08 septiembre 2009

Un poeta llamado Roque Dalton

El turno del ofendido

Roque Dalton

Baile del Sol, 2009

ISBN: 978-84-92528-63-9

176 páginas

12 euros.








Jabo H. Pizarroso

Hay poetas tan tiernos, tan extremadamente subversivos, tan categóricamente sólidos, tan irónicos como un limón en vaso largo cuajado de ron de caña tomado a las siete de la mañana en un bar de butacas invisibles y borrachos que ya no cantan, tan eminentes, tan lindos y perversos, tan linealmente sanos, tan transparentes como el agua y tan necesarios como el pan, tan hermanos del verso, tan padres del verso, tan hijos del verso, tan mujeres del verso, tan hombres del verso, tan amantes y tan putas del verso, tan ascendientes y tan descendientes, tan escaladores de montañas, tan trituradores de barrancos y tan creadores de lagos apacibles, tan gemelos de Vallejo o tan parecidos a un volcán, tan deseados cuanto más se les desconoce, tan ignorados como ignorada es la libélula que moja sus alas en la piscina multitudinaria y a la que nadie salva, tan berracos, tan hijueputas, tan envidiables, tan huevones a veces, tan agudos cuando uno los escucha en una de las grabaciones que venden su voz y sus versos en la Casa de las Américas, cerca de Malecón y G, La Habana, tan parteros del semitono y de la fuga, tan matronas de la inocencia, tan inquietos como un niño, tan infantiles como el garabato primero que traza la mano dudosa en el papel, tan caribeños como Barranquilla, tan americanos como un oak, tan poco estafadores, tan sofoclesianos como la máscara puesta en la mesita del camerino mientras el actor se mesa la barba edipesca, tan tremendos como un aguacero y tan livianos como una lágrima, tan de pecho, tan de ritmo, tan centrados en lo que importa y tan metidos en los meandros de la realidad, tan poco amigos de los poco amigos de la política, tan cercanos a la poesía vitalista que prepara caminos de verdad discutida para el hombre, tan desnudos como la humanidad caminante, tan diametralmente opuestos a todo lo que crees que es lo opuesto, tan dípticos y tan trípticos y si me apuran tan decalógicos, tan marsupiales y tan saltarines, tan amigos de la chincheta en la silla, tan odiosos del amodorramiento, tan ingenuos y tan supermanes made in Salvador, tan aclasados, desclasados y paraclasados, tan repentinos, tan poco inocuos, tan venenosos, tan pornógrafos de la sinalefa, tan sadomasoquistas, tan reales como la ficción, tan perfectos como una tumba en el aire, tan ágrafos, tan repudiados por los que repudian, tan atascados en la columna vertebral del siglo veinte, tan citados por Roberto Bolaño, tan amados por Roberto Bolaño, tan adorados por algunos que no son Roberto Bolaño y ni siquiera saben quién carajo es ese tal Bolaño, tan chingones, tan desnutridos y tan deslectorizados, tan activadores de dendritas, tan destructores de axones, tan boxeadores del hígado, tan poco maquinadores, tan verbales y discursivos, tan amigos de la experiencia maquillada por la inexperiencia, tan salteadores de librerías, tan destructores de muros de cárceles, tan bebedores de palabras, tan incendiarios y poco salvados como El Salvador, tan oriundos, tan indígenas, tan cercanos a la cordura, tan vestidos de lógica, tan travestidos por los travestis literarios, tan poco democráticos, tan insalubres, tan salubres y tan salinos, tan selváticos, tan gorriones, tan picantes como el locoto, tan dulces como el ají, tan radicales como lo son las raíces, tan etimológicos, tan antimológicos, tan martilógicos, tan metalógicos y tan sexológicos, tan irreales como la aurora ventral, tan explícitos como el plexo solar cuando habla debajo del estómago y se esfinterializa, tan descamados y tan escamados, tan ninguneados en las mesas poetástricas donde se especula con el pan y donde el vino no se bebe a morro, tan poco sucios, tan ineptos como los aptos, tan lagartijas, tan salamandras, tan cocodrilos sin dientes, tan tiburones devoradores de lectores prejuiciosos y sectáticos, tan trasnochadores, tan lucharniegos, tan amantes de las alturas como de las bajuras, tan poco chicks, tan poco picks y tan mucho cliks, tan deslizantes, tan embriagadores, tan destascadores, tan revolucionarios como el tomate, tan devastadores como el mortero, tan inclinadores de balanzas, tan vivos como la muerte viva, tan asesinados como el peor asesinado, tan detentadores de cuerdas vocales, tan fibráticos como un olbranense a las siete de la mañana, tan limpiadores de intestinos y destinos, tan rumbóticos y tan simbióticos, tan cercanos que escribieron muy buenos libros y a veces estos se publican por fin en la minúscula españa salvadoreña y escriben cosas como éstas...


Una hora apenas después del crepúsculo
ese hombre recoge los hirientes residuos de su día
acongojadamente los pone cerca del corazón
y se hunde con un sudor de tísico aún no resignado
en sus profundas habitaciones solitarias,


y tan, tan agricultores de silencio que todavía hay quienes temen leerlos por puro miedo o porque los desconocen: El turno del ofendido, Roque Dalton, prólogo de Enrique Falcón, Editorial Baile del Sol.

2 comentarios:

ilya u. topper dijo...

Ole, ole y ole. Eso es echarle cojones a la hora de hacer una crítica y olvidarse de las reglas, de todas las reglas y hasta de la buena conducta. Con tanto adjetivo tan y tan y tan irreconciliable, creo que no me he enterado de nada, pero quede claro que en cuanto abra la librería de abajo en el turno de tarde, buscaré el libro de Roque Dalton. Faltaría más.

Juan Carlos Sierra dijo...

Qué reseña tan lúcida, Jabo. Magnífica, impresionante, como la poesía de Roque Dalton.