16 julio 2009

Conget recuperado

Todas las mujeres.

José María Conget.

Editorial Paréntesis.
ISBN: 978-84-937-1353-9

186 páginas.
13 euros.


Juan Carlos Sierra

Hay escritores de corto recorrido comercial –muchas veces casi por propia iniciativa-, pero de largo aliento literario y considerable legión de fieles lectores a prueba de tsunamis editoriales. Éstos, los lectores, forman una especie de cofradía, de tribu literaria, al modo de las urbanas y adolescentes, que comparten guiños, gestos y, por supuesto, fetiche. Una de esta suerte de hermandades literarias es la de los ‘congetianos’, aquellos que desde Quadrupedumque, allá por el principio de los años 80, hasta Pont d’Alma, en 2007, le siguen los pasos al aragonés, pero también gaditano, limeño, londinense, neoyorkino, parisino y, de momento, sevillano José María Conget.
En este club de los congetianos hay grados. Están los hermanos mayores, que tenían edad literaria y lectora en los ochenta, es decir, los afortunados que han podido seguir los títulos de José María Conget según iban apareciendo; y luego estamos los que lo hemos descubierto más tarde y que, por las reglas del mercado, nos hemos tenido que conformar con lo que se iba publicando desde nuestro primer encuentro en adelante, porque muchos de los primeros libros de Conget solo se consiguen con fortuna en alguna librería de viejo.
Por eso, cuando la recién inaugurada editorial Paréntesis incluyó en su catálogo Todas las mujeres, título recuperado al cabo de los veinte años de su primera publicación en Alfaguara, algunos de los hermanos menores de la hermandad congetiana, para celebrarlo, bajamos al supermercado a comprar una botella de lambrusco, que en estos tiempos de crisis anda bastante barato. Y en ese estado medio ebrio, medio eufórico, nos pusimos a leer Todas las mujeres. El problema más importante de esta primera lectura fue la cantidad de erratas –incluso las teóricamente corregidas por el autor- que salían al paso, que uno no sabía si achacarlas al lambrusco o a una edición deficiente.
A pesar de ello y al margen de lo que tradicionalmente ha dicho la crítica de este libro –novela generacional, cinéfila, “de amores y de risas”,…- los congetianos de nuevo cuño nos topamos con un José María Conget hijo de su época literaria ochentera: periodos sintácticos extensos, a veces farragosos, y cierto experimentalismo, sobre todo en la fragmentación de la linealidad y de la voz narrativas. Pero también estaba el Conget que ya conocíamos por libros como Palabras de familia, Bar de anarquistas o Una cita con Borges, el de la prosa poderosa, el del gusto por contar historias, el del humor a flor de piel narrativa.
Además de todo esto, quizá lo más interesante de Todas las mujeres sea, en este tiempo de supuesta muerte de la novela, la reflexión sobre el oficio de escribir que planea a lo largo de todo el texto, que nos lleva a otra de las constantes que los congetianos admiramos en José María Conget: su capacidad para cuestionarse a sí mismo como escritor con altas dosis de lucidez, su tendencia a no tomarse demasiado en serio; en definitiva, su humildad.
Por otra parte, en estos tiempos posmodernos de confusión de géneros, Todas las mujeres supone una suerte de anticipación, ya que en ella Conget –ya a finales de los ochenta- confunde a propósito lo epistolar con la memoria y, en cierto sentido, el ensayo –la autocrítica literaria- para, a pesar de todo ello, componer una novela redonda.
Los hermanos de la cofradía congetiana seguimos aprendiendo cómo se hace buena literatura y disfrutando de ella en manos de José María Conget. Para los que aún no lo conocen, la reedición de Todas las mujeres puede ser una buena oportunidad de ingresar en la hermandad.

4 comentarios:

Manolo Haro dijo...

Señor Sierra: Estoy deseando conocerle. Su crítica me gusta y creo que usted también lo hará. Un saludo,
Manolo Haro

Juan Carlos Sierra dijo...

El sentimiento y las ganas de poner cara y cuerpo a los nombres que aparecen por aquí son mútuos. Ah, y lo de 'Señor...' podemos suprimirlo, porque si no amenazo con utilizar el mismo nivel de cortesía lingüística.
Un abrazo.

Jesús Cotta Lobato dijo...

Esto de no tomarse en serio a sí mismo es lo que más me gusta de la obra y de la persona de COnget.

Juan Carlos Sierra dijo...

Tú, Jesús, que has tenido la suerte de trabajar con él sabes que se trata de un tipo extraordinario en la distancia corta y en lo literario. O eso al menos es lo que me parece a mí como congetiano confeso. Y quizá poco objetivo, pero qué se le va a hacer. Cada uno tiene sus debilidades.
Un abrazo, Jesús.