A punto de dejarlo
Enrique
Baltanás
Paréntesis,
2012
ISBN:
978-84-9919-210-9
210
páginas
16
€
Jesús Cotta
Para
los que nos pasamos la vida dejando de fumar y para los amantes de los libros
inteligentes, esta novela tiene muchos puntos de interés.
Julián
Arjona, el protagonista, trabaja de bibliotecario en la antigua Fábrica de
Tabacos de Sevilla, hoy edificio universitario y quiere dejar de fumar. La
novela transcurre en un solo día, la víspera del gran día en que se verá libre
de la nicotina.
Ese
propósito tan aparentemente sencillo constituye para él el inicio de una vida
nueva, marcada por la salud, el amor y la plenitud. Los que, cuando fumamos nos
atormentamos y, cuando dejamos de fumar, somos fumadores in pectore, nos
solidarizamos con las elucubraciones del protagonista sobre el humo.
Yo,
en mi lucha contra el tabaco, he agotado todos los argumentos psicológicos,
biológicos, económicos, sociales... pero el libro me ha abierto un inesperado
horizonte de argumentos: los filosóficos y los ideológicos. Kant, Sartre, la
transición, la revolución, etc. me han revelado en este libro muchas cosas
acerca del tabaco. ¿Fumamos porque tenemos vocación de ceniza, como dice el
autor, para acostumbrarnos a la inminente llegada de la dama negra, o bien por
un exceso de vida y de energía, aunque ello acelere la muerte? ¿El tabaco es un
placer a pesar de la adicción o precisamente por la adicción? ¿Sería la
solución fumar moderadamente, como aconsejaban los griegos (“Nada en exceso”) o
esa solución solo sirve para gente que nace con vocación de moderación? ¿Existe
gente así?
Y
lo bueno es que toda esta filosofada está viva y en movimiento de las manos y
de la cabeza del protagonista y su médico confidente Salvador López Cuadrado
con su obra Espirales de humo, que me encantaría leer.
Los
protagonistas que circulan por la obra, menos uno, que no diré quién es, son
equilibristas porque buscan en medio de la tendencia natural al exceso el
equilibrio que los libre del abismo. Desde fuera, unos parecen incoherentes y
otros hipócritas, pero eso es solo la apariencia externa que la búsqueda
interna del equilibrio produce en el observador ajeno. No estaría de mal
recordarlo cada vez que despachamos a mengano y a fulano con etiquetas tales
como chaquetero, chupaculos, desquiciado o superficial.
La
novela está escrita en forma de diario y, aunque el tono predominante es
amargo, nostálgico y desencantado, el protagonista trata bien a las personas, no se ceba con
ellas, las acaba comprendiendo a todas, menos, según me parece, a él mismo.
Pero su tono amargo surte el muy positivo efecto de destruir los
falsos ídolos ideológicos, mediáticos, políticos o sociales que han embaucado a
tantos hombres: la coherencia política, la revolución, el éxito literario, la
realización profesional, etc.. ¿Qué queda entonces en pie? El amor, que, por
muy cursi que suene, es lo que uno, al final de su vida (¡Rosebud!),
descubre que andaba buscando.
La
novela ganó en el año 2000 el premio Tiflos y merece la pena su regreso al
ruedo, porque es entretenida y con enjundia, dos cosas difíciles de conjugar.
Aunque a veces uno echa en falta que el protagonista piense menos y actúe más y
que dé algún puñetazo en la mesa y tenga un poco más de crótalos y castañuelas,
uno se lo pasa muy bien descabezando con él las cabezas de esa hidra que nos
impide encontrar lo verdaderamente valioso en este juego o sueño o río que es
vivir. Si el protagonista lo encontró en el otoño de su vida, otros lo podrán
encontrar gracias a su lucha en la primavera o el verano, con más estaciones
que vivir por delante.
Dejar
de fumar arreglará el vacío existencial del protagonista, pero no porque se vea
libre de la nicotina, sino porque el adiós al tabaco es para él el adiós al
desamor, a la sensación de fracaso, a la frustración como amante y como
escritor. Por eso creo que, aun cuando no dejara de fumar, su vida dejaría de
ser humo con solo el amor radiante que lo visita para salvarlo de la cercanía
de la ceniza y de la muerte.
Pero
dejo al lector la tarea de averiguar si lo consigue o no, algo que se lee entre
líneas en las últimas magníficas páginas de la novela, que constituyen un
cambio de perspectiva brevísimo, revelador como un relámpago y conmovedor.
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