Giorgos Seferis
Abada Editores.
ISBN 978-84-96775-50-3 euros.
90 páginas.
14 euros.
Edición bilingüe de Isabel García Gálvez.
Introducción de Andrés Sánchez Robayna.
Alejandro Luque
Aunque fuera laureado con el premio Nobel en 1963, y conste a menudo como una de las voces más influyentes de la poesía griega contemporánea, la figura de Giorgos Seferis (Esmirna, 1900-Atenas, 1971) está muy deficientemente divulgada en España. Hace veinte años que vio la luz su lírica completa en Alianza, hoy casi inencontrable, y las ediciones posteriores han sido muy escasas en comparación, por ejemplo, con la obra de otro Nobel griego, Odiseas Elytis, o con el adorado, y copiado hasta la saciedad, Constantino Cavafis.
Este vacío viene a paliarse un poco con esta nueva y cuidada edición de los Tres poemas secretos, que representan algo así como el testamento en verso de Seferis. El autor, que como los dos nombres antes citados, cimentó su obra sobre la vasta mitología griega y una abundante masa de referencias históricas, entendió definitivamente al final de su existencia que, también en esto de la poesía, menos es más.
Los versos de este volumen, publicado en Atenas en 1966, constituyen un exigente ejercicio de limpieza y desnudez, donde cada palabra parece una cuenta ensartada en un hilo sutil con paciencia, sentido de la armonía y delicadeza extremas. Nos engañaríamos, sin embargo, si creyéramos que este proceso hace más sencillo y accesible el mensaje. Por el contrario, Seferis parece llevar a tal extremo su desprecio por la ornamentación superflua, que acaba abstrayéndolo todo hasta reducirlo a su mínimo esencial: la palabra, el símbolo. “Cuida la llama de la llama/ no con el gotear de los instantes/ sino con un destello, de una vez”, leemos en una de estas piezas.
El hombre homérico que a lo largo de toda su obra había forjado Seferis, ese Odiseo que en pleno siglo XX seguía siendo el mismo de la Antigüedad, aunque enfrentado a nuevos desafíos e insospechadas amenazas, emprende ahora el regreso a su Naturaleza germinal. Los protagonistas de estos poemas son el mar, la luz, los árboles, los astros, también los cuchillos, representaciones esquemáticas y atemporales de emociones complejas. Los dioses y los mitos desaparecen en lo más profundo del verbo. Poemas secretos, los titula Seferis: escondidos, crípticos, radicalmente íntimos.
A menudo se cita el parentesco de esta obra con el Eliot de los Four Quartets, por su común querencia hacia los cuatro elementos. Creemos, no obstante, que son muy diferentes los espíritus que animaron ambas obras: frente a la burbujeante creatividad del estadounidense, el Seferis de los Tres poemas es acaso un hombre que se despide lentamente, un hombre al que le van sobrando las palabras. “Has viajado y has visto muchos soles y lunas/ has tocado a los muertos y a los vivos/ has llegado a sentir el dolor del muchacho/ y el llanto de mujer/ el enojo del niño aún inmaduro-/ lo que has sentido se derrumba/ si no muestras confianza en el vacío…”, dice en un poema, e insiste en otro: “Quizá encuentres allí lo que viste perderse;/ el brote de la juventud, el hundimiento justo/ de los años”.
Seferis, que escribió en demótico, es decir, con las palabras del pueblo en oposición a la lengua oficial, fue también, él mismo, un símbolo para sus compatriotas: de civismo, de compromiso, de modernidad que no sólo no renuncia a una tradición riquisima, sino que toma de ella valiosas herramientas para construir el futuro. En él reconocemos el eco irresistible de la Grecia clásica como las audacias y los dolores del individuo actual.
Aunque fuera laureado con el premio Nobel en 1963, y conste a menudo como una de las voces más influyentes de la poesía griega contemporánea, la figura de Giorgos Seferis (Esmirna, 1900-Atenas, 1971) está muy deficientemente divulgada en España. Hace veinte años que vio la luz su lírica completa en Alianza, hoy casi inencontrable, y las ediciones posteriores han sido muy escasas en comparación, por ejemplo, con la obra de otro Nobel griego, Odiseas Elytis, o con el adorado, y copiado hasta la saciedad, Constantino Cavafis.
Este vacío viene a paliarse un poco con esta nueva y cuidada edición de los Tres poemas secretos, que representan algo así como el testamento en verso de Seferis. El autor, que como los dos nombres antes citados, cimentó su obra sobre la vasta mitología griega y una abundante masa de referencias históricas, entendió definitivamente al final de su existencia que, también en esto de la poesía, menos es más.
Los versos de este volumen, publicado en Atenas en 1966, constituyen un exigente ejercicio de limpieza y desnudez, donde cada palabra parece una cuenta ensartada en un hilo sutil con paciencia, sentido de la armonía y delicadeza extremas. Nos engañaríamos, sin embargo, si creyéramos que este proceso hace más sencillo y accesible el mensaje. Por el contrario, Seferis parece llevar a tal extremo su desprecio por la ornamentación superflua, que acaba abstrayéndolo todo hasta reducirlo a su mínimo esencial: la palabra, el símbolo. “Cuida la llama de la llama/ no con el gotear de los instantes/ sino con un destello, de una vez”, leemos en una de estas piezas.
El hombre homérico que a lo largo de toda su obra había forjado Seferis, ese Odiseo que en pleno siglo XX seguía siendo el mismo de la Antigüedad, aunque enfrentado a nuevos desafíos e insospechadas amenazas, emprende ahora el regreso a su Naturaleza germinal. Los protagonistas de estos poemas son el mar, la luz, los árboles, los astros, también los cuchillos, representaciones esquemáticas y atemporales de emociones complejas. Los dioses y los mitos desaparecen en lo más profundo del verbo. Poemas secretos, los titula Seferis: escondidos, crípticos, radicalmente íntimos.
A menudo se cita el parentesco de esta obra con el Eliot de los Four Quartets, por su común querencia hacia los cuatro elementos. Creemos, no obstante, que son muy diferentes los espíritus que animaron ambas obras: frente a la burbujeante creatividad del estadounidense, el Seferis de los Tres poemas es acaso un hombre que se despide lentamente, un hombre al que le van sobrando las palabras. “Has viajado y has visto muchos soles y lunas/ has tocado a los muertos y a los vivos/ has llegado a sentir el dolor del muchacho/ y el llanto de mujer/ el enojo del niño aún inmaduro-/ lo que has sentido se derrumba/ si no muestras confianza en el vacío…”, dice en un poema, e insiste en otro: “Quizá encuentres allí lo que viste perderse;/ el brote de la juventud, el hundimiento justo/ de los años”.
Seferis, que escribió en demótico, es decir, con las palabras del pueblo en oposición a la lengua oficial, fue también, él mismo, un símbolo para sus compatriotas: de civismo, de compromiso, de modernidad que no sólo no renuncia a una tradición riquisima, sino que toma de ella valiosas herramientas para construir el futuro. En él reconocemos el eco irresistible de la Grecia clásica como las audacias y los dolores del individuo actual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario