Edlef Köppen
Sajalín Editores, 2012
ISBN: 978-84-939076-4-8
499 páginas
25 €
Traducción de Pilar Blanco
Daniel Ruiz García
Lo confieso: en algunos momentos de la lectura de Parte de guerra me he sentido agobiado, con cierta sensación de opresión y con ganas de sentir la brisa y respirar profundo. Como en El miedo de Chevallier, como en Sin novedad en el frente de Remarque, como en los libros bélicos de Shólojov, el campo de batalla se transforma en un lugar prácticamente tangible, de manera que resulta muy difícil guardar las distancias con los personajes y sobre todo con sus padecimientos, con los que llegamos a empatizar de manera desagradable. Digámoslo claro: Parte de guerra no es un libro apacible. Es más bien todo lo contrario. En el libro hace frío, muere mucha gente, y todo es más bien absurdo. Como la guerra que retrata, y que nos lleva a cerrar el libro con la convicción reforzada de que cualquier contienda nunca está lo suficientemente legitimada porque nos degenera y embrutece como especie.
Se ha comparado este libro con el de Remarque. Como en aquél, en Parte de guerra se nos cuenta la Gran Guerra desde las filas alemanas. Como Sin novedad en el frente, el libro de Köppen es un canto antibelicista. Sin embargo hay elementos que los distancian. En muchos momentos, Köppen opta por un estilo que recuerda al de Remarque: sencillez, parquedad, rotundidad expresiva. Pero probablemente Parte de guerra resulte más audaz, y también más arriesgada: en su ambición por construir un gran friso antibelicista, el escritor alemán incorpora abundante información documental, cartas, fragmentos de discursos, incluso anuncios de prensa de la época, agrandando las implicaciones de la Gran Guerra que el protagonista padece en primera persona y dando como resultado un vívido calidoscopio aparentemente variado pero con una dirección de enfoque muy clara: mostrar el horror de la guerra y sus miserias vinculadas, entre ellas la propaganda, cuya acerada denuncia fue con toda probabilidad la causante de que el libro fuera prohibido cuando Hitler llegó al poder.
La historia resulta triste, salvaje, desquiciada, pero impresiona pensar, conociendo la biografía del propio Köppen, que él debió invertir poca imaginación en el relato. Al parecer, como el protagonista de la novela, completó toda la guerra como artillero, estuvo en el infierno del Somme, fue gravemente herido y tras ser declarado loco por su antibelicismo fue internado en un hospital psiquiátrico militar. Todo ese periplo es el que se cuenta en Parte de guerra, un libro que, a pesar de su carga angustiosa, resulta muy difícil de abandonar. Página tras página, decepción tras decepción, horror tras horror, uno sólo tiene ganas de que llegue el fin de la guerra, de que concluya esa agonía que uno llega a padecer por contagio, y que en los tramos finales juguetea incluso con el disparate. No es un libro que piense en volver a leer, aunque sí es un libro que recomendaría: las caídas duelen, pero conocer el dolor nos ayuda a caminar con más tiento.
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