19 octubre 2012

Apretando hasta hacer que salgan chispas



No llames a casa

Carlos Zanón

RBA, 2012. Colección "Serie Negra"

ISBN: 978-84-90006-147-3

296 páginas

18 €




Fran G. Matute

No nos parece muy descabellado decir que No llames a casa es una de las sorpresas editoriales del año y que Carlos Zanón es uno de los grandes descubrimientos aunque ya llevara su tiempo merodeando por el mundo de las letras. Novelista barcelonés, pero también poeta, y sobre todo escritor con alma rockera (suya es la única biografía en castellano sobre el gran Willy DeVille), Zanón parece interesado en recorrer los límites del género negro y creemos firmemente que está llamado a cosas importantes en el panorama literario de este país.

Con No llames a casa, Zanón ha conseguido hacer fácil lo difícil presentando una historia aparentemente sencilla pero con múltiples aristas. Un triángulo de amor-odio que convierte la extorsión en una forma de vida. Una víctima, nada inocente, que en su desesperación se retuerce como gato panza arriba, y hasta aquí nos permite el decoro seguir hablando de la trama. Pero podemos hablar de la forma todo lo que queráis porque Zanón se presenta como un escritor hábil como pocos para dotar de tridimensionalidad a sus personajes, crear ambientes sórdidos o incómodos e idear situaciones de tensión inusitada a lo largo del texto.

Por otro lado, y aunque el propio autor reniega de la etiqueta "negra" para hablar de esta su última novela, lo cierto es que No llames a casa entronca directamente con una tradición del género arraigada gracias al Pacto de sangre (1937) de James M. Cain, en la que la pulsión delictiva crece en los ciudadanos de a pie y no en organizaciones criminales. Pues, en el fondo, los personajes de la novela de Zanón -Raquel, Bruno y Cristian- no son más que pobres diablos desesperados que creen haber encontrado la solución a sus problemas intimidando a maridos infieles que son pillados 'in franganti' con sus amantes. Así que, por mucho que Zanón se empeñe en negar la mayor, Nunca llames a casa es una novela negra en todos los sentidos pero sobre todo por esa capacidad magnífica que tiene de exponer los deseos más bajos del ser humano.

Y luego está el elemento urbano. Esa Barcelona de cemento, callejones y garitos que ambientan esta historia de dobles morales y cero moralejas en las que el amor es capaz de nacer en los lugares más sórdidos posibles. Pues la sentida y tortuosa relación de Merche y Max -a nuestro juicio, lo mejor de la novela por el verismo y la fina psicología que Zanón es capaz de impregnar a esos pasajes- no podría ser contada en otro sitio que en esas impersonales y tristes habitaciones de alquiler diseñadas para garantizar el anonimato de esos encuentros 'more uxorio'.

Es por todo lo anterior que No llames a casa es un producto tan singular y original. Una novela llena de psicología, de relaciones humanas complejas descritas con bisturí de cirujano y en la que cualquier ciudadano puede convertirse en delincuente, ya sea por voluntad propia o forzado por las circunstancias. Una obra sobre relaciones rotas y venganzas de animales heridos.

Sé que a Zanón le hubiera gustado que la banda sonora de esta historia hubiera sido escrita por su admirado DeVille, pero a medida que engullíamos las páginas de No llames a casa no he parado de pensar en Graham Parker, otro coetáneo del Rey Pachuco y cuyo cancionero me ha acompañado mentalmente en la lectura. Me atrevo entonces a sugerir que en la próxima adaptación cinematográfica de esta novela, a cargo de Daniel Calparsoro, debería sonar en los títulos de crédito finales "You Can't Be Too Strong", ese aborto clandestino en forma de obra maestra pop, hermoso y doloroso, que define a la perfección lo que es esta obra: una sencilla pero inmensa novela negra a la que se aprieta hasta hacer que salgan chispas.

2 comentarios:

José Martínez Ros dijo...

Pues lamento mucho que si la novela es tan buena como dice la adaptación caiga en manos de un director tan penoso como Calparsoro

Daniel Ruiz García dijo...

"Salto al vacío" ha envejecido muy bien, Sr. Ros. Vale, es sólo una, pero enorme.