18 septiembre 2009

Amor, vírgenes y puritanismo

Las vírgenes sabias

Leonard Woolf

Impedimenta, 2009

ISBN. 978-84-937110-2-3

328 páginas

21,95 euros
Traducción: Marian Womack




Jesús Cotta Lobato


Leonard Woolf, por si alguien no lo sabe, es el marido de Virginia Woolf, ambos componentes del célebre círculo de Bloomsbury, en el que también destacan Forster y James Joyce.
De las parejas compuestas por escritores, ésta es la única, al menos que yo recuerde, donde la fama de ella ha eclipsado la de él, aunque ella lleve el apellido de él.
El título inglés, The wise virgins, se refiere a la famosa y misteriosa parábola evangélica de las vírgenes prudentes y las vírgenes necias, referencia que aparece varias veces en la novela. El traductor, sin embargo, ha optado por traducir “wise” por sabias y no por “prudentes” como es la tradición, supongo que para evitar interferencias con el autor de esta reseña, que ya había publicado en español una novela titulada Las vírgenes prudentes.
Esta novela es un retrato ácido de la sociedad inglesa de principios de siglo. La protagonista femenina Camilla, que a los ojos del lector resulta encantadora, es trasunto de Virginia, como Harry lo es del autor. Es una novela que causó gran revuelo en la familia del autor, que no estaba de acuerdo con la imagen satírica que él muestra de ella, como si quisiera hacerse perdonar sus orígenes judíos. Virginia sufrió una de sus crisis nerviosas durante su lectura (pues sufría lo que hoy se denomina trastorno bipolar).
Lo mejor de la novela son los ingeniosos diálogos, cargados de ironía e inteligencia y muy reveladores del alma de los personajes. En esos diálogos y encuentros, padres, madres, hermanas, párrocos, hijos y vecinas aparecen atrapados por rígidas convenciones y por una moral puritana que les impiden hacer, decir e incluso desear lo que realmente quieren. Harry, el protagonista, quiere escapar de eso y busca la plenitud en el amor y en el arte; ejerce de un apóstol, por así decir, de la libertad y de la audacia, pero ni sabe bien lo que quiere ni con ello ayuda a nadie y, al final, acaba acatando esa moral que tanto desprecia e incluso colaborando con ella.
Otro mérito del libro es el análisis de los sentimientos. Se trata de un análisis en vivo, con cierta empatía, sin esa frialdad del entomólogo. Gracias a la pluma fina y ágil del autor, deseo, desdén , excitación, complejos y miedos se enredan y se confunden bellamente en el corazón de los personajes cuando se quedan solos, cuando buscan el amor, la amistad o simplemente el prestigio social.
Salvando las distancias, esta novela recuerda en tema e intención a Orgullo y prejucio de Jane Austen. Ambas reflejan muy bien los temores y esperanzas del alma femenina, que vive en el corsé de férreas convenciones, y los complejos y prejuicios de los unos contra los otros. Pero mientras que Jane Austen es más bien crítica y, a la postre, optimista, Woolf es más bien ácido y pesimista.
Una novela, pues, inteligente y amena, bien editada, y con el aliciente de nuestra querida Virginia.

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