poesía en mayúsculas, porque de este libro el lector, igual que el viajero ‘aturístico’ de su peregrinaje, no sale indemne. Porque, como escribió Benjamín Prado “Lo que importa de un poema es en quién te convierte”. Y la lectura atenta de País consigue transformar, al menos en los matices, ciertas ideas preconcebidas que nos tienen instalados en la atonía ideológica.
Todo el que se mueve por el mundo con un criterio ‘aturístico’ sabe que de un viaje, no importa la distancia y el tiempo, uno vuelve convertido en otra persona, aunque sea solamente en los matices. Para quien además escribe, el viaje puede suponer una veta interesante de donde extraer material para su obra. El libro que reseñamos, País de Alberto Porlan, tiene que ver con todo y con algo más.
Según se indica una vez vuelta la página del último poema, “En junio del año 2000 se reunieron en Lisboa un centenar de escritores de todas las naciones y lenguas europeas para llevar a cabo un viaje por ferrocarril hasta Rusia, atravesando el continente. Aquella aventura, que duró un mes y medio, se conoció como Literaturexpress. Este libro es una de sus consecuencias”.
No sabemos en qué medida el viaje transformó al Alberto Porlan viajero, pero País nos da cuenta de cuáles fueron las conclusiones a las que llegó el autor tras el periplo europeo. Ya desde el primer poema las ideas están claras, el análisis es contundente: Europa es un “país de cien países” construida fundamentalmente con sangre. El pasado y el paisaje de Europa están regados por la sangre vertida por las luchas políticas y religiosas, por las patrias y los dioses, entes etéreos que en sí ni sufren ni padecen; aquí solo sufren los que obligados –engañados o convencidos- salieron a morir al campo de batalla y con sus cadáveres abonaron las tierras y la historia europeas.
En este sentido propone Porlan, sin embargo, una mirada objetiva y distanciada desde el presente, porque al fin y al cabo nosotros no somos aquellos y, por tanto, no ha lugar desde nuestro estado del bienestar a sacar banderas que no nos corresponden por caducas y que podrían resucitar viejos fantasmas y conflictos. En cualquier caso, no se trata de olvidar, que para Porlan es sinónimo de inconsciencia. Es imposible olvidar “aquella hora en que giraba el mundo/ en el centro geométrico del pecho” (página 21).
En ese análisis supuestamente objetivo del pasado europeo que plantea Porlan, de sus males, existen palabras con una sólida tradición que, según parece sugerir el autor, deberíamos eliminar de nuestro léxico y de nuestro inconsciente colectivo: dios, patria y trono. Pero además de éstas aparecen conceptos más modernos como frontera, explotación o colonialismo, que abren el mapa del mundo a otros continentes donde los europeos hemos intervenido –y seguimos interviniendo- de la peor manera posible: exportando crueldad, alimentando la miseria, contaminando la cultura de aquellos territorios con nuestros principios y prejuicios.
“Hace falta algo más que patrias y mercados/ para hacer un país de treinta pensamientos” (página 48). Pero además hay que superar el miedo –“Derrotemos al último enemigo/ que por dentro nos vence:/el miedo que tenemos a juntarnos/ porque nos conocemos” (página 51). Estas son, según Porlan, las llaves que abren un futuro brillante y justo para Europa y suponemos que para el resto del mundo. Esas son las claves de otra globalización posible.
Poesía política, poesía comprometida, poesía combativa, poesía en resistencia –según el nombre de la colección en la que se incluye País-, poesía necesaria para los tiempos de amodorramiento que corren. Pero, sobre todo, poesía en mayúsculas, porque de este libro el lector, igual que el viajero ‘aturístico’ de su peregrinaje, no sale indemne. Porque, como escribió Benjamín Prado “Lo que importa de un poema es en quién te convierte”. Y la lectura atenta de País consigue transformar, al menos en los matices, ciertas ideas preconcebidas que nos tienen instalados en la atonía ideológica.
1 comentario:
Con el viaje aquel por Europa, Alberto se convirtió en el escritor español más envidiado, aunque para mí es desde hace algunos años de los más queridos y frecuentados. Y este es el libro que culmina un camino muy serio y muy emocionante. Felicidades, también, a Libros de la Herida, que se han currado una edición a la altura de la obra.
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