28 septiembre 2009

La genética europea

Doménica

José Ángel Cilleruelo

Paréntesis, 2009

ISBN: 9788499190204


154 páginas

13 €



Daniel Ruiz García

Doménica, hay que decirlo de entrada, es una pequeña joya. Un libro breve, que te pellizca desde la primera página, con un ritmo sostenido capaz de vapulearnos, de arrastrarnos novela abajo como si nos dejáramos llevar por la corriente de un río hacia su inevitable desembocadura. Lo firma José Ángel Cilleruelo, quien recientemente obtuvo el IV Premio Málaga de Novela por Al oeste de Varsovia y quien atesora un largo bagaje como poeta. Que es poeta se nota casi de entrada: su estilo prosístico tiene toda la precisión propia de quien cultiva el verso que busca el mordisco al hueso del concepto, así como una musicalidad atmosférica que sólo está al alcance de los autores con oído. Porque en Doménica hay oficio, por supuesto, pero hay sobre todo talento, dotes para manejar la palabra como un conjuro, como un sortilegio evocador que nos mantiene siempre alerta y nos incita a sospechar que siempre hay algo más allá. Una tensión difícil de lograr, y que Cilleruelo consigue gracias a una trama sugerente donde predomina la sordidez, la crueldad y cierta dosis de violencia implícita.

La novela se desarrolla en un ambiente prebélico, en algún territorio centroeuropeo indeterminado, probablemente –al menos eso dice la cubierta- de comienzos del siglo XX. Estame, un profesor de escuela despiadado –memorable es la forma en que desfoga su frustración sobre los alumnos, a los que agrede sin miramientos- es destinado a un colegio de provincias, donde aprende a malvivir en un ambiente opresivo dominado por la maldad. El profesor busca pronto un consuelo de esta vida vulgar entre las meretrices, y allí, entre putas, descubre el amor. El amor se llama Doménica, con la que inicia una turbia relación siempre marcada por la necesidad de desembolsar como paso inevitable para acceder al cariño. Por medio se cruzará un personaje, Laborde, un maestro que también es poeta, con quien el protagonista inicia una relación de amistad llena de altibajos. Este poeta es quien abre la novela a su dimensión más lírica, con una tesis que es la que cruza transversalmente toda la idea del libro. El propio autor, a través de su personaje principal, la esboza en su página 74: “El amor es el mejor antídoto contra la realidad”. Realidad y ensueño cabalgan juntos a partir de mediada la novela, de manera que al final nadie es quien de verdad parece ser. Y por encima de todo, predomina la crueldad, representada en la figura de Estame, un cínico perfectamente dibujado que está a medio camino entre Bardamu, el personaje central de Viaje al fin de la noche de Cèline, y Armando Duval, el amante arrebatado de la Dama de las Camelias de Alejandro Dumas hijo. Es un personaje, por otro lado, bastante arquetípico en la tradición literaria del siglo XIX europeo: el maestro de escuelas que vive abonado a una tristeza crónica y que lucha contra el esplín buscando permanentemente progresos en su educación sentimental. Toda la obra, desde su condición modesta, breve, como de miniatura, transpira cierta genética europea, es reconocible en la estética, en ese provincianismo de las pensiones, las tabernas y la escuela, en esa forma de contar asumiendo que lo que se cuenta se ha contado ya muchas veces, porque forma parte de nuestra herencia. Orfeo y Eurídice, Ulises y Penélope, Perseo y la Mandrágora, todo eso está incrustado en Doménica, pero todo a media voz, todo perfilado con elegante trazo, como una cerámica dibujada a mano con un pulso prodigioso.

En fin, creo que se nota, la novela me ha encantado.

1 comentario:

José Ángel Cilleruelo dijo...

Agradezco tu lectura y, mucho más, tu generosidad crítica. Nada hay más agradable para un escritor que verse comprendido. JAC