Karnaval
Juan Francisco Ferré
Anagrama, 2012. Colección "Narrativas Hispánicas"
ISBN: 978-84-339-9755-5
536 páginas
24,90 €
Premio Herralde de Novela 2012
José Martínez Ros
Esperaba Karnaval, la nueva
novela de Juan Francisco Ferré con muchísimo interés. Su anterior
obra, Providence, me pareció deslumbrante: tan excesiva y delirante como
ambiciosa, tan extravagante en el habitualmente pudibundo paisaje literario
español como deudora de la mejor narrativa norteamericana contemporánea (David
Foster Wallace, Thomas Pynchon). En Karnaval, flamante ganadora de la
última edición del Premio Herralde, Ferré se atreve a novelar el
caso de Dominique Strauss-Kahn, que cruzó las pantallas de televisión y
las redacciones de los periódicos hace unos años: el todopoderoso director de
FMI, una de las más altas instituciones del mundo globalizado, fue detenido y
llevado a juicio por una empleada de origen africano de un lujoso hotel
neoyorquino a la que, presuntamente, había intentado violar. Por si eso fuera
poco, al tremendo morbo de la noticia se añadía el hecho de que DSK -como
lo llama el omnipresente narrador de la novela- sonaba como candidato del
partido socialista francés para enfrentarse en las siguientes elecciones a Nicolás
Sarkozy, quien se convirtió en el máximo beneficiario del escándalo al ser
elegido ante la incomparecencia de su más peligrosos rival.
Ferré, que es un
autor al que se le puede calificar con cualquier adjetivo excepto "tímido" o "miedoso", nos lleva rápidamente a la mente atormentada de DSK, a la de su
mujer, sus múltiples amantes, uno de los detectives encargados del caso o la de
la propia víctima ofreciéndonos un retablo grotesco de nuestro hipertecnificado
e hipercapitalista mundo lleno de un humor feroz, inmisericorde. No obstante,
pronto detectamos los problemas de esta novela con vocación de panfleto
político, de sátira universal e impugnación absoluta: a pesar de los continuos
cambios de perspectiva y escenarios, la novela no avanza, sino que permanece
estática en el marasmo que es la mente de DSK; y a pesar de los múltiples
protagonistas, tenemos la impresión de que siempre escuchamos la misma voz
narrativa, un Ferré transfigurado en un dolorido DSK, siempre en
el mismo tono acre y burlón, con la misma voluntad caricaturesca, de modo que,
pasados unos centenares de páginas, acaba por resultar fatigosa. Y el DSK de Ferré no
consigue (o al menos, a mí no me lo ha parecido) ser fascinante: sus ideas o
pseudoideas morales se limitan a un revoltijo de Sade, Foucault y
unos cuantos bien conocidos profetas de la postmodernidad; sus dogmas
económicos y sociales no pasan de lugares comunes y podrían haber sido
extraídos, sin problemas, del blog de Paul Krugman. Ferré, quizás,
intenta que nos escandalicemos, pero a estas alturas, la sección económica de
un periódico nacional es más subversiva (y gore) que todos los ensueños
eróticos de Sade.
Respecto a su estatismo, las novelas de Thomas
Bernhard (por ejemplo, en alguna de sus oscuras e infinitamente
recomendables obras maestras como Helada o Maestros antiguos,
quizás la novela con la que más me he reído en mi vida) o, incluso, alguna de
las incursiones narrativas de Beckett, a menudo carecen de acción en su
sentido más tópico y típico, pero el discurso, la voz narrativa de sus
protagonistas -casi siempre excluidos de la sociedad, automarginados,
misántropos- era tan radical que se volvía absorbente. Como lector, he de
afirmar que, en mi modestísima opinión, DSK es un fracaso: puede que
fuera uno de los individuos más poderosos del planeta, pero eso no lo convierte
automáticamente en un protagonista interesante, más bien todo lo contrario. El
mejor capítulo de Karnaval es, sin duda, en el que Ferré, con el
pretexto de un documental sobre el caso, saca a la palestra a Philip Roth, Camille
Paglia, Michel Onfray y otra media docena de gurús de nuestro tiempo:
la capacidad del autor para fingir la voz de todos ellos queda acreditada (ese
capítulo en concreto es divertidísimo), así que no dejamos de lamentar que un
escritor del innegable talento de Ferré malgaste tantas páginas en un tipo tan,
taaaan aburrido.
Karnaval es, en resumen, el retrato hecho pedazos de un
monstruo demasiado vulgar.
4 comentarios:
Horchata fresquita para Martínez Ros. Peluquín de astracán para Ferré. Desde que Gutiérrez Aragón ganó el Herralde con La vida antes de marzo no he dejado de preguntarme por qué pasan estas cosas: novelas gazmoñas ocupando mesas de novedades con más confeti del merecido.
El año que ganó Gutiérrez Aragón fue curioso, ya que la finalista fue Providence, que hubiera sido una más que digna galardonada… Coincidentemente, en esta última edición la novela finalista también es bastante mejor que la ganadora.
"Coincidentemente".
Don't think twice, it's alright, que diría el viejo antipático.
Es usted digno de ser miembro de la RAE. Ya lo veo promoviendo debates enconados para aceptar el término "armóndiga", con "r", después de la reciente y gloriosa incorporación de "almóndiga".
Mariluz, soy el de siempre, tu admirador anónimo, que te manda un beso.
"Es usted digno de ser miembro de la RAE. "
Tiembo al tiempo, Sr. anónimo.
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