13 julio 2009

Cortázar inesperado

Papeles inesperados

Julio Cortázar

Alfaguara, 2009

ISBN: 9788420423319

488 pág.

21,50 €

Joaquín Blanes

¿Traicionó Max Brod el deseo último de su amigo Kafka? Sin duda, pero esa traición nos dio singular placer a los lectores. ¿Traicionó María Kodama la voluntad inédita de Borges cuando manifestó que prefería mantener escondidos en gavetas sus escritos de juventud antes que verlos publicados (irónica visión)? Seguramente; y sin embargo el error no fue de Brod o de Kodama, sino de Kafka y de Borges por no tener el impulso destructor y quemar ellos mismos sus escritos. Cuando Cortázar deja como albacea de sus textos a Aurora Bernárdez, está claro que concede todos los derechos para que ella disponga libremente de sus escritos, así que en este caso no hay traición alguna, sólo falta de decoro.
Cómo bien dice Carles Álvarez Garriga en el prólogo, aquí se enfrentan dos bandos: lectores-héroe que “quieren leer hasta las notas para el panadero” vs. lectores-vinagreta que “consideran una traición a su memoria” la publicación de los descartes que hizo el escritor.
Es natural este enfrentamiento, a veces enconado, cuando el libro no es una novela inconclusa que otro autor decide acabar por evidente interés editorial (como sucede con Asesinatos S.L. de Jack London) o un manuscrito hallado en un bolsillo o en una cartera que se edita por su calidad literaria y documental (como fue el caso de El primer hombre de Albert Camus). Papeles inesperados está formado por una heterogeneidad de textos propia de los libros-almanaque tan queridos para el Cortázar adulto, a ese grandullón que, en vista de las peculiares acciones terroristas de la Joda o las aventuras de su alter ego, ese tal Lucas, uno no puede evitar pensar que Cortázar fue siempre un irrefrenable y simpático niño grande.
El libro contiene textos manuscritos, nunca publicados, y otros que sí fueron publicados en revistas o programas de mano pero nunca vieron la luz como libro. Los editores abren fuego con una colección de relatos inéditos que no son obras maestras pero sí sobradamente reseñables, especialmente la pomposa ironía de “La daga y el lis. Notas para un memorial”. Después continúan rescatando más historias de cronopios, bastante prescindibles (por alguna razón Cortázar no los incluiría en su momento) y un episodio aislado de Libro de Manuel que es como una hoja seca, que desligada del árbol no sirve para nada, salvo para hacer hojarasca. Continúa el libro con algunos textos de la serie Un tal Lucas y volvemos a tener la misma sensación de encontrarnos con textos accesorios e innecesarios, salvo para el lector-héroe que gusta de leer hasta los programas de mano de las exposiciones.
Estos textos, aislados de su personalidad natural (el libro concreto de Historias de cronopios, Libro de Manuel o Un tal Lucas) producen una sensación descorazonadora para quien admira la magna obra de Cortázar. No obstante, el libro alza el vuelo de una manera fulgurante cuando comienzan los “Momentos” y “Circunstancias”. En estas dos secciones encontramos textos de una calidad literaria irreprochable, pero sobre todo de una validez documental imprescindible para el que desee indagar en la figura humana de Cortázar más que en el Cortázar escritor.
Nadie obvia ya su simpatía por el régimen castrista y los movimientos marxistas de América latina, especialmente cuando Cortázar entraba en la senectud. En una carta enviada a Jean L. Andreu en 1982, manifiesta lo siguiente: “Cada día siento más admiración por los nicas; qué gente admirable frente a las dificultades y los peligros. Diariamente están a la espera de una invasión de somocistas manipulados por los USA”. Un año más tarde, después de la pérdida de la osita Dunlop, parece como si no le importara el riesgo y se adentra, junto a Sergio Ramírez, en la frontera con Honduras, para estar en primera línea de fuego y conocer, de primera mano, los avances somocistas.
En Papeles inesperados, encontramos un jugoso escrito para la revista Life en español donde Cortázar no tiene miramientos y manifiesta esa querencia marxista: “Algún otro lector igualmente sobresaltado se estará encogiendo de hombros al darse-cuenta-de-la-verdad: Julio Cortázar es comunista, y por consiguiente ve enemigos escondidos en cada botella de la pausa que refresca” (229), aunque luego aclara que su ideal socialista no pasa por Moscú sino que nace con Marx.
El grueso central de Papeles inesperados es el más interesante para acercarse al universo Cortázar, junto con las “Entrevistas ante el espejo”; incluso son significativos los “Fondos de cajón”, textos breves y poéticos que se acercan al final sosegado y más personal de Julio Cortázar: sus poemas. Hay que querer mucho a este cronopio para gustar de sus poemas. Aunque contienen imágenes hermosas y algunos poemas están correctamente construidos, como “Las buenas conciencias” o “Mi sufrimiento doblado…”, Cortázar siempre incluyó sus poemas en los libros de un modo silencioso, casi inadvertido, para no alertar al lector y alejarlo del epicentro de su obra: la narración.
Este cajón de sastre tiene sus defectos porque es un libro para lectores habituales de Cortázar, lectores-héroe o mitómanos, personas acostumbradas a sus ejercicios de estilo y su trueque con los lados de allá y de acá; pero también posee la virtud de recuperar el entusiasmo por Cortázar, con textos que pueden abrir la puerta a personas osadas que quieran descubrir que la realidad, como nos enseñó Cortázar, tiene más aristas de las que a simple vista podemos ver.

1 comentario:

Alejandro Luque dijo...

Bueno, no creo que nadie espere encontrar aquí otra 'Rayuela' o los cuentos de 'Ceremonias' o 'Todos los fuegos', pero tal vez los grandes escritores también se miden en esas pequeñas pruebas. ¿No tiene interés el folleto sobre la fabricación del yogur que escribieron a cuatro manos Borges y Bioy? Para mí sí. "Gobernar un gran país/ como freír un pequeño pescado", dijo aquel chino genial. En cuanto al Cortázar poeta, a mi me gustan pasajes de 'Salvo el crepúsculo' (sin compararlo con su obra narrativa, ¿eh?) y aquel poema que, si no me equivoco, recitaba en una canción de Pablo Milanés: "Yo tuve un hermano..." Por lo demás, gran reseña.