14 septiembre 2009

Manual para subversivos y policías

Técnicas de golpe de estado


Curzio Malaparte


Backlist (Planeta)

ISBN: 9788408085188

288 páginas

21 €

Traducción: Vítora Guevara




Manolo Haro

Nacido para la vida como Kurt Suckert y para la literatura como Curzio Malaparte (Prato, 1898 –Roma, 1957), el autor enjuiciaba Técnicas del golpe de Estado de manera tajante: “Odio este libro mío”. Desde que Adolf Hitler lo hiciera arder en la plaza pública de Leipzig con otros desafortunados títulos (por primera vez en Europa alguien dedicaba un ensayo a hablar mal del Führer), la existencia de Malaparte se vería contrariada por diversas situaciones concernientes a su publicación en 1931. Hitler llegó a exigirle su cabeza a Mussolini; esto lo llevaría a la cárcel y al destierro en Lipari durante 5 años (“por manifestaciones antifascistas en el extranjero”), conmutados luego por una libertad vigilada en Capri. En su afán por quitarlo de en medio (era detenido cada vez que un jefe nazi pasaba por Roma), Mussolini llegó a preguntar si era judío. Algunas de sus posteriores corresponsalías de guerra (Etiopía, por ejemplo) las desempeñó con un agente custodiando todos sus movimientos. En África se le proporcionó un rifle para atajar una emboscada de guerrilleros, motivo por el que se le condecoraría, paradójicamente, con una Cruz de Guerra que lo señaló con el baldón de pro-fascista en ciertos círculos intelectuales italianos, aunque idiológicamente su pensamiento se mantuvo hasta el final de sus días bien asentado en la izquierda (donó a la Republica Popular China su hermosísima Casa Malaparte a los pies del Mediterráneo que baña Capri).
Como el propio Malaparte afirma en el prefacio a su edición francesa de 1948, el libro acepta bien una doble condición: la de “manual del perfecto revolucionario” y la de “manual del arte de defender el Estado”. El interés que puede suscitar un título como éste, después de tanto tiempo y tanta bibliografía publicada al respecto, reside en que ofrece un certero análisis de las asentadas (Rusia), jóvenes (Italia) e incipientes (Alemania) dictaduras que se fueron forjando en Europa desde la Revolución de 1917. No hay que perder de vista que el autor de La piel dio a la imprenta este libro en 1931, de manera que pudo recoger las evidencias de los avances políticos del comunismo, el work in progress de Benito Mussolini y el perfeccionamiento golpista, después del fallido en Munich en 1923, de Adolf Hitler, aún sin concretar, y del que dirá que es tan sólo un caricatura del Duce. De hecho, el autor encarrila su discurso pasando por estaciones de distintos estilo arquitectónico, ya sean éstas construidas al modo soviético, italiano o alemán. Malaparte tenía en la cabeza a Primo de Ribera en España y al “Bonaparte socialista” de Pilsudski en Polonia, pero, a pesar de ello, tomó los tres casos citados como paradigmáticos de los métodos golpistas.
Los catilinarios de la Era Moderna, opina el autor, tienen un referente claro en Napoleón por el mero hecho de que se han empeñado en parecer liberales hasta el último momento, es decir, “hasta el momento de recurrir a la violencia”. El gran error de los Estados liberales (aún hoy) es creer que la subversión se puede frenar con el Parlamento y el Estado policial. Trosky, señalado por el escritor como el creador de la técnica del golpe de Estado –a pesar de Lenin y de Stalin­-, aseveraba que “la insurrección no es un arte. Es una máquina. Para ponerla en marcha hacen falta técnicos”. La lección la aprendió a la perfección el camarada Stalin, que en 1927, en vísperas del X aniversario de la Revolución, le chafó su celebración –con otro golpe de Estado– al camarada Trosky. Entre “el arte de tomar el poder” de éste y “el arte de defender el Estado” de aquél, mediaron unos cuantos años de vital importancia para la historia de Occidente.
Italia ha sido una tierra pródiga en manuales de táctica política desde que Castiglione y Maquiavelo dieron sus respectivos El Cortesano y El Príncipe en el Renacimiento. La contribución a esta tradición de análisis de modos y estrategias del arte de gobernar por parte de nuestro libro resulta clara. La razón de ser de este ensayo es, tal como afirma Curzio Malaparte, “la de mostrar que la conquista y defensa del Estado no es un problema político, sino un problema técnico; que el arte de defender el Estado está regido por los mismos principios que rigen el arte de conquistarlo”. Hoy se puede leer como un libro de historia, como una disección del pasado cercano y un terrorífico presagio de un presente ululante que viviría Europa en breve.
En estos días que el término se deja caer por los periódicos cuando se habla de Honduras, cuando hay que someter a recuento los votos en elecciones de países de democracias ficticias, inexistentes o aparentes, cuando el control del telégrafo, las oficinas de correos, las estaciones, etc. se ha trocado por el de los grandes grupos mediáticos, recobrar este título por parte de la sección Backlist de Planeta es todo un acierto que ofrece la posibilidad de leer un texto que aún conserva toda su validez y aplicación en el bendito mundo en el nos ha tocado vivir.
POST SCRIPTUM: Hugo Chávez está contribuyendo a formar un canon literario muy particular, más llevado por los títulos efectistas que blande a lo largo y ancho del mundo -para alegría de Eduardo Galeano (Las venas abiertas de America Latina, Siglo XXI) y de Vicente Verdú (El capitalismo funeral, Anagrama- que por un verdadero conocimiento de la literatura. El hecho de que Chávez se haya convertido de manera inconsciente en un agente literario que activa el mercado con tal versatilidad es probable que lleve a algún editor a pensarse si colocar su teléfono junto al de Beatriz de Moura o Carmen Balcells. Entre los 15 libros que compró en Madrid el pasado viernes (la mayoría de teoría política e integración latinoamericana) no sabemos si iba el de Malaparte. De todas formas, en algún momento de su estelar carrera como creador de lectores debería fotografiarse con un ejemplar de Técnicas del golpe de Estado. Él que le debe tanto al amigo Curzio.

2 comentarios:

Alejandro Luque dijo...

Como es habitual con las reseñas del camarada Haro, no sólo no me dan ganas de leerme el libro, sino de volver sobre viejas lecturas, como 'La piel'. Eso sí, si tuvieran que desterrarme a mí cinco años, me pediría un sitio como Lípari: lo más parecido a una jaula de oro. Gracias y abrazos.

Anónimo dijo...

Leida y releida su reseña, creo que no resta más opción que terminar el verano con el volumen en cuestión entre las manos y los pies mojados por el mediterraneo que baña Capri. Gracias y Saludos.